Un amigo y yo debatíamos hace poco sobre el significado de misoginia. Al parecer, me dio la sensación de que es una palabra fuerte, porque al decirse en voz alta para describir ciertas posturas, tiende a escandalizar al interlocutor. Pero como suele suceder que escándalo refleja desconocimiento, será mejor exponer la definición del diccionario. Y ya que en este artículo se aludirá a cierto personaje que tiene amplia relación con la RAE, de la que además suele enorgullecerse a menudo, extraer su definición de aquí nos resultará bastante conveniente.
misoginia
Del gr. μισογυνία misogynía.
- f. Aversión a las mujeres.
La industria del cine, fiel a su actividad veraniega donde nos saca remakes que son décimas partes de clásicos, ha servido la polémica presentándonos su nueva versión de Cazafantasmas, en la que los protagonistas masculinos han sido sustituidos por mujeres, con el fin de innovar y darnos heroínas, y cuyas actrices han recibido una ola de insultos y críticas.
¡Pero si ya había mujeronas en el cine, en esas películas clásicas, para qué queréis más! Arturo Pérez-Reverte nos ilustró hace tiempo con unas cuantas perlas sobre el tema, en su artículo: Mujeres como las de antes. Aquí él nos expone cómo echa de menos a las mujeres de verdad, las mujeres de bandera. Una lee el inicio de su artículo y piensa automáticamente en mujeres con carácter, inteligentes y valientes, en una Simone de Beauvoir, una Angela Davis, una Clara Campoamor, alguna tía o madre que tuviera un par de ovarios, aludida por el señor. No, nada de eso. Resulta que para él una mujer de armas tomar es aquella que está buena y sabe andar con tacones. “Y no solo era el cine”, dice, “sino la vida real”. Porque no espera que se necesiten más requisitos. La mujer tiene que ser adorno en la pantalla y fuera de ella, de modo que a la que anda mal con tacones (que en el artículo da la impresión de que usarlos son un don natural), dan ganas de: “piadosamente -¿acaso no se mata a los caballos?-, abatirla de un escopetazo”, mientras que las mujeres no atractivas físicamente están condenadas a ser calificadas como: “unas focas desechos de tienta”. Para no terminar siendo un desecho, es necesario que la niña, desde que aún viste babi, intente aprender cuanto antes cómo moverse con ropa y zapatos incómodos como pez en el agua. Tiene toda una vida por delante para ensayar. Entendemos que las mujeres de Cazafantasmas no serían, por lo tanto, mujeres de armas tomar.
La importancia del lenguaje
La mujer válida es, por lo tanto, la mujer sexualizada, evaluada en función de unos cánones que dejan bastante que desear, cuyo veredicto se resume en o a la cama o a la hoguera.
Se trata de la misma persona que humilla ante toda España a una mujer a la que no considera “señora” (en este artículo, que esta semana está dando de qué hablar), porque la buena mujer ha puesto en riesgo su ego. Y una de sus perlas consiste en afirmar que a la señora seguro que una librería le es de muy poca utilidad. ¿Cómo? ¡Pero si en su retrato de mujer ideal usted no mencionaba los libros! ¡Creí haber leído sólo sobre medias y tacones!
La misoginia no se manifiesta como la parca con un cartel colocado sobre la frente que diga: “aversión a las mujeres”. La misoginia consiste en degradar a la mujer hasta tal punto que lo mejor a lo que puede aspirar siendo mujer, según parece, es a saber contonearse.
El señor Pérez-Reverte, en realidad, quizá se refería a que una “mujer de bandera” es literalmente una: sirve de adorno y se puede lucir en bautizos y comuniones, sus mejores atributos son físicos y está mejor con la boca cerrada. Supongo que cada cual busca patrones que le complementen.
¿Y a qué nos lleva este ideal, tan presente en la actualidad? A algo bastante peligroso, sin duda. Y si no, que se lo digan a las actrices de Cazafantasmas, y en especial a Leslie Jones, que ha tenido que pagar el pato por ser negra y por ser mujer.
En todas las películas de ficción hay hombres y mujeres, y es lógico asumir que cada cual se identifica con quien mejor le representa. Digamos que, cuando un hombre ve Batman, El Padrino y Spiderman, se siente representado o sueña con ser Batman, Michael y Vito Corleone, y Spiderman. Así pues, cuando yo, como mujer, veo Batman, El Padrino, y Spiderman, sueño con ser… Batman, Michael, y… Vaya.
La mujer real VS la mujer ideal
En el mundo hay dos tipos de mujer: la mujer real y la mujer ideal. Sólo una de ellas existe, pero únicamente la mujer real parece saberlo. Así sucede que, numerosas veces que vemos una película o abrimos un libro, las espectadoras nos identificamos mejor con el héroe masculino, el protagonista, obviando al arquetipo de mujer simple de turno que claramente no es nosotras. En la ficción hay una tendencia a describir a la mujer en función de sus atributos físicos, en vez de resaltar sus facultades intelectuales o personalidad. De esta manera, antes que identificarnos con alguien que no existe, las mujeres aprendemos a identificarnos con los personajes masculinos, que representan a la vez nuestro contrapunto (género opuesto) y nuestro igual (alguien a quien aspirar a ser, admirar sus facultades porque las reconocemos o las deseamos como nuestras). Sin embargo, el hombre no necesita salir de su género para sentirse representado de forma verosímil: se siente representado por el héroe, y cree erróneamente que las mujeres correspondemos a esa chica dulce, boba y buenorra que espera ser rescatada; en caso de que las mujeres en la realidad no se correspondan con eso, es que algo va mal en ellas. Nos vemos obligadas a alinearnos con los únicos personajes de las películas o libros que parecen personas competentes. Y el mismo fenómeno sucede en la vida: “yo no conduzco como una mujer”, “yo peleo como un hombre”, “yo llevo los pantalones”.
