De la diáspora al metaverso
Cuando una adolescente negra en Madrid inicia sesión en su videojuego favorito, se topa desde el primer momento con la imposibilidad de verse representada. Los tonos de piel que ofrece el sistema varían entre un beige genérico y un marrón artificial, más parecido al color del mobiliario que al de una piel humana auténtica. Las alternativas de cabello se limitan a dos estereotipos repetidos hasta el cansancio: el afro absolutamente perfecto y las trenzas rígidas y apretadas. Aunque puede elegir ser un elfo, un orco o incluso un extraterrestre de tres ojos, se le niega la opción más básica y fundamental: existir digitalmente tal y como es. Ese es el mensaje silencioso pero persistente que la industria tecnológica envía cada día a millones de jugadoras negras en todo el mundo.
El metaverso...


