Chatina Suárez es una mujer trans de Guinea Ecuatorial a la que mucha gente conoce, tanto dentro como fuera del país, por su labor de visibilización de la disidencia sexual en redes sociales y por sus fotos con diferentes propuestas de maquillaje. A pesar de que la gente está acostumbrada a verla y escucharla en otro registro, recientemente, publicó un vídeo en instagram en el que explicaba que había sido agredida por unos militares. En esta entrevista cuenta qué le sucedió y cómo, por desgracia, para las personas LGTBIQ+ en Guinea, no es raro padecer este tipo trances.
Preséntate de la manera en la que quieras que te conozcamos.
Mis padres me dicen Chatín Moisés, pero yo soy Chatina Suárez. Soy una mujer transgénero. Me cambié de nombre a los dieciocho años, al salir de Camerún, lugar en el que estuve estudiando. Jamás me identifiqué como Chatín, nunca quise ser hombre sino mujer, es más, es lo que soy y lo amo.
En mi país, Guinea Ecuatorial, podría decirse que soy un personaje público, algo así como “famosa”. Tengo una reputación que cuidar y, obviamente, no puedo ser Chatín dado que soy una mujer.
Soy una mujer transgénero, me gustan los hombres y necesito que me respeten, no solo por mi orientación sexoafectiva o mi identidad sexual, también porque soy un ser humano. Lamentablemente, por el hecho de ser trans, soy el hazmerreír de medio país.
¿Una persona, por mucho que lleve viviéndolo años, puede acostumbrarse a algo así?
De ninguna manera. En las calles de mi ciudad, Malabo, no puedo circular libremente. Me hago la fuerte, intento autoconvencerme de que no pasa nada, pero he de reconocer que no soy de piedra, soy una persona y todos los insultos y gestos despectivos que me dedican me llegan al alma y me hacen daño. No obstante, ni quiero ni puedo quedarme en mi casa encerrada solo porque la sociedad en la que estoy me rechace por ser lo que soy.
Eso a nivel social, ¿y a nivel institucional?
Hay instituciones en las que han prohibido la entrada de las personas disidentes sexuales, sobre todo de las mujeres transgénero porque llevamos una vida mucho más abierta. Por ejemplo, las mujeres transgénero no entramos a ninguna institución si en su interior se encuentra un militar o un policía. Y da igual que sea un bar, una abacería, una discoteca, un ministerio, un hospital, un supermercado, etc. Los insultos, agresiones y rechazo, te alcanzan desde la puerta de acceso. “No comparto espacios con los maricones”. Así nos dicen los agentes de seguridad. Y obvio que para evitar problemas no puedes entrar.
La población civil a veces interviene para protegernos, pero es inútil, también tiene miedo a la reacción de los militares y policías. No obstante, en Guantánamo (Ministerio de Seguridad), algunos agentes han cambiado, son tolerantes, especialmente los que tienen formación superior, muy pocos.
“Las mujeres transgénero llevamos una vida mucho más abierta”. ¿A qué te refieres con eso?
A que en nuestro caso, es difícil que ocultemos a ojos de la sociedad lo que somos. No necesitamos salir del armario porque tanto el físico como nuestra manera de vestirnos, evidencian nuestra disidencia, queramos o no.
Y eso trae consecuencias, claro.
Exacto. A mí me han culpado de cosas que ni sabía que habían pasado primero por ser leída como “homosexual” (aunque sea una mujer trans a la que le gustan los hombres y, por tanto, hetero) y segundo, porque soy un personaje público. Han usado mi imagen para hacerle daño a más personas homosexuales.
Me toca aguantar una frase que me repiten una y otra vez, “nueve meses de embarazo”.
¿Qué quiere decir eso de “nueve meses de embarazo”?
Obviamente soy la desgracia de la familia. Mi madre dio a luz a un niño con el entusiasmo y la esperanza de que hiciera todo lo que por tener genitalidad masculina se supone que me correspondería hacer: tener una mujer e hijos y contentar a la familia entera pero “por desgracia”, vine yo.
Cuando salgo a la calle me llueven los improperios. Me han regalado apodos, nombres de burla y no me queda otra opción que enfrentarme a toda la gente que me insulta, aunque no me guste tener que hacerlo, porque en Guinea Ecuatorial no se vive, se sobrevive, si perteneces a la comunidad LGTBIQ+. Si amanecemos con vida se lo agradecemos a Dios, porque en Guinea no nos quieren.
