El racismo sutil: cuando convivir es callar
Vivo en un edificio donde todos se saludan. Buenos días en el portal, buenas tardes en el ascensor. Una sonrisa aquí, un comentario sobre el tiempo allá. Desde fuera, mi vecindario parece el modelo de la convivencia multicultural. Hay familias de distintos orígenes, profesionales de diversos sectores, niños que juegan juntos en el parque. Cuando alguien me pregunta cómo es mi barrio, podría decir que es un lugar acogedor. Pero sería mentira omitir lo otro, lo que ocurre en los silencios, en los gestos mínimos, en esas conversaciones que se cortan cuando entro al ascensor.
El racismo en los vecindarios españoles rara vez se manifiesta con insultos directos. No hay carteles que digan "no se admiten negros" ni prohibiciones explícitas. Las microagresiones se manifiestan como miradas despec...