¿Qué ha sucedido en Cazafantasmas? Han cambiado de género a los roles protagonistas, han contratado a actrices de más de treinta años, que no serían consideradas atractivas según los cánones tradicionales, que son listas y que son graciosas. La misma personalidad que sus versiones masculinas, incluyendo el porcentaje 3 blancos + 1 negro. No responden al ideal femenino, no van en tacones, no necesitan ser salvadas. La respuesta ha sido una campaña de acoso, insultos, comentarios machistas y racistas. Y todo porque la mujer debería estar donde le corresponde, y seguir siendo esa ficción de debilidad, belleza y contoneo sobre un par de tacones. Leslie Jones a punto estuvo de abandonar Twitter debido a que fue duramente atacada duramente por hacer su trabajo, ser actriz en papel protagonista, llegando a ser comparada con un mono. (¿Nos suena esto de los primeros párrafos, lo de comparar a mujeres con animales por su físico?).
¿Por qué a ella sí y a otras no? ¿Se puede pensar que muchas infancias se han herido porque se ha cambiado algo que ya existía, como quien se quejaba de las Reinas Magas? Ya me gustaría a mí que la industria del cine innovara en vez de repetir remakes. Pero no me imagino en absoluto los insultos que han recibido estas actrices si se hubiera dado el caso opuesto con actores. La clave quizá esté en que las de toda la vida han sabido estar en su sitio, representando a secundarias, pongamos como ejemplo el brillante papel que interpreta Amy Adams (estupendísima actriz que por suerte ha hecho muchos otros papeles) en Batman VS Superman. Lois Lane es torpe, con poco guión, está de buen ver, no tiene ni pizca de humor, y cuando conviene entorpece o se pone de lado para que los protagonistas puedan hacer su trabajo. Ese es el cajón en el que se nos encierra, aquí están las “mujeres de bandera”. Cualquier intento de rotura de este molde y representación real tanto en atributos como en porcentajes de aparición en las películas es acusado de feminazismo, cuya familia de términos desacreditativos tiene sus versiones light para aquellos que pretenden no perder mucho las formas: sistema de cuotas, propaganda ideológica, y mi favorita, corrección política.
Y así vivimos, con esta disonancia producida por la doble vara de medir: cuando decimos que somos iguales y no es necesario pasar antes por la puerta, ni hace falta que nadie se ofrezca a pagar la cuenta o caminar por dentro de la acera debido al género, se ve como el rechazo a la buena educación. Por otra parte se nos dice que somos iguales y que una mujer puede llegar a cualquier meta sin problema, pero vemos que claramente el trato es diferente a la hora de llegar a esas metas. Se nos dice que el feminismo no es necesario a estas alturas, mientras que artículos como éste campan a sus anchas, y el mismo que humilla a una mujer aludiendo a su intelecto, no menciona en ningún momento el cerebro a la hora de describir a, según él, la mujer ideal. En el camino de crecer, nuestra autoestima se ve dañada por partida doble, al intentar estirarse en direcciones opuestas: ser persona autorrealizada y ser mujer; y en el camino de alcanzar ambas cosas, terminamos partiéndonos por la mitad.
¿Qué es misoginia, pues? Un ejemplo claro es este. La perpetuación de la fantasía de la mujer ideal, dulce y boba que está buena y busca ser rescatada, sin interesarse si ésta existe o no, facilitando así la aversión a la mujer real, la de carne y hueso, es misoginia.
Autora: Cristina Muñoz
Artículo de Pérez- Reverte: http://www.perezreverte.com/articulo/patentes-corso/156/mujeres-como-las-de-antes/ .
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En lo demás no voy a entrar, porque da para mucho debate y no es lo que quiero comentar, pero si que hay un detallito que me fastidia cada vez más: el tema de ceder el paso en las puertas. Eso es, aunque no quieras creerlo, un tema de educación y de ser amable, a pesar de que queráis (o necesitéis) ver machismo en eso también. Cuando yo le sujeto la puerta a una mujer, si, lo hago por educación. Al igual que le cedo el paso a otro hombre, a un negro, a un moro, o a quien sea, y paso (y doy las gracias) si alguien me sujeta la puerta a mi.
A ver si ahora dar los buenos días también va a ser machista.
¿Sabes lo que ocurre? Cuando yo hago lo mismo y abro la puerta por educación a una persona, los hombres por lo general insisten en cederme a mi el paso en vez de aceptarlo sin más. Cosa que nunca me pasa cuando es a una mujer, que simplemente da las gracias y acepta el gesto. Si tú abres la puerta a la gente indistintamente de su género me parece genial pero aún hay un porcentaje muy elevado de hombres que solo lo hacen si se trata de una mujer. Así que sí, es una costumbre machista que todavía se da muchas veces y debería ser entendible que nos moleste.