El feminismo no puede ser algo que no nos cuestionemos, no puede ser una imposición, no puede vivirse con instrucciones ni actitudes supuestamente merecedoras del título. El feminismo no puede ser intocable ni sagrado. El feminismo no debe generarnos idolatrías pero tampoco arruinarnos la vida, como muchas rezan. Pienso que el feminismo debe ser ese espacio al que acudimos para deconstruirnos en función de construir formas de sentipensar que no estén basadas en relaciones de poder ni en conductas punitivas. El feminismo puede ser un espacio para abrazar nuestras contradicciones, para imaginar las realidades que queremos e intentar levantarlas, pero más importante que eso, el feminismo debe seguir siendo un punto de partida para discutir, problematizar y denunciar, dentro o fuera de él.