Hay muchísima discriminación. Lo más lamentable es que las personas adultas inoculan en la infancia ideas homofóbicas y transfóbicas, de hecho, para mí es muy común, que haya niñxs que, cuando se juntan conmigo, me ofendan o se rían de mí.
No me importa. Yo soy una mujer transgénero y como ciudadana ecuatoguineana, tengo derechos y son los que exijo.
Teniendo en cuenta lo anterior, ¿cómo es el día a día para ti?
Mi día a día es un infierno. El único momento en el que me siento yo misma es junto a mi pareja y junto a las personas que también son como yo, porque ni siquiera en mi cuarto estoy segura. Es súper difícil para mí poder dormir tranquila.
Con todo, creo que he llegado a normalizar mi situación, de lo contrario, yo dejaría de existir.
¿Qué consecuencias tiene para vosotras vivir así?
Las mujeres transgénero no vivimos mucho tiempo porque la sociedad se encarga de quitarnos la vida. Nos violan y, en muchas ocasiones, alegan que no se trata de una violación porque tenemos pene.
Por otro lado, al ser abandonadas por las familias, muchas se quedan sin red de apoyo, algo fundamental, teniendo en cuenta que la mayoría no tiene empleo.
Tampoco podemos circular libremente por lugares públicos, incluyendo el hospital, por vergüenza, aun teniendo dinero. Es así como perdemos nuestras vidas.
Las personas cis y heterosexuales creen que son mejores que nosotras y es por eso que quieren que seamos como ellas. Obviamente, eso nunca va a pasar,
Nos has hablado del ámbito institucional y de lo que te encuentras cuando sales a la calle, ¿y cómo es la relación con tu familia?
Qué pregunta más complicada.
Desde una edad temprana supe que era diferente a los demás niños, aun así ni me rechacé ni me oculté. Mis padres pensaron que con la edad se me iría quitando esa “parte femenina”. Mi salida del armario coincidió con la muerte de mi padre, que venía arrastrando problemas cardiacos. Sin embargo, fíjate cómo son las malas lenguas, hay quien dice, todavía hoy, que fue mi homosexualidad la que mató a mi papá. A día de hoy, todavía me culpan de su muerte.
Hace poco fuiste víctima de una agresión ¿podrías explicar, por favor, ¿qué te pasó?
Primero querría aclarar que en Guinea Ecuatorial no hay policías sino estafadores. Jamás cumplen con su tarea y, además, son tan homófobos como gran parte de la población guineana.
Siempre hacen la típica pregunta cuando se encuentran con una mujer transgénero ¿qué eres, hombre o mujer? ¿Por qué te gustan los hombres? Aunque existiera un porqué específico, tampoco querrían oír la respuesta. Definitivamente, los policías y militares de aquí no entienden que un hombre pueda enamorarse de otro hombre o que una persona con pene sea una mujer y no ejercen su labor.
El día de la agresión yo salía con un amigo de comprar la cena. Llevaba puesta la mascarilla. Recuerdo que fue a las seis de la tarde, más o menos. De regreso a casa, nos encontramos con un equipo militar y ellos al verme, comenzaron a insultarme, vamos, como siempre. Me dijeron que yo era un maricón y por lo tanto una vergüenza para el país, y que, si la COVID19 había llegado a Guinea y se extendía entre la población, era culpa nuestra, de las personas LGTBIQ+, porque habíamos traído desgracias al país.
Cuando les escuché decir “os deberían quemar vivos, maricones”, me detuve y les pedí que dejaran de meterse conmigo, pero mi reacción fue inútil o, peor, les sirvió para justificar la agresión posterior ya que, en su opinión, yo debí haberme quedado callada. Les molestó que hablara, tanto es así, que el jefe les mandó a sus subordinados que me golpearan brutalmente.
Fueron siete los militares involucrados en la agresión y no importaron mis llantos ni las suplicas de las vecinas que les pedían que me dejaran, dado que yo no le había hacho daño a nadie.
He sido maltratada psicológicamente toda mi vida, pero la agresión que viví aquella noche no creo pueda olvidarla. Al día siguiente, con el cuerpo lleno de heridas, me fui al Ministerio de Seguridad para denunciar. La respuesta a mi agresión fue clara: son todos militares, de modo que no se traicionan entre ellos.
