Cuando saqué esta foto me debatía entre si era ético o no hacerlo, y por supuesto nunca pensé en publicarla. Es probable que estéis tan saturadas de información de este tipo que a primera vista no os llame la atención, no se os pare el corazón, la sobreinformación nos insensibiliza.
Estar allí delante cambió todo, un escalofrío recorrió mi cuerpo y lo tensó. Miré hacia mi alrededor, la vida seguía, las personas continuaban paseando por el espigón de aquel muelle como si nada de eso estuviese ocurriendo.
Pero los sentimientos de rabia e impotencia seguían creciendo en mí. Empatía, lo llaman, saber ponerte en el lugar de la otra persona. Y no paraba de preguntarme por qué la población de aquel lugar no lo hacía. Aún a día de hoy me lo pregunto, puede que lleven tanto tiempo sintiéndose abandonados por el estado español ante esta situación que o cargan su rabia contra quienes llegan o simplemente muestran indiferencia ante la situación. No quiero generalizar, en esta isla hay gente maravillosa que ha dado todo lo que tiene y más, pero la gran mayoría parecen tan reacios a esto que está ocurriendo, vuelcan tanto odio hacia la migración en redes, en la calle, en sus conversaciones diarias…que hace un tiempo dejé de leer comentarios a las noticias sobre migrantes.
Fijaros en los detalles de estas zodiacs de juguete, con chalecos salvavidas no homologados, por lo tanto, no útiles ante una emergencia, bolsas con restos de comida, pertenencias, zapatos, cubos para orinar y vomitar… ¿De verdad hay alguien que aún no entienda que, si una persona hace algo así, se sube a una zodiac en estas condiciones, sabiendo que tiene las mismas posibilidades de morir que de vivir es porque está al límite, porque no hay más opciones?
Las zodiacs tienen una eslora de unos cinco metros, y suelen subir aproximadamente sesenta personas por viaje en ellas. Sesenta personas se dicen fácil, pero cada una de ellas tiene una historia, son mujeres, hombres, niños e incluso bebés, han recorrido muchos países, durante muchos meses o años para llegar a subir a esta embarcación. Han visto atrocidades tan fuertes ante sus ojos que ni tan siquiera podemos imaginarlo, violaciones continuas, torturas, agresiones…recuerdo los ojos del pequeño Alfred cuando me miraban sin pestañear, y su voz seguía un hilo continúo, sin quebrarse, cuando comenzó a contarme las barbaridades que habían ocurrido ante él durante su “aventura”, su mirada se quedó ausente y supe que estaba visualizando en su mente cada uno de esos momentos, justo en ese instante fue cuando comprendí por qué ya no creían en las personas. Han estado rodeados de maldad, de gente sin principios, de personas capaces de hacer cualquier cosa con tal de lograr su objetivo. Y ellos tan solos, tan abandonados por todo y todos, que creo que eso les hace acercarse a mí y al resto del equipo, ver que al fin alguien mira por su bien.
Y ahora están aquí, en la ansiada Europa, esa que muchas veces se convierte en una pesadilla. La pandemia está claro que no ha sido de gran ayuda para que puedan comenzar su vida aquí y estabilizarse de algún modo.
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Eso quienes más suerte han tenido, porque nuestro estado, nuestro presidente, el pasado 10 de noviembre ordenó una deportación.
Sinceramente, pasé unos días duros, enfadada, indignada, odiando al mundo. Se lo que ellos piensan de las deportaciones, es su mayor miedo, más incluso que morir en el mar. Una deportación significa la caída, significa la pérdida completa de dignidad, de cualquier libertad que quedase, pérdida de derechos humanos, vuelta a la casilla de salida, pero con una mochila demasiado grande como para poder soportarla. Una deportación muchas veces significa muerte, porque todos ellos huyen de algo, y nuestro gobierno les ha enviado al ojo del huracán.
Para que seáis conscientes de lo injusto que resulta y lo poco que se preocupan de maquillarlo. Nuestro gobierno tiene un pacto con el de Mauritania, a cambio de beneficios económicos, por supuesto, por el que Mauritania accede a que los vuelos de deportaciones aterricen en su país. La única argumentación que se ha dado desde el estado a esta acción es que los migrantes llegados a Canarias, en su viaje desde sus países de origen pasan por Mauritania, díganme si no les parece demasiado absurdo.
Los migrantes son personas, además esas personas, las que vinieron en esas zodiacs, que hoy para mi tienen cara, nombre y apellido, son a veces las que me devuelven la fe en la humanidad.
Integradora social y enfermera. Pongo el corazón en todo lo que hago. Mis principios son la base de mi vida, igualdad y defensa de los derechos humanos por encima de todo. Estamos construyendo un mundo mejor.
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