En el complejo paisaje del humor contemporáneo surge una pregunta inquietante: la risa puede ser la mejor medicina para quienes la disfrutan, pero ¿qué sucede con aquellos que son objeto de burla? Esta reflexión revela una faceta perturbadora del humor: su capacidad para perpetuar prejuicios y diferencias que preferimos no admitir, pero que continúan influyendo en nuestras percepciones y actitudes.
Con el auge de las redes sociales y el resurgimiento del nacionalismo, las plataformas digitales se han convertido en espacios clave para la difusión de ideas discriminatorias, muchas veces camufladas bajo la apariencia de humor. Los memes no inventaron el humor discriminatorio, pero su proliferación muestra cómo el desprecio hacia identidades como la raza o el género puede ser normalizado a través de bromas cotidianas.
El humor racista, basado en la teoría de la superioridad, se sustenta en sentimientos de hostilidad y diferencia. Esta forma de humor perpetúa una dicotomía “nosotros” versus “ellos”, donde el odio se convierte en algo placentero e incluso atractivo. Sirve para crear solidaridad basada en la raza y trivializa la violencia al reducirla a un simple chiste. Lo insidioso de este humor es que no está limitado a afiliaciones políticas específicas; su ambigüedad le permite infiltrarse donde el discurso de odio explícito no puede alcanzar.
Históricamente, el humor étnico ha existido en diversos contextos. En el teatro medieval y renacentista, por ejemplo, la representación de los personajes negros como estúpidos y una falta de conocimientos que les era intrénseca a su condición, justificaba el comercio transatlántico de esclavos y alimentaba tradiciones de comedia basada en la caricatura racial. En el siglo XIX, el vodevil estadounidense y otras formas de entretenimiento popular reforzaban estereotipos antiinmigrantes y raciales, evidenciando cómo estas representaciones contribuyen a la exclusión y discriminación.
La sátira en periódicos históricos también ha exacerbado el resentimiento racial. Caricaturas que fomentaban el miedo al “peligro amarillo” contribuyeron a políticas de exclusión y discriminación de la comunidad china en Estados Unidos, Cuba, etc., mostrando cómo la sátira puede promover agendas racistas.
El concepto de “humor del verdugo” revela cómo los chistes sobre atrocidades históricas, como el Holocausto, permiten a las sociedades distanciarse de sus horrores mientras refuerzan estereotipos y prejuicios. El humor sobre la asimilación de inmigrantes puede servir para consolidar identidades dominantes y minimizar la diversidad cultural, transformando las experiencias de los inmigrantes en objetos de burla.
La comedia nocturna también ha sido un terreno fértil para el estereotipo y la deshumanización. Los chistes estereotipados sobre inmigrantes facilitan la desconexión de las realidades que enfrentan, normalizando prejuicios y reforzando la deshumanización.
El humor en las redes, particularmente a través de memes, se ha convertido en una herramienta estratégica para difundir mensajes de supremacía blanca y radicalizar seguidores. Los memes no solo atacan y desacreditan a grupos marginados, sino que también juegan un papel crucial en la radicalización política, mostrando cómo la ironía y el humor pueden promover ideologías extremas.
El humor no es solo un medio de entretenimiento; tiene el poder de construir y reforzar prejuicios y desigualdades. La risa puede ser una herramienta poderosa, pero también un vehículo insidioso para el odio. Cuestionar y criticar las bromas no es un ataque a la libertad de expresión, sino un ejercicio de la misma. Debemoos hacernos preguntas sobre las bromas que aceptamos y considerar sus impactos en aquellos que son el blanco de las mismas. La reflexión crítica sobre el humor nos invita a reconocer sus implicaciones y a desafiar las narrativas que perpetúan la discriminación.
Elvira Swartch Lorenzo
Colaboradora SIEMPRE en Afroféminas.