viernes, diciembre 5

6 formas en que la colonización sigue presente en los cuerpos racializados

Aunque a menudo se nos presenta la colonización como un episodio del pasado, sus huellas siguen profundamente inscritas en los cuerpos racializados. Estas cicatrices están muy presentes como una serie de violencias, imposiciones y jerarquías que siguen moldeando la forma en que nuestros cuerpos son leídos, juzgados, vigilados y controlados. Aquí presentamos seis formas concretas en las que la colonización sigue operando en nuestros cuerpos:

1. La blanquitud como norma estética

La colonización impuso un canon de belleza basado en los rasgos europeos: piel clara, nariz fina, cabello liso. Hasta hoy, los cuerpos que se alejan de ese modelo siguen siendo marginados en medios, industrias cosméticas, escuelas y espacios laborales. Desde los alisados obligatorios en entornos escolares hasta la invisibilización de pieles oscuras en publicidad, la colonialidad estética impone que todo lo no blanco debe ser corregido, suavizado o eliminado.

2. La sexualización y fetichización del cuerpo racializado

Durante siglos, los cuerpos negros, indígenas y mestizos fueron presentados como exóticos, hipersexualizados o primitivos. Esta mirada se ha trasladado al presente en forma de fetichismo: desde el turismo sexual hasta la hipersexualización de mujeres negras en redes sociales. Lejos de ser deseo inocente, esta mirada es heredera directa del control y explotación sexual colonial.

3. El control reproductivo y los derechos negados

Los cuerpos racializados han sido históricamente considerados improductivos o peligrosos para la reproducción nacional. Desde las esterilizaciones forzadas de mujeres indígenas y afrodescendientes hasta el cuestionamiento actual del deseo de ser madre en mujeres migrantes o pobres, hay una continuidad colonial en los discursos que patologizan o criminalizan nuestra capacidad reproductiva.

4. La medicalización y patologización del cuerpo distinto

El sistema médico occidental, nacido y consolidado en contextos coloniales, ha construido el cuerpo blanco como referencia universal. Los cuerpos racializados son frecuentemente mal diagnosticados, tratados con prejuicios o ignorados en investigaciones científicas. Esto va desde la negación del dolor de las mujeres negras en los partos, hasta la exclusión de nuestras características fisiológicas en estudios clínicos.

5. La violencia policial y la vigilancia del cuerpo público

Nuestros cuerpos son sospechosos incluso antes de hablar. Ser racializado en el espacio público sigue conllevando una hipervisibilidad peligrosa: revisiones policiales constantes, uso desproporcionado de la fuerza, negación de acceso a espacios, criminalización por vestir de cierta forma o simplemente caminar. Es una prolongación directa de los mecanismos de control y castigo que ya ejercían los colonizadores.

6. La exigencia de resistencia constante

Se espera de los cuerpos racializados una performance permanente: ser fuertes, resilientes, agradecidos. Esta demanda de aguante perpetuo —con frecuencia disfrazada de «admiración»— es otra forma de colonización emocional y física. Nos obliga a funcionar en un sistema que nos erosiona, pero que nunca reconoce el desgaste ni permite la fragilidad, el descanso o el derecho a la vulnerabilidad.


El cuerpo racializado es un archivo de nuestro sufrimientos, es frontera y es campo de batalla. En él se cruzan siglos de colonialismo, pero también la memoria, la resistencia y la posibilidad de otras formas de habitar el mundo. Nombrar cómo nos atraviesa la colonialidad es un primer paso para desmontar sus múltiples violencias.

Redacción Afroféminas



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