Ana Tijoux
No podría empezar a hablar de Ana Tijoux sin hablar de Nina Simone. A Nina la arrastraba una tristeza singular. Una tristeza y una rabia que envolvía toda esa esfera músical, universal y contenida de pura genialidad, que el racismo intentó encapsular durante casi toda su trayectoria sin mucho convencimiento, porque Nina era indomable. Su música y su genialidad fueron indomesticables.
Y diréis ¿por qué empiezo a hablar de Nina Simone si este artículo va dirigido a Ana Tijoux? La primera vez que la vi fue en el cumpleaños de Jael. Vestía de colores. Camisa floreada, pelo corto, shorts tejanos y un abanico gigante que llevaba en la mano, ayudando a aminorar el pegoste de una de las tardes más calurosas de julio. Llegó risueña y silenciosa. Sin hacer ruido al andar. Y tuve la s...