El otro día fui a casa de mi sobrina de 10 años para peinarla, le había traído unos productos para el pelo y quería explicarle cómo debía utilizarlos. Para mi sorpresa, descubrí que le habían hecho estira.
“Estira” es como se le llama en Guinea Ecuatorial, en España y América Latina creo que es más conocido como desrizante o alisador. Mientras mis dedos atravesaban su cabello sentí como viajaba en el tiempo a mi infancia y a buena parte de mi adolescencia. Hacía tanto tiempo que no tocaba cabello estirado que hasta me resultaba extraño. Parecía haber borrado de mi memoria prácticamente un capítulo de mi vida, y no un capítulo precisamente corto teniendo en cuenta que me estiré el cabello desde los nueve hasta los 18. Si, durante casi 10 años, y he de añadir que durante una buena temporada llegué a retocarme las raíces todos los meses sin falta. No lograré jamás entender como no me quedé calva. Empecé a hacer preguntas a mi sobrina sobre su pelo y sus respuestas me fueron refrescando la memoria. Hacía tanto tiempo que no pensaba en ello. Recordé el picor, el ardor, esa sensación de satisfacción cuando llevas el pelo recién hecho, correr a enjuagarme porque no aguantaba el picor, hacerme alguna que otra pupa, sentir que mi pelo por fin se movía con el viento como el de las otras niñas.
Ahora, a mis 24 años, sería incapaz de hacerme estira. Tengo una relación sana con mi cabello, los cuidados que necesita y el trabajo que implica llevarlo natural ya no son un castigo. Lavarlo, desenredarlo, trenzarlo, masajearlo con aceite, llevar mascarillas durante horas, todas esas cosas que antes me habrían dado fatiga solo de pensar en ellas, ahora son algo que disfruto y que espero con impaciencia, una excusa para quedarme en casa y pasar horas mimándome.
Mientras sentía el cabello de mi sobrina entre los dedos, me preguntaba: Sé que es dañino para el cabello, pero si tuviese que explicarle el porqué, creo que la respuesta sería muy poco convincente. ¿Qué es la estira? ¿Qué ingredientes contiene? ¿Por qué pica? ¿A quién se le ocurrió la idea? ¿Es realmente dañino? ¿Cómo ha evolucionado el producto?
Este artículo intenta dar respuesta a todas estas preguntas. Si un día mi sobrina decide cuestionarme, lo que probablemente sucederá, tendré un arsenal lleno de argumentos para respaldar mi punto de vista y no responderé con el típico: ¡Porque lo digo yo y punto! Además, soy mayor que tú.
ESTIRA: UN PRODUCTO CONTROVERTIDO
Tiene gracia, pero el hombre que inventó la máscara de gas y el semáforo es el mismo que inventó, de forma accidental, la estira. Se trata de Garrett Augustus Morgan. Ocurrió a principios del siglo XX (no puedo asegurar una fecha exacta, pero es entre 1905 y 1910) Cuenta la leyenda que G.A Morgan intentaba reparar una máquina de coser que había quemado una tela de lana, algo que por lo visto sucedía bastante en aquel entonces debido a la velocidad en la que la aguja atravesaba la tela. Estaba trabajando en un líquido para lubricarla y acabar así con el problema cuando se dio cuenta de que el líquido había alisado la textura de la tela. Como no estaba seguro, decidió probar ese líquido en el perro del vecino, un perro airedale terrier de pelo rizado. El experimento fue todo un éxito, el pelo del perro se tornó completamente liso. Tal fue la transformación que el vecino no reconoció a su propio perro.
Así fue como decidió experimentar con el mejunje en su propio cabello y se dio cuenta de que tenía entre sus manos la receta del primer desrizante/estira. Convirtió el líquido en una crema para una aplicación más sencilla y así vio la luz la G. A. Morgan Hair Refining Cream. Rápidamente fundó la G.A. Morgan Hair Refining Company, empresa que poco después contaría con toda una línea capilar para el cuidado y moldeado del cabello afroamerican
En 1954 George E. Washington fundó el imperio Johnson Products. Esta compañía lanzó al mercado un desrizante químico y permanente para hombre llamado Ultra Wave Hair Culture.
La versión femenina Ultra Sheen no tardó en aparecer (1957) y las ventas se dispararon; y no es de extrañar, se trataba de una crema capaz de realizar el sueño de muchas mujeres negras, obtener de forma más o menos permanente un cabello liso.
Sin embargo, no fue hasta 1971 que apareció la famosa estira con “lejía” que todas conocemos de la mano de Proline, fabricante de Dark and Lovely.
El ingrediente responsable del cambio de textura del cabello en este tipo de estira es el hidróxido de sodio (NaOH). Resulta que el hidróxido de sodio también es conocido como sosa cáustica o lejía, entre otros. La industria se refiere a este ingrediente como “lye”, así que para no complicarnos la vida utilizaremos el mismo término genérico en español “lejía”. Este ingrediente descompone la queratina del cabello, dejándolo mucho más lacio. El proceso se llama lantionización de las fibras de queratina. Este tipo de estira no hay que mezclarlo y tiene un PH bastante elevado, de entre un 13 o 14, por lo que es bastante ácido.
Es “suave” en el cabello, pero muy agresivo para el cuero cabelludo. No deja residuos minerales por lo que el cabello no está reseco después de la utilización. Puede y suele irritar el cuero cabelludo y es por eso que pica, y si no se retira a tiempo, sientes literalmente que quema. Pese a sus ingredientes es el tipo de estira que “menos” daña el cabello y el más efectivo en cabello que denominamos muchas como “duro” o “indomable”. Es el tipo de estira que siguen utilizando muchos profesionales ya que es muy efectivo, pero requiere una aplicación muy rápida y precisa, sin olvidar seguir las instrucciones al pie de la letra si queremos evitar desgracias (como asegurarse de no aplicar bajo ningún concepto la estira en el cuero cabelludo).
