Testimonio de una joven afro
Mis padres son de Gambia. Cuando era pequeña mi madre nos rapaba la cabeza a mi y a mi gemela. Supongo que era para ahorrarse el trabajo de peinarnos a las dos todos los días. Cuando fuimos creciendo, nosotras y nuestro pelo, mi madre nos hacia las típicas trenzas arrapadas: cuatro trenzas, dos a cada lado. ¡Y yo las odiaba! Quería ir con el pelo suelto como el resto de niñas, sin darme cuenta que yo no tenía el mismo pelo que ellas.Pero quería a mi pelo igualmente.
Con los años, un día decidí dejarme el afro, sin más, estaba harta de trenzas y trenzas. Mis amigas se burlaron de mi y de mi pelo. Me sentía extraña, ellas me hacían sentirme así. Pero a mi me gustaba, me gustaba como me quedaba. Me sentía identificada con mi pelo, no quería odiarlo.
¿Porque a ellas les gustaba su pelo,...



