A través del mundo ha habido una ola de populismo político –Milei en Argentina, Bolsonaro en Brasil, Le Pen en Francia y Trump en los Estados Unidos. Aunque cada nación trata de problemas sociales y económicos distintos, los populistas son consistentes en cuanto a quién culpan por sus dificultades nacionales: los inmigrantes. Cada vez más, se señala a los inmigrantes como causantes de la inseguridad laboral, la pobreza y la crisis de vivienda, permitiendo a la elite y los responsables de la desigualdad socioeconómica, a continuar con sus asuntos como siempre.
Recientemente, en el debate presidencial de los Estados Unidos, Trump afirmó que los inmigrantes indocumentados (o “extraterrestres ilegales” como les llama frecuentemente) están inmigrando a los EEUU para robar los “empleos negros”. Este comentario racista plantea algunas preguntas inmediatas: ¿Qué es un “empleo negro”? y ¿Por qué la comunidad negra está siempre reducida a tener un solo tipo de empleo?
Pero también plantea problemas adicionales. El primer problema con esta retórica es su falsedad. Como muchos que se oponen a la inmigración, Stephen Miller (el consejero principal de la administración Trump), cita el estudio de George Borjas sobre el éxodo del Mariel. El estudio de Borjas sostiene que la inmigración cubana a Miami redujo los salarios y el empleo de los trabajadores nativos estadounidenses. Sin embargo, el estudio de Borjas excluyó ciertos datos –por ejemplo, no incluyó el trabajo de los trabajadores nativos con origen hispano, el trabajo de las mujeres o de los que habían terminado la secundaria. ¿El resultado? El estudio de Borjas solo representó el 9% de los trabajadores no calificados de Miami. No fue representativo de la economía de la inmigración de Miami, y ha sido ampliamente desacreditado por economistas a nivel global. Entre ellos, David Card, el economista Nobel, que sostiene que la inmigración no afecta en absoluto al empleo de los nativos. Esta retórica de que los inmigrantes roban trabajados, reducen sueldos y reciben mejores tipos de trabajos que los nativos, simplemente no es verdad.
El segundo problema es que enfrenta convenientemente a la gente negra, hispana, personas indocumentadas y a las comunidades más vulnerables entre sí. Hacerles luchar entre sí mismos, desvía la atención de las estructuras de poder de la élite que impulsan la desigualdad en nuestra sociedad. ALEC, por ejemplo, un club privado en los EEUU, cuyos miembros son corporaciones y políticos, permite a las corporaciones proponer leyes para que los políticos las promulguen. A través de ALEC, las corporaciones tienen una gran influencia en la elaboración de leyes, según el documental 13th de Ava Duvernay. Pueden votar y dictar cuánto se les paga a los trabajadores y cuánto apoyo médico reciben, por ejemplo. Al culpar a los inmigrantes por las luchas diarias y las dificultades financieras, los nativos de las comunidades desfavorecidas benefician a ALEC y a las estructuras de poder corporativas que se aprovechan de ellos. Hay suficiente dinero para que todas las personas tengan derecho a trabajos justos y seguros, vivienda, atención sanitaria, educación y una vida sana. La cuestión es cómo deciden gastarlo los que están en el poder:
También es conveniente olvidar que la inmigración de la que se quejan los norteamericanos y europeos, es consecuencia directa de las acciones de sus gobiernos. A los mexicanos, que constituyen el grupo de inmigrantes más grande en los Estados Unidos, se les suele llamar aquellos que roban “empleos negros” y que abusan de la asistencia social estadounidense. Sin embargo, nunca se menciona el TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte) del 1994, a pesar de que el TLCAN es el mayor culpable de la “inmigración ilegal” de México a los Estados Unidos. Antes del TLCAN, México estaba dividido según el sistema ejido –una estructura territorial indígena tradicional, introducida a nivel nacional por Emiliano Zapata durante la revolución mexicana. El ejido significaba que la tierra era propiedad comunitaria y permitía a todas las personas, incluso los mexicanos más pobres, cultivar la tierra, producir alimentos y ganarse la vida. Cuando se introdujo el TLCAN, los Estados Unidos obligó a México a liberalizar sus mercados. Esto significó que los pequeños productores de maíz mexicanos ahora tenían que competir con las industrias agrícolas estadounidenses que podían producir maíz en masa y venderlo más barato. Muchos agricultores de pequeña escala, la gran mayoría indígenas, se quedaron sin trabajo y se vieron obligados a migrar a los Estados Unidos en busca de nuevas oportunidades. En los años posteriores al TLCAN, la inmigración mexicana a los Estados Unidos se duplicó, lo que demuestra su impacto en la economía mexicana. De manera parecida, las industrias manufactureras estadounidenses se trasladaron a México, donde la mano de obra era más barata, lo que provocó una pérdida significativa de empleos manufactureros estadounidenses. El TLCAN ha sido un impulsor de la inmigración mexicana a los Estados Unidos, la pérdida de empleos estadounidenses y el desmembramiento de las comunidades de clase obrera estadounidenses. Pero, por supuesto, culpar a los inmigrantes en lugar del neoliberalismo económico hace que el cuento sea mucho más visible y atractivo para aquellos que ya tienen prejuicios hacia los demás.
Sin embargo, cuando la gente se une –a través de raza y clase– para derrocar a los gigantes corporativos, el poder colectivo está claro. Es por eso que las personas que unen a las comunidades desfavorecidas, con una lucha común, son tan amenazantes. Entre estas personas, Marielle Franco –nacida y crecida en las favelas, feminista, lesbiana y orgullosa política afro-brasileña. Una de las políticas más queridas de Brasil, Marielle colectivizó a personas de todos los ámbitos de la vida. Su éxito en unificar al pueblo fue la mayor amenaza para la élite blanca brasileña, al igual que en otras partes del mundo, y condujo a su asesinato en el 2018. No cabe duda que Marielle sigue viva en nuestras almas, pero es importante que también llevemos adelante sus ideales de unidad que la hacían tan amenazadora.
Ya que la inmigración se convierte cada vez más en un tema crítico en la política, es importante recordar las narrativas falsas que se pintan sobre ello. Del mismo modo, debemos recordar que hay suficiente dinero en los presupuestos nacionales para apoyar tanto a las comunidades nativas como a las inmigrantes. Las comunidades nativas, pertenecientes a grupos desfavorecidos, se enfrentan a la pobreza y a tensiones financieras, porque su gobierno elige y se beneficia de mantenerlos en esta precariedad. Al trabajar colectivamente contra estos mandatos elitistas, los inmigrantes y los nativos de comunidades desfavorecidas pueden comenzar a ver progresos genuinos en sus vidas.
Aida Mulugetta-López
Estudiante de Maestría -Medio Ambiente, Política y Desarrollo (Universidad de Londres, SOAS)