El pasado 28 de abril de 2020 fue un día de celebración en África y el mundo: Sudán anunciaba la prohibición de la mutilación genital femenina, que, a partir de ese momento, es castigada con tres años de cárcel. De esta manera, se puso fin a una tortura que había dejado a su paso unas cifras escalofriantes: en el país, cuya tasa de era de las más altas del continente, un 86,6% de mujeres de entre 15 y 49 años había sufrido esta práctica, según datos de UNICEF. Pero, pese a la gran importancia de este paso, queda aún mucho camino por recorrer.
La mutilación genital femenina (MGF) o ablación se refiere a la extirpación parcial o total de los genitales externos femeninos o cualquier otro tipo de lesión en esta zona por razones culturales. Se practica en mujeres, sobre todo, de África y Oriente Medio, aunque también tiene presencia en ciertos grupos étnicos de Asia, América del Sur y Europa.
La edad para realizar este ejercicio varía dependiendo de la región. En algunos lugares se lleva a cabo un par de días después del nacimiento y en otros durante la infancia, bien en el momento del matrimonio, en el embarazo o tras el nacimiento del primer hijo.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) distingue cuatro tipos. El Tipo 1 o clitoridectomía, consistente en la extirpación parcial o total del clítoris; Tipo 2 o escisión, referido a la supresión parcial o total del clítoris y los labios menores, pudiendo amputar o no los mayores; Tipo 3 o infibulación, un estrechamiento del orificio vaginal mediante el corte de los labios menores y/o mayores (pudiendo combinarse o no con la extracción del clítoris); y Tipo 4, que recoge todas las demás actuaciones dañinas para los genitales que no partan de necesidades médicas.
El origen histórico de este procedimiento no está del todo claro, ya que algunos lo sitúan en el siglo V a.C. con los fenicios, hititas y etíopes, otros en las tribus del Alto Amazonas y algunos en una época tan reciente como 1950, donde en Europa occidental y Estados Unidos usaban la técnica para tratar ciertas dolencias. Lo que sí es más fácil de dilucidar son las razones para llevar a cabo la MGF, que dependiendo de las regiones pertenecen a una u otra categoría. Entre ellas, encontramos razones psicosexuales, apoyadas por la creencia de que funciona como forma de controlar la sexualidad de las mujeres; sociológicas y culturales, al considerarla una parte del paso de niña a mujer; o por higiene. Por otro lado, también se suele justificar apoyándola en bases religiosas (pese a que ni el cristianismo ni el islam secundan esta práctica), o por factores socioeconómicos, puesto que en muchos lugares supone un requisito previo para que las féminas puedan casarse o tener derecho a heredar.
África: el continente más golpeado
En base a las cifras presentadas por UNICEF, se calcula que aproximadamente 200 millones de mujeres vivas han sufrido la mutilación genital. Pero no todas las perspectivas son negativas. Desde 1990 hasta 2020, la ablación a nivel mundial ha disminuido, cayendo desde un 49% al inicio de la década hasta un 34% en el último año.
En el caso de África, continente donde mayor calado tiene esta acción, 27 estados continúan en la actualidad realizando las mutilaciones. Estudios presentados por el Fondo de las Naciones Unidas en Materia de Población (UNFPA por sus siglas en inglés) establecen que los países con mayor presencia de esta actividad son Somalia (98% de las mujeres la han sufrido), Guinea (97%) y Yibuti (93%). Además de esto, el territorio también se enfrenta a otra problemática relacionada: el caso de países donde se ha prohibido, pero sigue llevándose a cabo de manera clandestina. Esto es, por ejemplo, lo que ocurre en Kenia (con una tasa del 21%), donde, aunque se sancionó con cárcel y multas en 2011, sigue realizándose a escondidas. Para paliar esta situación el actual gobierno encabezado por el presidente Uhuru Kenyatta se comprometió a erradicarla antes 2022. Sin embargo, estas previsiones se están viendo dificultadas por la evolución de la covid-19 en el continente.
Los efectos de la pandemia
La crisis del coronavirus ha tenido una obvia incidencia en el continente africano, dejando más de 97.000 muertos hasta el momento. Y también ha tenido impacto en la ablación. Tanto es así, que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha pasado a calificar la mutilación genital como “la pandemia en la sombra”.
Los hechos que relacionan ambas pandemias no son optimistas. En un estudio publicado por la UNFPA en colaboración con la ONG Avenir Health y las universidades Johns Hopkings (EEUU) y Victoria (Australia) se alerta de que las cifras de MGF aumentarán debido a la pandemia, sumando 2 millones de casos más a nivel mundial mientras dure la situación actual. Esta previsión, de confirmarse, afectará sobre todo a África, donde como ya se ha comentado, la preponderancia de esta actuación es mayor.
Las razones principales de este incremento son de diversa índole. Según Natalia Kanem, directora de la UNFPA en unas declaraciones para El País, que los programas de sensibilización contra la ablación en las comunidades africanas se hayan quedado en suspenso debido a los cierres causados por el coronavirus supone un gran problema. De la misma forma, la crisis económica que viene motivada por la coyuntura actual podrá empujar a más familias a casar antes a sus hijas para obtener ingresos. Matrimonios que, en muchas ocasiones, van precedidos de las mencionadas amputaciones.
Por otra parte, Judy Gitayu, coordinadora regional de la campaña Equality Now en África, también pone el foco en lo perjudicial del cierre de colegios. “Las escuelas, en general, son lugares seguros para las niñas. Y que ahora no puedan asistir a clase las hará más vulnerables ante la violación de derechos humanos como la mutilación genital”, subraya Gitayu en el mismo artículo.
En busca de un final
Ante este desolador panorama es necesaria una solución. Aunque se ha intentado medicalizar esta práctica, esto no ha servido para solventar el problema en ninguno de sus ámbitos: ni para ayudar a las mujeres ni para ponerle fin. “La mutilación realizada por un médico sigue siendo mutilación. Medicalizarla no la hace segura, moral o defendible”, subraya Henrietta Fore, directora ejecutiva de UNICEF.
Desde 2018, el UNFPA y UNICEF lideran un programa conjunto para acabar con estas lesiones, que está directamente relacionado con el Objetivo de Desarrollo Sostenible 5 de la ONU, el cual pretende acabar con todas las actuaciones nocivas contra las mujeres para el año 2030. Este programa actúa en 17 países africanos, los que presentan mayor presencia de ablación, centrando la atención en modificar las normas sociales de las comunidades donde residen las afectadas y trabajar con los gobiernos locales para poner en marcha sistemas de respuesta y lucha viables. En consonancia, diversas ONG también trabajan en la zona contribuyendo a la instrucción, a través de charlas, de los núcleos locales donde más normalizada está la praxis.
Un problema tan profundo como es la mutilación genital femenina necesita ser solucionado con un cambio igual de hondo. Una variación de pensamiento que ayude a revertir las tradiciones socioculturales dañinas, a través del diálogo y la educación. El camino es largo, y aunque se han dado pasos, la meta aún está lejos. En palabras de Nice Nailantei Leng’ete, embajadora de la organización Amref Salud África (que también lucha para acabar con la MGF) en una entrevista con El País: “Correr no es la solución. La ablación se erradica hablando con las comunidades. Paciencia es una de las cosas que uno aprende cuando trabaja con el cambio de mentalidad”.
Nerea de Ara
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