Shudu ha tomado el mundo de la moda por sorpresa con su inmensurable éxito. Hace ya dos años, Shudu hizo su debút en instagram y más tarde su debút en la industria de la moda con la lujosa marca italiana Fendi. La modelo sudafricana impactó desde el principio con sus despampanantes rasgos y profundo color de piel. Aunque Khoudia Diop, Alek Wek y Nyakim Gatwech han debutado el título de la modelo de piel oscura más exitosa, ninguna ha subido a la fama tan rápido y con tanta tracción como Shudu Gram. La representación de mujeres negras en la industria de la moda es poca, así que Shudu representa un cambio grande en materia de representación. Entonces, ¿Cuál es el problema con Shudu? Shudu no es real. Shudu es una modelo digital generada por computadora. Fue diseñada en 2017 por un hombre blanco de ahora 29 años llamado Cameron-James Wilson, quien desde entonces vive de las ganancias que produce la modelo, quien siendo la primera supermodelo digital, le ha ganado un nombre en la industria, además de mucho dinero. Aunque a simple vista estos hechos no parecen un problema, una mirada más cercana a la situación deja ver la preocupante realidad del futuro de la industria.
CAMERON-JAMES WILSON Y SUS MODELOS DIGITALES
Cameron-James Wilson era originalmente un fotógrafo de moda. En lo que describe como uno de sus peores momentos de depresión, se dedicó por horas a modelar en 3D a Shudu en su apartamento en Weymouth, en el Reino Unido. Tras el éxito de la modelo, Wilson se dedicó a crear al total de siete modelos que componen su agencia de modelaje digital, The Digitals. Cabe resaltar que Shudu nunca perdió su lugar como proyecto estrella. Es por mucho a quien más dedica tiempo Wilson y quien le significa la mayor ganancia. El fotógrafo confiesa haberle añadido textura en la piel casi compulsivamente para hacerla ver más real, hasta el punto de que ahora debe suavizar su piel en photoshop como lo haría con cualquier modelo.
Esta obsesión con la perfección e hiperrealismo de Shudu, fue lo que la mantuvo “escondida” bajo el ojo público, es decir, pasando por una modelo real. Aunque los demás modelos de The Digitals no son tan increíblemente realistas, lo son lo suficiente como para tomarse por personas reales de estar descontextualizado. Aunque se niega a decir públicamente cuánto dinero le genera su agencia, Sequoia Capital calcula que podría tratarse de un negocio avalado en 125 millones de dólares, basado en el valor de la compañía que produce a la influencer digital Lil Miquaela. Lo que realmente diferencia a Lil Miquaela de Shudu, sin embargo, es la falta de agencia. Los creadores de la adolescente digital se preocuparon por darle una personalidad, pero Shudu no es más que un objeto. Una pasada rápida por su instagram, evidencia la voz de Wilson en cada una de las capturas. Shudu no habla, no escribe, no es más que un maniquí realista, con el trabajo de una modelo real.
ACUSACIONES DE RACISMO
Es difícil no notar el elefante en la sala: Cameron-James Wilson es un hombre blanco, y su agencia de modelos creados por sí mismo hace la mayor parte de su dinero de sus modelos negros, Shudu, Brenn y Koffi. El fotógrafo británico ha sido criticado fuertemente por parte de personas dentro y fuera de la industria, pues llaman a su uso de estos personajes la “admiración de la belleza negra sin la interacción con la negritud”, “blackface digital”, “apropiación cultural” y “blackfishing”. Es difícil defenderse cuando el argumento toma fuerza en forma de definición: El blackface, por ejemplo, es la práctica de performance en la que un hombre blanco gana dinero presentándose como una caricatura ofensiva de una persona negra.
Uno de los argumentos más fuertes en contra de Wilson es el de la tokenización y fetichización de la mujer negra. Shudu fue diseñada como una mujer sudafricana por un hombre que jamás ha estado en África. En búsqueda de su nombre, le pidió a una conocida que le diera una lista de nombres sudafricanos, y de dicha lista escogió “Shudu” por sonarle más bonito, sin tomar en cuenta que los nombres africanos suelen tener profundos significados. También basó el diseño de la cara de Shudu, una mujer supuestamente sudafricana, en una Barbie y varias modelos sudanesas, resultando en una apariencia claramente Sudanesa, reforzando la perspectiva de África y de la negritud como un monolito, y no como un continente diverso y heterogéneo, hogar de cientos de etnias distintas; además de reforzar a Barbie como referente del cuerpo femenino.
