Afroféminas

Ecos de blanquitud: algunas pistas para entender el pacto narcisista


De forma similar a la caracterización de las olas feministas, el campo de estudios sobre blanquitud1 ha sido dividido en varias etapas para su mejor comprensión. Vale decir que se trata de un campo de estudios antirracistas que, de acuerdo con especialistas en el tema, se inicia entre finales del siglo XIX y mitad del siglo XX cuando intelectuales negros en los Estados Unidos cuestionaron la supremacía blanca como pilar fundamental de la sociedad estadounidense. En este sentido, las obras de Du Bois, fueron cruciales para la materialización de ese impulso crítico.

La segunda fase enfatizó el papel de la blanquitud como un tipo de poder simbólico que, queriendo o no, beneficia al grupo social racializado como blancos/as. Como parte de este debate se enuncian los privilegios de la blanquitud que incluyen, entre otras cosas el hecho de verse siempre ampliamente representados en los medios de comunicación, corporificando el ideal de ser humano universal.

La tercera fase problematiza las reacciones de las personas blancas delante del avance de este campo de estudios que, entre otras cosas, no se resume a una reivindicación de más representatividad negra (pues eso sería una perspectiva bastante reduccionista), pero que definitivamente tiene en ello, uno de sus pilares. La multiplicación de las voces negras es fundamental para derribar los códigos estéticos, morales, culturales y políticos de cuño racista que históricamente retiraron a las personas negras de disímiles espacios. Muchas veces la respuesta de la blanquitud es la victimización o la demanda de una pedagogía sobre cómo ser antirracistas desde su lugar de personas blancas, tarea que cabe a ellos desarrollar pues vale recordar que esa expectativa de servilismo es una de las formas como el racismo se presenta.



En resumen, a los efectos de esta reflexión, vale resaltar que la blanquitud se constituye en una relación de dominación de un grupo (los racializados como blancos) sobre otro (negros, indígenas y otros grupos cuya racialización fue históricamente construida como inferioridad), que atraviesa la cultura, la política, la economía. En el núcleo de esta construcción histórica de raíces coloniales y eurocéntricas se encuentran: la supremacía blanca y lo que Cida Bento denominó pacto narcisista de la blanquitud.

Algunas consideraciones sobre el pacto narcisista de la blanquitud 

Hago mías las palabras de Cida Bento cuando apunta que cualquier tipo de narrativa que no considera la pluralidad racial de la población y, a la par de ello, niega e invisibiliza la contribución de las personas negras (inclusive la contribución para la acumulación capitalista y la expansión colonial europea que no hubiesen sido posibles sin la explotación de personas negras e indígenas), establece un pacto con el racismo. 

Ese pacto posee una dimensión narcisista en la medida en que funciona como un mecanismo de autopreservación toda vez que la blanquitud: 1) es convocada a observar sus privilegios; 2) es desplazada del lugar central que históricamente han ocupado en las diversas narrativas, derribando así el lugar de universalidad de “hablar en nombre de todos”. 

Estos dos aspectos del pacto muestran la necesidad de revertir esos mecanismos de dominación. Una de las formas de hacer eso es contando otras historias o exponiendo el modo en que, al contar ciertas historias, se omite el lugar de las personas negras y la centralidad que a ellas corresponde. Fue eso justamente lo que intenté hacer en el texto “Una relectura de «El cuento de la criada»: desmontando los pilares racistas de nuestra conmoción social”, después de mi lectura del libro de Berenice Bento. No obstante las reacciones de la blanquitud, ya sea reclamando un lugar para sí, o intentando negar la experiencia singular de las mujeres negras, no se hicieron esperar. Veamos:



Estamos cansadas de saber que:

-La historia de la esclavización de las mujeres negras secuestradas y traídas forzosamente del continente africano para las américas, no tiene equivalencia.

-Que las señoras blancas esposas de los esclavizadores, aún cuando fueran objeto de violencias de género, no lo eran de racismo. Esto no minimiza las violencias por ellas sufridas, apenas muestra que no existe equivalencia.

-Cuando se estableció la Ley del Vientre Libre que liberaba a hijos/as de las mujeres negras esclavizadas, ellas fueron mantenidas esclavas, cosa que no sucedió con otras mujeres

Hay muchas más evidencias pero creo que las expuestas hasta aquí son autoexplicativas; el resto son ecos de la blanquitud.

Notas: 

  1. El libro “O pacto da branquitude” de Cida Bento, investigadora brasileña, dedica un capítulo a explorar y caracterizar este campo de estudios. Me baso principalmente en este libro para escribir esta columna. Para alcanzar una comprensión profunda del asunto, sugiero que las personas lectoras se remitan al estudio de fuentes bibliográficas especializadas en el tema, pues una columna no podrá agotar una discusión tan compleja como esa. ↩︎

Yarlenis M. Malfrán

Psicóloga por la Universidad de Oriente, Cuba. Máster en Intervención Comunitaria (CENESEX). Doctora en Ciencias Humanas (Universidad Federal de Santa Catarina). Investigadora de Post Doctorado vinculada a la Universidad de São Paulo, Brasil. Feminista, con experiencia en varias organizaciones y movimientos sociales.

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