Cinco letras
Cuando era pequeño, no tenía cuerpo. Mi cuerpo estaba hecho de impulsos, emociones, deseos. No era sólido, sino fluido: como niebla recién nacida con el día. Como lo son todos los niños. O deberían serlo.
Pero pronto las conocí: a esas cinco letras.
Ya siendo pequeño, empezó la caza. Tres años; preescolar. De esa época no guardamos más que unos pocos recuerdos, y yo guardo este: cinco cuchilladas, cinco armas arrojadizas.
Y aún se preguntan si un niño puede ser cruel.
Desde entonces, las he oído demasiadas veces. En boca de conocidos y de extraños, en el colegio y en la calle. De pie o postrado de rodillas, en miradas y en corros de risas. Me las han gritado de lejos, me las han escupido en la cara. También he oído su silencio: ausencias eufemísticas cuando estás cerca. Ojos que te pregunt...