La estira se convirtió en un negocio muy lucrativo y la industria no se dejó ni un solo nicho por explotar. La estira para niños salió al mercado y fue un verdadero éxito. Se trataba de una versión diluida de la estira que garantizaba a las madres poder manejar sin llantos ni quejas el cabello de sus hijas. La industria jugó con todos los aspectos que podían hacer que una madre cayese en la tentación. Promesas de un cabello fácil de peinar, sin llantos, sin quejas, sin tirones, en referencia a ese sentimiento de culpabilidad que conocían bien las madres protagonizaron las campañas.
Desde su lanzamiento al mercado hubo numerosos casos de quemaduras e incluso de alopecia. Mucha gente empezó a preguntarse si este producto no era dañino. El hidróxido de sodio se utiliza en la fabricación de papel, tejidos, y detergentes. A nivel doméstico, son reconocidas sus utilidades para desatascar tuberías de desagües de cocinas y baños, entre otros. Es decir, que el mismo ingrediente que se utiliza para “derretir” el cabello que se queda atascado en nuestras tuberías es también el responsable de alisar el cabello afro. Si hidróxido de sodio entra en contacto con los ojos, puede dejar a uno ciego y parece ser que incluso respirarlo a menudo puede dañar los pulmones de forma permanente. Numerosos estudios se llevaron a cabo acerca de la estira, entre ellos cabe destacar el de la doctora Lauren Wise de la universidad de Boston sobre la posible relación entre la estira y la tasa de fibroides uterinos en las mujeres negras en E.E.U.U.
En respuesta la industria lanzó al mercado un nuevo tipo de estira sin “lejía”. En este tipo de estira el hidróxido de sodio es sustituido por ingredientes como el hidróxido de litio (LiOH), el hidróxido de potasio (KOH), el hidróxido de calcio (Ca(OH)2) o la guanidina. Este cambio de ingrediente activo también modifica el proceso y el resultado. Este tipo de estira hay que mezclarlo para activarlo y tiene un PH más bajo. Es más suave para el cuero cabelludo, pero más agresivo para el cabello. Deja un deposito mineral que hace que después de la utilización notemos el cabello más reseco que de costumbre. Irrita menos el cuero cabelludo por lo que la sensación de picazón es mucho menos intensa. El proceso es ligeramente más largo puesto que el cabello tarda más en procesarse. Es el más conveniente para cabello fino o normal.
Las campañas de publicidad se centraron mucho en este cambio de ingrediente para tranquilizar a la clientela. La estrategia funcionó, eso es innegable. Aun así, se empezaban a oír voces que consideraban que sustituir un químico por otro no era suficiente, que había que atacarse a la raíz del problema, la necesidad que sentía la mujer negra de alisarse el cabello, la asociación del cabello liso con cabello arreglado, con éxito y la del afro con negligencia, con precariedad.
En 2009 se estrenó el documental de Chris Rock “Good Hair”, un documental que pretendía informar, educar y alertar de forma divertida. Pese a que el documental no profundizó en la raíz del problema, si consiguió prevenir a mucha gente sobre la técnica de estirar químicamente el cabello y arrojó luz sobre el aspecto económico.
En el 2010 se celebraron los 100 años desde la aparición de la estira, y que mejor regalo que el nacimiento de un movimiento a favor del cabello natural. Esta corriente se expandió por todo EEUU. Numerosas mujeres decidieron llevar su cabello natural, algunas como forma de reivindicación de su negritud, otras por motivos de salud y otras como protesta a la imposición del canon de belleza europeo a nivel mundial.
Su impacto cambió la industria. Trajo consigo un interés en la salud, y con ello, un especial interés en los ingredientes. Es así como el aceite de oliva, la manteca de karité o el aceite de coco, por citar algunos, aparecen como ingredientes en la estira. Ingredientes milagrosos que parecen transformar la estira en prácticamente un tratamiento capilar que no solo alisa, sino que también nutre, protege y repara. Muchas empresas han introducido términos como orgánico o herbal a sus gamas de estira. Estos ingredientes no sustituyen a los químicos que preocupan a los consumidores y los precios no han aumentado de forma significativa, lo que indica que probablemente el porcentaje sea ridículamente bajo y no mejore de forma relevante el producto. Sin embargo, esta estrategia de marketing ha sido todo un éxito. El consumidor se siente mejor, cree haber hecho una mejor compra y está seguro de no dañar tanto su cabello. La industria ha conseguido así extinguir ese deseo relativamente nuevo de ser saludable en un consumidor que se hace eco de la información, pero sin jamás profundizar realmente.
Las ventas han disminuido pero la estira sigue siendo una técnica de alisado popular. La gente hace un uso más consciente y menos excesivo del producto, pero está lejos de desaparecer. En mi humilde opinión, no debería de hacerlo, el cabello es un accesorio para muchos y esta técnica es dañina, pero también lo son la coloración del cabello y otras muchas prácticas. Lo que diferencia a la técnica de estirarse el cabello de las demás son las circunstancias en las que nace y se expande y la simbología que arrastraba y continúa arrastrando hoy en día. Creo que lo importante es informarse sobre la técnica para poder tomar después una decisión, respetable sea la que sea.
Eso sí, no puedo evitar aprovechar la ocasión para recomendar a cualquier madre que mantenga a sus hijos lo más lejos posible de las estiras infantiles.
Antonina Cupé
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Muy interesante pero revisa por favor la parte química!! Un pH muy elevado no es algo ácido sino básico…. Lo lamento pero después de ese error no puedo creer de algún otro dato científico que colocas.