*Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad del autora y no necesariamente representan la opinión de Afroféminas.
Soy mujer afro-mestiza mexicana, una feminista decolonial que desde mi temprana adolescencia he participado en diversas organizaciones sociales de la variopinta izquierda extraparlamentaria mexicana, la izquierda no electoral, lo que en México llamamos “abajo y a la izquierda”.
Aunque tengo sangre y ancestros africanos no heredé muchos de sus rasgos, además de mi cabello rizado obtenido de mi abuela materna no hay muchas señales de mi herencia a menos que alguien los esté buscando (entonces saltan a la vista), fácilmente paso por una mestiza mexicana, una morena.
Toda mi vida, por ser mujer no blanca en un país racista, misógino y colonizado (primero por españoles, después por estadounidenses) he tenido que soportar una serie de agravios conocidos ya por todas mis lectoras. Estas dañinas formas de pensamiento, actitudes y dinámicas de sumisión y sometimiento.
No es mi interés o intención escribir otro ensayo sobre como este tipo de dinámicas aparecen en la izquierda, ya se han escrito antes. No, mi interés es otro, escribo este ensayo para dejar un testimonio sobre mi paso por las diversas izquierdas mexicanas antes de aterrizar (a mis treinta años) en el afrofeminismo. Tal vez algún día escriba una crónica al respecto, pero no ahora, hoy quiero escribir sobre mis vivencias dentro de las diversas trincheras de las izquierdas mexicanas.
Ahora bien, antes de continuar quiero dejar en claro que escribo estas críticas como una izquierdista más, no soy alguien que se acomodará en la derecha o se resignifique a sí misma como pos-izquierdista o por encima de la clasificación “izquierda-derecha”, cuando hablo, hablo como una mujer trabajadora, precarizada y racializada en un país colonizado que ha militado la mitad de su vida. Entonces, al hablar sobre los problemas de las diversas izquierdas mexicanas hablo como alguien que quiere y busca romper con las dinámicas y prejuicios de estas izquierdas que aun arrastran dada la hegemonía ideológica que la derecha aun tiene sobre nosotros y nuestras maneras de relacionarnos.
Feministas, comunistas y zapatistas
Hablo sobre estos grupos porque son los principales espacios de lucha política en México para las izquierdas, si bien hay colectivos y organizaciones que reivindican otros modelos de organización ninguno ha logrado crear suficientes seguidores para ser algo más que una anécdota académica. El feminismo en México probablemente sea la ideología de izquierda más exitosa actualmente, sin embargo, lo que compensa con números lo pierde en liderazgo y claridad ideológica.
En parte es culpa nuestra, aún esperamos supermujeres, rogamos a nosotras mismas que quienes tomen la palabra sean sabias, fuertes y voluntariosas, ejemplos morales a quienes seguir e imitar. Pero las mujeres somos de carne y hueso, cometemos errores, somos maliciosas cuando no requerimos serlo o lastimamos sin ser esa nuestra intención. Es obvio que cuando idealizamos a otra persona a menos que caigamos en las formas más severas de autoengaño tarde o temprano terminaremos por desilusionarnos.
Alguien en cierta ocasión bromeaba que las feministas mexicanas parecemos troskistas, que existen decenas de colectivas que solo pueden definirse como “la escisión de la escisión de la escisión” y en buena parte esto se no debe a discusiones ideológicas, tácticas o estratégicas sino porque simple y sencillamente somos incapaces de evitar lastimar, perdonar ofensas reales, o incluso porque nuestras heridas sin curar nos llevan a encontrar desaires imaginarios.
Eso es un problema estructural capitalista que nos afecta como mujeres y nos hace incapaces de relacionarnos entre nosotros incluso cuando compartimos objetivos, simple y sencillamente muchas cargamos heridas de toda una vida de sometimiento y silencio ¿Cómo no esperar que estallemos en el peor momento posible? Dice el dicho que “no se trata de quien te las debe sino quien te las pague” ¿acaso es descabellado esperar que en un ambiente donde bajamos la guardia a ser agredidas no sucumbamos a la tentación de ser agresoras?
