Francisco Idareta Goldaracena, Universidad Pública de Navarra
El compromiso ético de las trabajadoras sociales y los trabajadores sociales es su principal seña de identidad. Por ello, son capaces de diferenciar el paternalismo positivo del paternalismo negativo.
El paternalismo negativo es ese que se prohíbe en su código deontológico y que consiste en hacer el bien a la persona usuaria sin tener en cuenta en ningún caso qué opina sobre su bienestar (“lo hago por tu bien, pero sin tenerte en cuenta”). En cambio, el paternalismo positivo es aquel que es permitido a las y los profesionales por código deontológico y que consiste en priorizar el bienestar de la persona usuaria a su autonomía en los supuestos indicados en él.
Efectivamente, en la mayoría de sus intervenciones sociales, las y los profesionales eran capaces de identificar esos dos tipos de fenómenos: paternalismo positivo y paternalismo negativo. Pero, a través de diferentes investigaciones, constatamos que tenían dificultades para identificar los diferentes tipos de abusos de poder en los que podían incurrir en cada una de esas categorías. Por ese motivo, ideamos la Escala de Violencia a la Persona Usuaria (EVU) para facilitar la identificación de toda esa gama de comportamientos que van desde el paternalismo más negativo al más positivo.
La escala contempla diferentes tipos de comportamiento que van desde la mala praxis al comportamiento moral por excelencia. Posee dos extremos: la violencia paternalista y la violencia antipaternalista. La primera se refiere al comportamiento profesional en el que únicamente se vela por hacer el bien a la persona usuaria, prescindiendo de prestar atención a su decisión autónoma. Por su parte, la violencia antipaternalista se sitúa en el extremo opuesto: se le da prioridad a la decisión autónoma de la persona usuaria sin tener en cuenta las consecuencias que ello vaya a tener para su bienestar.
Estos dos extremos, que van desde la imposición a la dejadez de los profesionales, son los comportamientos de mayor virulencia en la escala.
Paternalismo y violencia
Con un rango de virulencia menor, le siguen la violencia metafísica paternalista y la violencia metafísica antipaternalista.
La violencia metafísica se refiere a la predisposición cognitiva que las y los profesionales tienen al abuso de poder.
Así, la violencia metafísica paternalista es la que nos predispone a la violencia paternalista y la violencia metafísica antipaternalista a la violencia antipaternalista. Es decir, cuando pensamos en dar prioridad exclusiva al principio de bienestar, nos referiríamos a la violencia metafísica paternalista y, cuando pensamos en dar prioridad únicamente al principio de autonomía, estaríamos hablando de violencia metafísica antipaternalista.
Los siguientes grados de la escala son el paternalismo benigno y el antipaternalismo benigno.
El calificativo de benigno se refiere a que son comportamientos paternalistas o antipaternalistas permitidos en el código deontológico de la profesión. Es decir, el paternalismo benigno consiste en dar prioridad al bienestar de la persona usuaria prescindiendo de su decisión autónoma, basándonos en los supuestos indicados en el código deontológico. En cambio, en el extremo opuesto, el antipaternalismo benigno daría prioridad a la autonomía de la persona usuaria sin prestar atención a su bienestar, siguiendo los supuestos señalados en el código.
Por último, el no paternalismo es el comportamiento ético por excelencia al que todas y todos los profesionales debemos aspirar y consiste en velar por el bienestar de la persona usuaria teniendo en cuenta su decisión autónoma.
Para conocer el grado de abuso de poder en el que tienden a incurrir las y los profesionales, ideamos el Cuestionario de Violencia a la persona Usuaria (C-IVU). El C-IVU permite identificar la tendencia de cada profesional de un modo sencillo. Se responde a las diferentes afirmaciones del cuestionario a través de una escala Likert, se suman las puntuaciones dadas a cada una de tales afirmaciones y se divide en cada categoría, según se indica en la plantilla en la que se realiza el cómputo final. Así, la puntuación más elevada es la que da cuenta de la tendencia principal del profesional.
La herramienta es fundamental en la formación ética de las y los profesionales, así como para el asesoramiento llevado a cabo por los Comités de Ética y las Comisiones Deontológicas, ya que permite concienciar al colectivo sobre el abuso de poder en el que pueden incurrir. El C-IVU ha sido diseñado y nuevamente validado en la Universidad Pública de Navarra (Revista de Treball Social) y busca sensibilizar a las trabajadoras y los trabajadores sociales sobre la importancia de la formación ética y deontológica para el logro de la excelencia profesional.
Esta investigación, pionera en España, ha sido financiada por el Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno central y se prevé la creación y desarrollo de una aplicación que posibilite la medición del abuso de poder de cada profesional desde cualquier dispositivo tecnológico.
Francisco Idareta Goldaracena, Doctor en Trabajo Social. Docente e investigador, Universidad Pública de Navarra
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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