De la invisibilización a la apropiación de nuestras religiones ancestrales
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De niña me sentaba en una minúscula ventana que daba a la calle, de rejas negruzcas y oxidadas a mirar el cielo y ver la gente pasar. Aún era muy pequeña, para andar mataperreando con los niños del barrio, que me superaban en tamaño y picardía, y ya era muy grande para jugar con cuquitas de papel. Así que solo me quedaba la minúscula ventana, y aquel basto universo, que envolvía mi solitaria niñez. Contaba estrellas, y le cantaba la canción de la telenovela de turno a La Luna, que miraba impasible las ensoñaciones, de una niña distraída con tendencia a la fantasía.
Mi fascinación por la dama misteriosa, siempre me ha acompañado, y con ella, todo el heraldo de tradiciones que conforman una fe, que me acuna, y con la que camino desnuda, desafiando las tentativas ...