Hay quien dice que esto se resuelve con una psicóloga de confianza, pero ¿acaso la terapia me curará de la explotación laboral y la pobreza? ¿Los antidepresivos harán que la sociedad deje de ser racista? Por supuesto que no intento justificar estas dinámicas, pero explicarlas nos permiten solucionar el problema. Muchas colectivas están solucionando este problema en la medida de sus posibilidades, la ternura (bien aplicada) puede ser radical para sanar.
El segundo problema del feminismo es la falta de claridad ideológica. Esto permite que florezcan una gran cantidad de discursos “feministas” que tienen poco interés para mujeres como yo y que solo vemos a mujeres blancas o mestizas blanqueadas ganar la relevancia apropiándose de palabras y acciones de otras con algún objetivo, especialmente uno electoral.
Recuerdo muy bien como varias “feministas” que ahora se encuentran en MORENA (el partido populista que se apropió del discurso marxista, sus símbolos y mártires, pero lo llenó de prácticas patriarcales y neoliberales) llegaban a las marchas que accionamos en respuesta a los feminicidios solo para tomarse la foto para las redes sociales e irse inmediatamente.
Muchas nos hemos dado cuenta de esto y tratamos de curarnos en salud. Si el éxito de los marxistas al extender su discurso en las ciudades y movimientos sociales fue la causa de su derrota cuando López Obrador tomó estos discursos y les dio un contenido y significado completamente diferente ¿acaso las feministas no podemos aprender? Si el feminismo está calando entre la población entonces dar una mayor claridad a nuestros conceptos y practicas han de impedir que cualquier demagogo o demagoga potencial hable en nuestro nombre ¡y mañana se proclame feminista para reformar el patriarcado, así como López Obrador está dándole un segundo aire al capitalismo mexicano!
En verdad esto es algo urgente, he tenido el infortunio de tratar con muchas mujeres (privilegiadas o no) respondiendo incluso con histeria a la idea que la opresión basada en el sexo, el genero y la raza va de la mano con la explotación laboral, el acaparamiento de tierras o los medios de producción en manos privadas para luego acusarnos de “machistas-leninistas” por mencionar estos problemas.
Si bien no sorprende que mujeres de la elite neocolonial mexicana no quieran ver destruidos sus privilegios no deja de ser preocupante como tantas mujeres explotadas, precarizadas, con estudios universitarios o sin ellos expresan una enorme agresividad ante la idea que “conviertan el feminismo en marxismo”.
Impedir que mujeres patriarcales hablen con lenguaje feminista es una prioridad, me gustaría decir que todas mis amistades feministas han sabido resistir a la tentación, pero eso sería faltar a la verdad, si bien no ha habido cambios tan extremos ni tan generalizados lo cierto es que muchas feministas que ayer eran anti-Estado están ahora en MORENA y los diversos institutos por la mujer enfocados en el que todo cambie para que todo siga igual, aunque esto es más instrumental que un cambio ideológico y si bien no niego las conversiones de antiguas compañeras que ahora veneran a la 4T esto es algo menos extremo que otra minoría aún más pequeña que se recicló a sí misma como transfobicas conservadoras en el PAN (un partido que históricamente ha representado los intereses del clero y los empresarios mexicanos) o en acolitas de Christina Hoff Sommers o Camille Paglia. Estos ejemplos que doy son reales, pero no tan generalizados como muchos izquierdistas misóginos creen o quieren hacer creer.
Y ya que menciono a los marxistas no puedo evitar hablar sobre sus problemas.
Aquí en México el marxismo se divide mayormente en dos vertientes, el comunismo (marxismo-leninismo) y el zapatismo.
Hay quien dice que el leninismo es el marxismo para los obreros e intelectuales mestizos mientras que el zapatismo es el marxismo para los campesinos-indígenas. Si bien es una simplificación bastante forzosa (sobre todo en el aspecto ideológico) no carece de su lógica, tras la reforma agraria las organizaciones marxistas-leninistas siempre han estado centradas en las ciudades, en las ciudades surgieron los partidos electoreros y guerrillas marxistas leninistas del siglo XX y XXI.
