Estamos completas

Así arrancó todo. Corría una brisa envolvente en el Monte Filopapos de Atenas y ahí estábamos los dos, Amadou y yo. Nos rodeaban decenas de griegos pero estábamos solos. Fue la primera vez en mi vida que le hablé a Dios y le dije que, si existía, no tenía miedo, que me llevara. Que era feliz.

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