Anatomía del racismo en el mercado laboral español
«Conmigo parece que la exigencia es siempre mayor. No importa cuánto me esfuerce, nunca es suficiente, siempre tengo que hacer más». Esta frase, o una muy parecida, ha resonado en la cabeza de incontables mujeres negras y racializadas en sus puestos de trabajo. No es una paranoia. No es el síndrome de la impostora. Es el primer aviso, esa alarma interna que te dice que algo, sencillamente, no va bien. Este sentimiento, que no es una simple percepción o una inseguridad personal, es el primer síntoma de una violencia estructural que hemos normalizado hasta la médula. Es la prueba de que existe un sistema que además de excluirte, te manipula para que dudes de tu propia realidad, de tu valía y hasta de tu salud mental.
Este camino hacia la duda es una de las consecuencias mejor documentadas...