Por su lado el zapatismo si bien es marxista no obtiene sus militantes de la insatisfacción de los trabajadores de la ciudad, su fuerza viene de las comunidades indígenas y mestizas que se aferran a la tierra y tradiciones. Desde el alzamiento del EZLN el zapatismo como ideología ha crecido entre los pueblos aquejados por el problema de la tierra, pero nunca ha logrado saltar a las ciudades. La mayoría de los zapatistas urbanos son redes de estudiantes y académicos, no trabajadores, mayormente se contentan con ser simplemente megáfono de las organizaciones rurales zapatistas y de los defensores del territorio, pero no suelen tener propuestas propias, el resto se conforma con apoyar las iniciativas de sus compañeros comunistas (con quien tienen generalmente relaciones de trabajo positivas a menos que reciban órdenes del EZLN de romper con estos compañeros).
En el espacio antirracista tengo poco que criticar. En las ciudades las organizaciones comunistas y zapatistas mexicanas han hecho un esfuerzo consciente y consistente en lograr un espectro amplio en cuanto al origen étnico de sus militantes, si bien (obviamente) son una gran mayoría de mestizos morenos hay en sus filas bastante militantes de origen criollo (europeo), indígena y africano.
Ojalá pudiera decir que este antirracismo va de la mano con el abandono de prácticas y estructuras patriarcales.
Como mujeres, no es extraño que al unirnos a nuestros pares comunistas y zapatistas terminemos siendo víctimas del patriarcado mestizo, afro-mestizo e indígena aun cuando luchamos contra el patriarcado blanco del capitalismo. Aunque opuestos ambos patriarcados tienen muchos rasgos en común que los hace cómplices de las diversas injusticias que vivimos las mujeres.
El ejemplo más acabado es el Partido Comunista de México dirigido por Pavel Blanco que tras un crecimiento bastante interesante en universidades y fábricas sufrió un gran escándalo cuando se destapó la cloaca sobre acoso y abuso sexual por parte de varios hijos de destacados militantes contra muchas mujeres (concentradas especialmente en el ala juvenil, la Federación de Jóvenes Comunistas) este acoso fue encubierto por varios miembros del Comité Central hasta que se convirtió en un secreto a voces y luego en un escándalo público para gran regocijo de muchos derechistas llevando al partido a perder mucha influencia organizativa e ideológica.
No es que las redes zapatistas sean mejores, simplemente su naturaleza de red permite menos presión grupal y social para mantener calladas a varias mujeres, en vez de un gran escándalo tenemos numerosos pequeños escándalos locales.
Este comportamiento en las ciudades es reproducido también en el propio EZLN, incluso el propio subcomandante Galeano, por años muchas reporteras europeas (todos conocemos el fetiche que muchos hombres racializados tienen por las mujeres blancas) han mencionado que “no acepta que no es no” pero últimamente las propias militantes zapatistas han elevado la voz, el muchas veces olvidado Comandante German en una conferencia informó de audios captados en celulares enviados por el propio “sub” donde insulta y denigra a una mujer indígena con quien tenía una relación sexoafectiva muy joven a la cual agotó tanto que decidió suicidarse.
Si bien los partidos comunistas, los sindicatos y las redes zapatistas han hecho esfuerzos por eliminar publica o discretamente a sus peores militantes (o los militantes con la conciencia limpia han abandonado en masa sus partidos para fundar nuevas organizaciones) y han trabajado para eliminar sus excesos aún falta mucho para que superen el estigma de “machos de izquierda” que llevan arrastrando por varios años.
Anarquistas: viejos rencores y conocidos desertores
Hace unas semanas una amiga logró cierta cantidad de debate con un post donde identificaba incluso con fotografías a antiguos anarquistas que hace unos años fueron algunos de los más apasionados propagandistas y profetas de la acción directa convertidos ahora en burócratas gubernamentales, uniformados como policías e incluso militando en las fascistas filas del Frente Nacionalista de México.
Por otra parte, el post no era inocente, con esto me refiero a que no fue una denuncia de tipo moral sino político, fue diseñado con un objetivo muy claro, en dar legitimidad ideológica al conjunto de izquierdas que decidieron no sumarse al proyecto de López Obrador y que años atrás habían recibido con gran fuerza las viscerales críticas y el sabotaje sistemático por parte de anarquistas.
