Nuestros cuerpos son nuestro primer territorio. Desde el proceso de esclavización sufrido por los africanos y sus descendientes las mujeres negras han sido objeto de posesión.
A lo largo del tiempo el domino sobre las mujeres negras ha mutado y prevalecido socialmente como estructura.
El período de la conquista no representó nada más la lucha de la clase española por la dominación de las tierras indias de Adya Ayala, sino que fue también el proceso durante el cual la sociedad validó y configuró formas de enajenación de hombres y mujeres negras, esas formas enajenadas de interrelación entre los amos y los esclavizados diseñaron la concepción actual con la que se acostumbra hacer mención los cuerpos de las mujeres negras.
Los españoles cuando llegaron a lo que hoy se conoce como América tenían como propósito ejercer su dominio sobre todo cuanto en estas tierras hubiese, se valieron de prácticas inhumanas para consolidar su estrategia y lograr su cometido. Esas prácticas de dolor y opresión les dieron la posibilidad de tener poder económico, político, social y sexual.
Cuando la etapa de la esclavización avanzó, los amos fueron intensificando el control sobre sus esclavizados y aun cuando ya éstos poseían el dominio de la persona esclavizada utilizaron otras prácticas para poseer la psiquis de los hombres y mujeres que eran sometidos a esa labor. Se utilizaron estrategias religiosas con la ayuda de la iglesia católica, la culpa y el miedo al infierno son algunas de esas prácticas católicas para obligar a los esclavizados a no oponer resistencia a las atrocidades que padecían a manos de sus amos.
Poseer las tierras, los cultivos, el oro, la mano de obra del esclavizado y cualquier ganancia económica no era suficiente para el opresor, sino, que se implementó la explotación sexual abusiva de los esclavizados como valor agregado a la labor que ellos realizaban; la explotación sexual abusiva vino de la mano con el adoctrinamiento de los cuerpos y la construcción de ideales de cuerpo negro femenino y masculino que servían sólo como objeto de deseo, ideales que sobreviven hasta nuestros días. Diseñaron el cuerpo de la mujer negra para satisfacer todas las aberraciones posibles que al amo se le ocurriera cometer con este, la expresión “esclava sexual” tiene su origen en estas prácticas.
En el año 1560 las mujeres blancas que llegaban desde España a la Nueva Granada eran pocas con relación al número de hombres que constantemente estaban desembarcando en estas tierras; esas mujeres tenían entre sus tareas impregnar a las esclavas de la “clase” y la “cultura” española, enseñarles los “buenos modales”, una enseñanza primordial impartida era la sumisión, este valor supremo de la colonia no podía pasar inadvertido en la sociedad.
Para el siglo XVII en adelante, las mujeres criollas (mujeres mayoritariamente mestizas descendientes de los españoles o con herencia de la corona española) ya dominaban esos valores sociales y culturales de la colonia, y éstas se convertían en las nuevas amas. A ellas se les encomendaba la labor de unificar la familia, mientras los hombres tenían la responsabilidad de dominar las tierras, la política y la economía.
Fueron éstas mismas mujeres las que enseñaron a las mujeres negras esclavizadas que eran objeto de los abusos sexuales de sus esposos y/o familiares, a vestir como mujeres domésticas, las arreglaban para que sus hombres las encontrasen “agradables” en el momento del abuso.
Aunque la sexualidad de la mujer en general y su cuerpo eran considerados con gran hermetismo y temor, por asumírseles peligrosos o causantes de males y pecados, la sociedad en pleno vivía bajo la doctrina de la doble moral, porque las mujeres blancas o mestizas eran presumidas por su castidad y pureza (y en muchos casos no era tan así ya que ellas también se veían obligadas a recurrir a su sexualidad para sobrevivir a los abusos patriarcales), al mismo tiempo las mujeres indias y las negras eran sometidas a abusos sexuales por parte de sus amos y con el consentimiento de la iglesia y la sociedad, aunque los abusos se realizaban en lugares “íntimos” los mismos eran de conocimiento público, principalmente conocidos por la familia del amo y su círculo cercano.
