«La Embajada de Cuba en Bahamas reitera la voluntad de continuar trabajando con las distintas contrapartes en función de lograr un flujo migratorio regular, ordenado y seguro que, en primer lugar, garantice la integridad física de los viajeros.» *
El pasado mes de marzo naufragó una embarcación que salió de la provincia de Villa Clara, en el centro de la isla, con destino a Estados Unidos. Entre otras personas, murieron dos menores de cuatro y seis años.
«¡La culpa es de la madre! ¿Por qué se los lleva en una lancha?»
No me lo estoy inventando: he escuchado esa excusa mil veces. Y no. La culpa nunca es de la madre. La culpa es de las políticas migratorias de uno y otro bando. De esta, y de todas las muertes en similares circunstancias ocurridas en los últimos sesenta años en las 90 millas que separan Cuba de La Florida.
Es la primera vez que veo que salen noticias al respecto en los medios oficiales, y mira, de esa parte me alegro. Ojalá nos abramos cada vez más a dar noticias de todo tipo. Ya llegarán los datos sobre feminicidios, delitos de odio, o sobre la cantidad de cesáreas que no se hacen porque las directrices del Estado priman sobre el criterio del personal sanitario.**
«Como conoce nuestro pueblo, entre los factores que constituyen incentivos a la migración irregular, se encuentran la suspensión del procesamiento y otorgamiento de visas de inmigrante y de no inmigrante en el Consulado de los Estados Unidos en La Habana y el traslado de estos trámites hacia terceros países; así como la vigencia de la Ley de Ajuste Cubano de 1966.» ***
Me faltan factores en esa versión. Entre otras cosas, porque también había migración irregular cuando esas visas se otorgaban.
El principal incentivo a la migración irregular es la propia situación en Cuba. Cuando estás bien en un sitio, emigrar no es una cuestión de necesidad, sino de placer, estudios, crecimiento personal… No puedo evitar acordarme de una vecina que siempre gritaba, desesperada: «A mí lo mismo me da que el presidente sea un perro que un gato. Yo lo que quiero es vivir bien.» A lo mejor no tendríamos un 14,6% de la población**** ganándose la vida en territorio enemigo si la patria fuera un lugar más amable. En esa cifra, por cierto, no sé de qué lado cuentan quienes siguen viviendo fuera, pero han podido recuperar sus derechos en la isla por el proceso de retorno voluntario.
Esta pregunta no es para quienes van por la vida justificando crímenes para apuntalar su utopía, sino para la gente de Cuba que vive en Cuba o mantiene el interés por su realidad: ¿A cuántas personas conoces deseando irse?
De Cuba fue difícil salir desde principio. Supongo que alguien cayó en la cuenta de que entrar y salir libremente ponía en peligro los cimientos del sistema. Demasiada información.
Demasiada gente dándose cuenta de que, a lo mejor, la fiera extranjera no era tan grande como la pintaban.
Desde pioneros nos enseñan a besarle el culo al estado porque sin su benévola intervención no seríamos más que carne de anuncio de ONG. Ya sabes: «negritos» desnutridos con una mosca en la boca. En ningún otro lugar del mundo tendrías sanidad y educación gratuitas, un techo sobre tu cabeza, y una ración de comida garantizada. En ningún otro lugar del mundo se hacen las cosas bien. Y si sientes ya no sólo que vives mejor en otra parte, sino que tu lugar en el mundo no está en Cuba, por más que estés de acuerdo con todo (yo que sé, porque te gusta más la nieve que el calor), eres una escoria malagradecida vendida al capitalismo. Y cuando te preguntes qué alternativas hay, todas las monedas tienen acuñada la respuesta: Patria o Muerte.
Hasta enero de 2013, los trámites para salir del país de forma legal incluían la obtención de un permiso, la «carta blanca». Pongo como ejemplo una situación que conozco bien (mis propios trámites migratorios): tenía un pasaporte en vigor, España me daba su visto bueno, pero el gobierno de Cuba tenía en su mano la decisión final. Tuve suerte. Para médicos y docentes, la famosa «liberación» no llegaba hasta, mínimo, cinco años después de haber solicitado el permiso de salida. Por no hablar de toda la gente que tuvo (y aún tiene) que aguantar actos de repudio, y todos los viajes cancelados porque el acoso en las escuelas era tan brutal que, si se arrancaba bajo tortura un «me quedo aquí», el «interés» del menor primaba sobre la decisión de emigrar de la familia.
Y sí, desde 2013 hasta ahora ha llovido mucho, y ya el gobierno no pone pegas para salir, pero ¿sabes qué? No le hace falta. Se dieron cuenta de que no tenían por qué seguir quedando como los malos de la película, cuando podían dejar que el resto de las embajadas con sede en La Habana hicieran el trabajo sucio por ellos. Si nunca se nos hubiera restringido la libre circulación, a lo mejor ahora no habría un pánico generalizado a un efecto llamada millonario. Del otro lado, la limitación o la negativa de los terceros países a ofrecer visados también juega su papel en la salida por vía marítima como alternativa, como bien se señalaba en la cita de Cubadebate.
Haciendo un poco de memoria, se me ocurre que a lo mejor la gente sacó la loca idea de viajar en lanchas, cigarretas, gomas de camión y «anfibios», de aquella época en la que Fidel alentaba a la «escoria» a irse. Para garantizar en primer lugar la integridad física de los viajeros, pudo haber abierto los aeropuertos en lugar del Mariel.*****
Hay algo que sin duda también influye, y es la situación económica. Sí, han subido los salarios, pero también ha subido el precio de todo, y nos encontramos con que la gente está un poquito mejor, pero no lo suficiente como para permitirse un billete de avión. La gran, gran mayoría, sigue sin poder soñar con salir de Cuba con su salario a fin de mes como recurso suficiente. Es comprensible y legítimo tener aspiraciones más allá de pasarse la vida haciendo colas, inventando y resolviendo.
¿Y el bloqueo? El bloqueo es ese híbrido entre la ley y la excusa que hasta hace dos días impedía que se hicieran las cosas que ahora (por fin) se hacen, como tener tu propia empresa, importar lo que necesites para ella, e incluso exportar tus productos. Estoy en contra del bloqueo como política porque creo más en construir que en castigar, y también
estoy en contra de que se use para justificar lo injustificable, porque deberíamos tener superado el tema del enemigo externo y hacernos cargo de nuestros fallos. El bloqueo no creó las UMAP, ni las zafras imposibles, ni las marchas obligatorias, ni la censura a artistas e intelectuales, ni prohibía la entrada de nacionales a los hoteles. El bloqueo no le dijo a mi madre embarazada: «Te tienes que ir a Angola de voluntaria, así que te vas ahora mismo a abortar.» Madre rebelde, qué orgullosa he estado siempre de ti.
Por si alguien tiene dudas, aclaro que soy una persona totalmente orientada a la izquierda del espectro político, es sólo que no confundo «izquierda» con «totalitarismo». Garantizar la igualdad social, el acceso a los servicios básicos y la redistribución de la riqueza, no puede hacerse restringiendo la libertad de movimiento, entre otros derechos que avanzan en Cuba a paso de tortuga. No creo en las democracias de un solo partido. Fingiendo que todo va tan bien que es imposible disentir, permitimos que la patria y la muerte sigan yendo de la mano a alimentar tiburones.
**https://alastensas.com/observatorio/puja-y-pare-tu-sola-los-peligros-de-un-pais-sin-partos humanizados/
*****https://es.m.wikipedia.org/wiki/%C3%89xodo_del_Mariel
Sara Tiyá
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