Tiene sentido, al virar atrás y el transcurso de los años al menos en mi ciudad las y los que fueron alguna vez de la Unión de la Juventud Revolucionaria de México y la Juventud Comunista de México pasaron de militar en las juventudes a militar en sus partidos referentes, lo mismo pasa con muchos zapatistas que en su momento participaron en la campaña de recolección de firmas por la candidatura independiente de la mujer náhuatl Marichuy están ahora en las Redes de Resistencia y Rebeldía o colaboran con el Consejo Indígena de Gobierno. Las mujeres que no se integraron a los partidos electorales mayoritarios continúan en la calle y en las asambleas luchando y movilizándose.
Las filas anarquistas se han reducido bastante los últimos años, tras el boom del anarquismo (alimentado por medios de comunicación alarmistas y que muchos adoptaron como una moda juvenil más, no faltan chistes del tipo “fui emo en 2008, anarquista en 2014 y ahora soy godín debiendo al SAT”) llegó la decepción y la pérdida de militancia, incluso cierta vergüenza al pasado inmediato de muchas personas.
Por otra parte, entre los anarquistas que quedan no veo ya ninguna iniciativa entre la población: tras intentar cosechar donde otras organizaciones izquierdistas sembraron y antagonizar innecesariamente al resto de las izquierdas han decidido marginarse a sí mismos, han vuelto a las ferias del trueque, al autocultivo y venta de estupefacientes o escribir consignas y símbolos antiautoritarios al amparo de la oscuridad. Esta pérdida de presencia entre los que aún reivindican las banderas negras está permitiendo que ciertas narrativas sobre el anarquismo como un capricho y un berrinche se extiendan entre las izquierdas mejor organizadas y con los números y la disciplina necesaria para mostrar presencia en barrios, universidades y fábricas.
No es que la actuación de muchos anarquistas no haga que esta caracterización sea injusta o una mentira, la mejor propaganda es aquella basada en la verdad.
Esto se basa principalmente porque para la mayoría de los anarquistas la participación en acciones de masas, la propia transformación social radical era un juego de suma 0, esto podría comprenderse en un enfrentamiento contra las diversas derechas, pero no, muchos anarquistas lo llevaron hasta sus últimas consecuencias al convertirlo también en una guerra contra el resto de las izquierdas.
Es decir que, para muchos “anarcos” la ganancia de feministas, zapatistas y comunistas es una pérdida para el anarquismo.
Esto más que una ideología es una actitud psicológica que posteriormente es justificada ideológicamente. Es un legado evolutivo que surgió debido a la adaptación psicológica que facilitaba la competencia exitosa por los recursos en un mundo ancestral donde los recursos como compañeros sexuales, comida, refugio, etc. eran crónicamente escasos. No es más que el resabio neurológico de los humanos modernos que evolucionaron en un mundo donde la tecnología y los recursos no cambiaron en nada durante su vida y que carecían de los incentivos para comprender o planificar el crecimiento.
El pensamiento de suma cero se reduce a su ganancia es mi pérdida o en todo caso su pérdida es mi ganancia. La mejor forma de definirlo es que en este mundo no existen nada más que ganadores y perdedores.
Es un pensamiento bastante conservador nacido en las sociedades agrarias que en nuestra modernidad fallida muchos anarquistas interiorizaron profundamente, la convicción que el éxito político y social de las diversas expresiones políticas solo es posible a expensas del fracaso de los demás, la creencia que ante un conflicto es imposible lograr algún acuerdo donde las diversas partes obtengan alguna ganancia.
Es básicamente un debate entre egoísmo contra cooperación donde triunfa invariablemente el primero, un triunfo vacío ya que es el egoísmo lo que impide cualquier victoria a largo plazo, se reduce básicamente a la típica postura “si no es mío no es de nadie” que logra que cualquier ganancia inevitablemente no pueda pertenecer simplemente porque esta victoria no existe.
Esto llevó a muchos anarquistas a extremos realmente desagradables en su estrategia política, primero era eliminar a la competencia entre izquierdas y una vez eliminadas estas izquierdas monopolizar el descontento para un enfrentamiento final contra la derecha, el Estado y el capitalismo ¿Cómo se tradujo? Delación, sabotaje, campañas de intimidación y calumnias.