La vida de una mujer negra esclava se caracterizaba por largas y extenuantes horas de trabajo, era obligada a trabajar en el campo, en el servicio doméstico, en bares-prostíbulos y a ser esclava sexual.
Las comunidades para sobrevivir al proceso esclavista recurrieron a la herencia espiritual africana, situación que obligaba a establecer sincretismo con las costumbres religiosas impuestas de la iglesia católica; cantos, ritos, creencias, menjurjes, rezos, bebedizos, balsámicas y deidades africanas eran disfrazadas bajo la cultura religiosa impuesta durante la esclavización, estas particularidades se convirtieron en una razón más para la abominación de las mujeres negras, pues se les relacionaba de forma directa con el diablo y el oscurantismo.La mujer por ser mujer era peligrosa porque su cuerpo era débil e incitaba a los pecados, entonces la mujer negra era doblemente peligrosa porque era mujer y practicaba rituales que la sociedad blanca española descendiente despreciaba. Esta concepción permitía que el amo asumiese que abusar de la mujer negra era también una forma de “aconductarla”, los abusos iban acompañados de dominación psicológica que facilitaban estas prácticas.
El cuerpo de la mujer negra era considerado un misterio, su sexualidad se asumía como peligrosa porque hacía caer al amo en tentaciones (las violaciones y abusos sexuales), su corporeidad se asociaba con el mal. Cualquier representación de autonomía de las mujeres negras sobre sus cuerpos era inconcebible para el orden reinante, la opresión y la sumisión eran la única forma aceptable de estas mujeres, sus cuerpos y su sexualidad siempre se asociaban a la brujería y a la perversión, sus cuerpos eran culpables de incitar al amo al pecado.
Durante la época colonial las relaciones abusivas de los amos con las mujeres negras esclavizadas eran comunes, eran secuestradas o compradas para trabajar en las grandes extensiones de tierra de los amos, y en su casa, pero éstos asumían que tenían derecho a sus cuerpos también, los abusos sexuales y los malos tratos con los que estos abusos iban acompañados eran constantes y repetitivos.
Con el paso del tiempo la explotación sexual de las mujeres negras se convirtió en un valor agregado para los amos, algunos llegaron a ostentar ante la sociedad que sostenían relaciones sexuales (abusivas) con estas mujeres, dado que se le atribuyó a las mujeres negras la responsabilidad de saciar el apetito voraz de los amos, y “competían” por quienes más negras tuviese para abusar.
En la actualidad en el Archivo general de Nación (Colombia) se pueden encontrar demandas de abusos sexuales instauradas por las esclavas, situación que hace pensar que esta práctica era tan desobligante que las esclavizadas soñaban con erradicarla, un ejemplo de esa resistencia que ejercieron las mujeres negras para que sus cuerpos fuesen sacados de las mercancías coloniales, es el caso de Agustina La Prende Pueblo, una heroína de Tadó, Chocó, precursora de las luchas feministas en el Reino de Nueva Granada.
Otra peculiaridad de estos abusos era el hecho de que cuando una mujer negra se quejaba de los accesos carnales violentos y abusivos que sufría por parte de su amo la respuesta era que estos se producían porque la esclava incitaba a tales excesos.
En la configuración de las castas sociales las mujeres negras siempre estaban por debajo o eran consideradas menos, inicialmente por su condición de esclavas, aun después de 1851 para el caso de Colombia, segundo porque la primera identidad de una persona la constituye su cuerpo, y las mujeres negras no tenían dominio sobre el cuerpo de ellas; inicialmente sus cuerpos fueron de la iglesia católica, luego de la sociedad y finalmente del amo que abusaba constantemente de ellas. Sus cuerpos no podían representar una identidad que ellas quisiesen voluntariamente a causa del sinnúmero de aberraciones que sus cuerpos padecían.
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El ejercicio del servicio doméstico fue un escenario que facilitó los abusos sexuales que las mujeres negras sufrían, esa práctica prevalece hasta el día de hoy, es muy común encontrar mujeres que trabajan como empleadas domésticas que son abusadas sexualmente por sus patrones o chantajeadas para que sostengan relaciones sexuales con el patrón.