Aquí, en Guinea, encontrarte con un policía, un militar, es malo. La población sale corriendo, huye. No es un alivio verlos para ayudar en la resolución de problemas, cosa que me parece lamentable.
Sin embargo, quiero aclarar, que lo que ocurrió conmigo es el día a día de la mayoría de las divas, que es como nos autodenominamos las mujeres trans de este país.
¿Y por qué “divas”?
Porque somos especiales y valientes.
Chatina, tras la agresión decidiste grabar un video y publicarlo en redes sociales para contarlo, ¿por qué?
Fue lo único que pude hacer. Las personas de la comunidad LGTBIQ+ de este país estamos cansadas del maltrato que recibimos por parte de los policías y los militares. Es más, debería decir que la la población en general está sumida en ese hartazgo.
¿Y entonces, qué pasó en el Ministerio de Seguridad?
En el Ministerio estudiaron el caso, pero yo preferí un video en redes. Sabía que las fuerzas armadas no iban a resolver nada, sin embargo, a través de las redes todo el mundo iba a enterarse, no solo de lo que me había pasado sino lo que hacen los militares de Guinea Ecuatorial cuando necesitan dinero, porque todo aquí es negocio para ellos. Están viviendo la COVID19 como un auténtico negocio del que sacar beneficios y aprovechan cada situación para quitarle el dinero a las personas más humildes. Yo pido justicia. No le he hecho ni le hago daño a nadie y si fuera así, para eso está la justicia, pero no fue tal el caso.
¿Cómo estás ahora? ¿Hay algún organismo que te haya echado una mano tras la agresión?
Tras ser golpeada brutalmente y haber denunciado, nadie me echó una mano con la medicación, excepto Trifonia Melibea Obono de la organización a favor de los derechos del colectivo LGTBIQ+ “Somos parte del mundo”. Ella me llamó y después de que me evaluaran, me dio medicamentos. Gracias a ella estoy bien de salud. Me golpearon mucho.
Chatina, por tu apariencia pareces muy joven, ¿continúas estudiando?
No, terminé el bachillerato en Camerún, pero al venir aquí no pude entrar en la universidad por miedo. Tengo mucho miedo. Es demasiado lo que vivo día a día cuando salgo de mi casa, como para tener que soportar también el acoso escolar por parte del alumnado y del profesorado. No podría, así que decidí abandonar los estudios por esa razón.
¿Te hubiera gustado seguir estudiando?
Sin duda, pero en un lugar en donde la gente tuviese la mente mucho más abierta, no aquí. Las personas disidentes sexuales en Guinea no pedimos que nos quieran o que nos acepten, ahora bien, sí exigimos que nos respeten.
Si todo el mundo tiene derechos, por lógica, las personas LGTBIQ+, también.
¿Has pensado en abandonar Guinea Ecuatorial?
No sé a dónde quieren que nos vayamos a vivir, personalmente, tengo claro que yo no me voy a ir de aquí, porque este es mi país y pienso casarme. Quiero ser madre de dos niñas y esposa de un buen hombre. Me da igual que le guste a la gente o no. Soy libre.
El consejo que le doy a mis hermanxs disidentes sexuales es que dejen de acomplejarse, han de dar la cara, aceptarse y amarse porque nosotrxs no pedimos ser quienes somos. Somos así y ya.
No podemos pasarnos toda la vida escondiéndonos, tenemos que alzar la voz y luchar por lo que queremos.
¿Hay algún mensaje que quieras enviar, aprovechando que esta entrevista también se compartirá en redes sociales?
Sí, me gustaría que las personas disidentes sexuales puedan vivir su vida libremente, sin miedo a que les pueda pasar algo malo. No somos gente enferma y no tenemos por qué pasar el resto de nuestra existencia ocultándonos por miedo al rechazo social y al abandono familiar.
Y para las personas de la Comunidad LGTBIQ+ que está todavía en el armario tengo un mensaje: Ser gay, lesbiana o trans no significa estar enfermx. Valemos muchísimo. En la actualidad, en nuestro país, somos las divas quienes hemos desarrollado la estética y el maquillaje. Quiero que mis hermanas dejen de vivir una doble vida porque cansa, que den la cara porque lo merecemos. Somos personas.
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