Ante este “dilema del prisionero” la paranoia y egoísmo de muchos de estos anarquistas a ver traidores e infiltrados en todas partes, por lo cual su decisión “racional” era adelantarse a los “stalinistas” (término donde suelen englobar a cualquier grupo de izquierda que no sea el propio) en la traición y entrega de información personal y política de sus adversarios a organizaciones fascistas locales e incluso a los aparatos represivos del Estado.
No pretendo profundizar en esto, muchos hemos vivido las acciones de este tipo de personajes, recuerdo hace un tiempo que viví un tiempo en Oaxaca algunas amistades de la Coordinadora de Mujeres de Oaxaca me contaron como las caravanas de la muerte de Ulises Ruiz actuaban con la inteligencia entregada por anarquistas contra las barricadas y asambleas que los habían marginado semanas antes (años después en una exposición de los rostros de los 43 en papalotes de Francisco Toledo me contaron algo bastante similar).
La misma dinámica la vi en Ciudad de México o Xalapa, los anarquistas siempre encontraban las formas más imaginativas para ensuciar la imagen y honor de sus adversarios, recuerdo como en la primera ciudad algunos anarquistas junto con ¿anarconazis? (no sé cómo definir esos individuos, personas que intentaba sintetizar neonazismo con anarquismo) salieron a destruir carteles pidiendo justicia por los desaparecidos de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México, los famosos 43 llamándolos “paramilitares del Estado”, en la segunda ciudad acusaron al resto de las izquierdas locales de ser al mismo tiempo agentes de gobernación, de la policía estatal, del ejército, la rectoría, ser dueños de burdeles, tratantes de blancas, paramilitares, miembros de las FARC o el EPR y un largo etc.
¿La amarga ironía? Eran los propios anarquistas quienes tenían agentes provocadores en sus filas, los cuales volvieron a sus uniformes cuando terminaron su trabajo (Soledad Santiago, la policía infiltrada en el Comité Universitario de Lucha fue vista meses trabajando como policía en el Carnaval de Veracruz) ¿Quieres más amargura irónica? Hay varias versiones que afirman que recibieron advertencias, pero ¿Qué anarquista “de verdad” creería en lo que le dicen sus odiados enemigos “stalinistas”? Para ellos fue más simple descartar estas advertencias como “mentiras bolcheviques” que pretendían sembrar cizaña.
En fin, en la mayor parte del país este juego de suma cero terminó cuando los anarquistas decidieron dejar de jugar. Muchos renegaron del anarquismo y ahora se encuentran en cualquier lugar excepto la calle, la marcha o el okupa. Otros son premiados por la apropiación cultural de los pueblos prehispánicos y africanos con becas Conacyt o FONCA, mantenidos por el Estado siempre y cuando hablen de una izquierda que “supere la lucha de clases o la conquista del Estado” o simplemente, como el post con el que comencé este texto son ahora burócratas gubernamentales o policías.
Aprendiendo de los errores
Esto en realidad ha servido para muchos como una lección, he visto a muchos comunistas evitar el mansplaining, ya no afirman que las mujeres de las marchas del 8M o el 25N son “pequeñas burguesas” y ahora aceptar que no podemos reducir todo a un enfrentamiento entre la burguesía y el proletariado, he visto a muchas feministas aceptar que el derrumbe del patriarcado va de la mano con el derrumbe de estructuras coloniales de raza y clase, muchas han aprendido que la burguesía no es sorora, he visto a muchos zapatistas aprender a tratar a sindicalistas y marxistas-leninistas (muchas veces no sabemos dónde comienzan unos y dónde terminan otros) sin condescendencia y no como fósiles de la Guerra Fría, aceptando en el proceso que el zapatismo es una ideología agraria que tal vez nunca salte realmente a las ciudades, podría continuar, pero creo se entiende el punto, las izquierdas, todas las izquierdas podemos aprender a colaborar y así ganar.
Incluso los anarquistas, las nuevas generaciones al menos, las anteriores jamás se retractaran o siquiera aceptarán que son humanos y se equivocaron al tomar decisiones tan horribles.