Al ser confrontado con las acusaciones de blackface y de estarse llenando los bolsillos con la imágen de una mujer negra, dijo que si fuese racista no contrataría a una mujer negra para que le sirviera de modelo para Shudu. Este argumento deja con un sinsabor al público, a quienes les recuerda al argumento trillado de “No puedo ser racista porque tengo un amigo negro”. Wilson defiende que su elección de tener no uno, sino tres modelos negros en su agencia, es porque notó una “moda” de contratar modelos de piel muy oscura, y simplemente hace lo mejor para que The Digitals consiga contratos. Contradictoriamente, dice también que es muy exigente con los proyectos que acepta para sus modelos, y que rechaza contratos de no gustarle la marca.
Su defensa se pone en duda constantemente. Al preguntarle si había investigado el por qué de las acusaciones, el fotógrafo respondió a Vice que sí, que investigó y simplemente no estuvo de acuerdo. Cuando la afamada youtuber de Natalia Taylor hizo un video acerca de lo problemático de la situación, el creador de Shudu la contactó para intimidarla y llamó su video “desinformado”, a lo que ella respondió que aunque no le llamaría un racista de pies a cabeza, seguía encontrando racistas muchas de sus actitudes. Eso sí, puede que haya algo de verdad en su afirmación de que no hay fetichización y todo se trata de lo que esté de moda: Tras la ola de modelos de talla grande con piel sin retocar, Wilson le añadió estrías a su modelo de talla grande Brenn, además de aumentar su talla.
REPRESENTACIÓN EN LA INDUSTRIA
Por generaciones, la piel oscura ha sido un obstáculo en el mundo del modelaje. La segregación no se veía sólo en el trabajo o en la televisión, sino también en las revistas y publicidad, en las que la moda popular era un mundo blanco. Las mujeres negras que se consideraban “aceptables” en dicho mundo, eran quienes tuviesen los rasgos más eurocéntricos y la piel más clara, y fue tan solo en 1966 cuando Donyale Luna fue la primera mujer negra en estar en la portada de Vogue. Siguió sus pasos la supermodelo somalí de los 70, Iman, quien se quejó de haber sido alabada en la revista Essence por parecer una “mujer blanca sumergida en chocolate”.
En materia de representación, el mundo vio a su primera supermodelo negra no-eurocéntrica en los 80 durante el pico de la fama de la modelo jamaicana Grace Jones, y fue Alek Wek en su debút en 1995 la primera vez que una mujer africana con un tono de piel profundo llegara a la cima de la pirámide del modelaje.
La representación de la mujer negra en la industria de la moda es escasa, así que no es sorpresa el sinsabor de las modelos negras al ver que uno de los nombres más grandes de la industria es una mujer generada por computador que cumple un estándar de belleza imposible, y cuyas ganancias enriquecen a un hombre blanco sin verdaderos lazos con la comunidad. Esto significa un futuro de una nueva segregación, en la que sólo las modelos que entraban previamente al canon de belleza podrían conservar sus trabajos, y las modelos “diversas” podrían ser reemplazadas con facilidad por quienes monopolizan la tecnología, en versiones maleables, que no envejecen, que no engordan, que “engordan bien”, y que son “diversas” pero no tienen voz. Modelos artificiales por medio de las cuales se puede capitalizar la diversidad.
Cosmopolitan, Vogue, Harper’s Bazaar, Fendi y muchas eminencias de la industria, han caído a los pies de Shudu en adoración. En la página web de su agencia, Wilson se jacta de los increíbles contratos que consigue Shudu con las más importantes marcas de la industria de la moda. Es cierto que ha hecho algo sin precedentes, y la tecnología y dedicación detrás de su agencia es innegable. Pero hay un problema: Hay un puesto en donde podría sentarse una modelo negra, en el que hoy se sienta James-Cameron Wilson. El uso de cuerpos negros como objetos, evidencia esta situación, no se acabó, sino que evolucionó.
Carolina Benitez Mendoza
Afrocolombiana. Profesora de idiomas.
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