En la actualidad el despojo de las mujeres negras del dominio de sus cuerpos pasa por un prisma tripartita, cuando se es niña nuestros cuerpos pertenecen a la iglesia, la iglesia nos enseña sobre la necesidad de purificar nuestros cuerpos para que sea templo del espíritu, cuando somos adultas o jóvenes nuestro cuerpo pertenece a la sociedad, la sociedad nos dice como vestir, porque lugar transitar, como hablar, hasta como caminar, y cuando somos adultas nuestros cuerpos pertenecen a nuestros maridos o esposos, en ningún momento el cuerpo es nuestro.
Expresiones cómo “no pareces negra” cuando una mujer negra no tiene las caderas sobresalientes hablan de esa autoridad que la sociedad tiene para decidir sobre los cuerpos de las mujeres negras, la relación constante que los medios de comunicaciones hacen de las mujeres negras con la prostitución alude también a ese legado esclavista de abusos sexuales.
El despojo del cuerpo es una estrategia de dominación que permite a las mujeres reprimir su sexualidad y erotismo; la sociedad no consiente la existencia de unas mujeres que vivan el erotismo, porque las mujeres no han sido creadas para el goce o el disfrute, la primer misión que se le encomendó a Eva fue la de parir con dolor. Dentro de este proceso de despojo también se construyó un ideal de cuerpo femenino en el que ninguna mujer de carne y hueso encaja, y los fetiches físicos de los cuerpos también son violentos y laceran la humanidad del ser mujer.
La sexualidad plena también es una forma de autorrealización y superación, pero la mirada hegemónica de la dominación femenina da a la mujer la maternidad como su función realizadora, combinado con todas las actividades de sujeción como la crianza y cuidado de los hijos y el marido, por ello la sociedad necesita mujeres que tienen relaciones sexuales para procrear o para satisfacer al esposo, no para sentir placer porque a las mujeres no las ha sido dada la liberación, y es ahí donde el malestar de la cultura actúa, puesto que se compone de las reglas sociales que hacen posible la existencia humana, así esas reglas vayan en detrimento del sujeto particular se validan como necesarias de la sociedad y la sexualidad como herramienta que aporta a la liberación del malestar cultural es reprimida a las mujeres, mucho más cuando de las mujeres negras se trata (porque por naturaleza son calientes, recuerden que incitaban al amo a que las violara). Ese derecho al no placer femenino lo vivió Cecilia Valencia, “seño, yo no sabía que era un orgasmo hasta cuando fui a una de sus charlas, y créanme tengo seis hijos paridos naturalmente, (sin cesárea) y yo no he vivido esa cosa del orgasmo”.
Ese miedo a la sexualidad femenina construyó tabúes que actúan como controladores sociales los cuales afloran incluso cuando la mujer está en su lecho con su amante o marido, Carmen Restrepo vivió ese miedo y al igual que ella cientos de mujeres también; “ya estábamos casados y era la noche de bodas, no quería que mi esposo me viera desnuda, tenía mucho miedo de que mi cuerpo no le gustara, aún me da pena que me vea desnuda”.
Las vivencias de estas mujeres hablan de esa castración que la sociedad hace de nuestros cuerpos, nos quita el dominio sobre ellos y nos despoja de la posibilidad de gozar nuestro cuerpo y de poseerlo, incluso sí decidimos no tener vida sexual activa, debemos nosotras ser plenamente responsable de ello, no podemos seguir permitiendo que las decisiones sobre nuestro cuerpo sean el resultado de las presiones sociales, para empoderarnos y transformar nuestro entorno social requerimos ejercer dominio sobre nosotras mismas.
Debemos liberarnos de la culpa y amar nuestro cuerpo sea como sea, y no pretender obligarlo a encajar en el modelo ideal de cuerpo comercial. Gordo o flaco, amémoslo, es nuestro cuerpo, nos pertenece, ese es el primer paso para liberarnos del sistema patriarcal.
Leidys Emilsen Mena Valderrama
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Gracias por lo artigo. Também é fundamental que nós, homens negros, estejamos conhecedor e conscientes deste processo de controle mental, psicológico, corpo agregado ao fato de ser mulher e negra para a sujeição sexual, econômica, social política etc.