¿Por qué se niega el racismo?
Me hicieron dar cuenta de que era negra, las 24 horas de mi día, en Argentina. La gente me hizo consciente a cada minuto de que era negra. Caminaba, bebía en un bar, tomaba un café, entraba a un museo, paseaba en bici y en todo momento me decían “negra” con aquellas miradas congeladas y desconfiadas. Si entraba a un lugar caro, se tomaban el trabajo, silenciosamente, de hacerme sentir que aquel no era mi lugar. No me vendieron boletos para el metro por ser negra. Así es que mientras vivía y respiraba, también pensaba en mi color, y eso, definitivamente, no era normal.
Desde entonces que, más profundamente, he ejercitado la memoria para recordar los eventos racistas que he vivido desde mi infancia. Estaría en tercer grado de primaria cuando, al salir de la escuela, mis amiguitas me pregu...