Afroféminas

Igualdad!!

Desde la esclavitud, el afro-descendiente ha sostenido una lucha incansable por hacer parte de la población blanca hispanizándose, culturizándose de acuerdo al régimen de vida establecido por los europeos y americanos. Inicialmente fue un proceso impuesto, con el fin de dominarlos y establecer un sistema de poderío absoluto de los amos frente a sus esclavos. Las costumbres religiosas, políticas, económicas, laborales y hasta la lengua de los africanos fue desdibujada de las memorias, para ser sustituida por la cultura colonizadora como única y legítima.

Este proceso de aculturación se naturalizó para los descendientes africanos que migraban a otros continentes, y con los años lograron mimetizarse de tal forma que su forma de vida se moldeó a imagen y semejanza de los blancos, y los deseos descomunales por ser y pertenecer se percibieron en los procesos de blanqueamiento de  piel, cirugías estéticas para perfilar algunos rasgos faciales como la nariz y los labios, alisar el cabello “apretao” y otros procesos estéticos para lograr ser bellas, según el estereotipo blanco construido.

Los múltiples movimientos y consignas antirracistas desplegadas a nivel mundial desde la década del 60’s para responder a los sistemas de exclusión, opresión y señalamiento de la época, propiciaron la construcción de discursos racializados, el auge de la auto discriminación en las comunidades afro y la creación de mecanismos de segregación racial iguales o peores que los empleados por los blancos para dominar.



Estos discursos se entablaron bajo la premisa de aceptación de un mundo acaparado por curvas exuberantes, cabello afro, nariz ñata, tono de piel oscuro, bailes sensuales, color y mucha música, que si bien difería con el mundo blancamente aceptado, a su vez, cerraba los espacios a nuevas formas de belleza e irrumpía con los procesos de visibilización y reconocimiento del otro y de los otros.



Esta concepción antirracista intentó minimizar el locus externo de la época, mientras cultivaba semillas de racismo entre personas del mismo color. De forma más simple, se empezó a anular toda persona que no cumplía con la características mencionadas de lo que se consideraba ser negr@, creando nuevas etiquetas y espacios de inclusión que excluían lo fenotípicamente diferente: pieles trigueñas, morenas, ojos claros, nariz perfilada, cabello ondulado o liso, pocas curvas y otras características biológicas que si bien están cargadas de una historia nacida en áfrica, visualmente se asocian con ser o parecer blanco.

Estas apreciaciones sin duda mantienen su validez en la actualidad y desconocen que existe una re conceptualización no solo del yo sino también del otro, entendiendo que la abolición de ciertas cosas y la construcción de otras solo son posibles en la medida en que se reconozca y acepte la diversidad como parte de la vida y de la identidad.

La re-valorización de la estética afro, la globalización y la individualización, producto de la era tecnológica permiten hablar en términos de nuevas estéticas negras, resultado de un proceso de naturalización que se aleja de los dictámenes mercantiles y responde única y exclusivamente a un interés individual. Este interés nace también de la necesidad de re-aprehender sobre lo aprendido, con una nueva mirada, que priorice al sujeto y a su entorno como una unidad indivisible y en permanente construcción según sus necesidades, experiencias y logros y que diste fehacientemente de las corrientes consumistas y totalizadoras que intentan alienar al ser en una sociedad desequilibrada social y moralmente y reanude su marcha en la búsqueda de reconstruir el pasado para lograr construir el futuro.

Estas nuevas estéticas son el resultado de un proceso biológico y cultural, dado por un acercamiento a otras culturas, que amplifica la diversidad y permite extraer de cada lugar y cada costumbre algo único. La unión de cada una de estas piezas consolida sin lugar a duda una identidad, una imagen, un individuo en permanente cambio, pero con una base solida: su origen, sus raíces, su inicio. Y es allí de donde todos partimos, aunque en el camino nos personifiquemos de formas distintas, tenemos algo que nos representa: todos somos afrodescendientes


Ana María López

Socióloga


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