La autora afroantillana Maryse Condé, fallecida anoche en Vaucluse (Francia) a los 87 años, activista contra el racismo y por los derechos de los pueblos afrodescendientes. Ganadora del Premio Nobel Alternativo en 2018, escribía sin artificios, sin maquillaje, como el título de una de sus novelas porque «era una apasionada de la verdad».
Nacida como Maryse Boucolon el 11 de febrero de 1934 en Pointe-à-Pitre (Guadalupe), estudió en París y se doctoró en la Sorbona en Literatura Comparada. Tras su graduación fue profesora en Guinea, Ghana, Senegal y Mali, donde se desarrolla su saga «Ségou» (1985).
En 1985 obtuvo una beca Fulbright para enseñar en Estados Unidos y fue docente durante décadas de literatura francófona en varias universidades americanas, en especial en la Universidad de Columbia de Nueva York, hasta su jubilación en 2005.
Autora de más de una treintena de obras, su literatura ha estado marcada por la herida de la esclavitud, el dolor y la alegría de estar viva, luces y sombras que ha reflejado en sus novelas porque era una mujer «que decía y escribía lo que pensaba», sostiene la traductora al español de sus obras, publicadas por Impedimenta.
Así, en ‘Corazón que ríe, corazón que llora», Maryse Condé exploró su infancia y su juventud y lo difícil que fue vivir entre dos mundos: en casa, en la isla caribeña de Guadalupe, sus padres se niegan a hablar criollo y se enorgullecen de ser franceses de pura cepa, pero, cuando la familia visita París, la pequeña repara en cómo los blancos los miran por encima del hombro.
Y después en ‘La vida sin maquillaje’, retomó el relato de su vida en París, con un embarazo accidental y el abandono del hombre al que amó, y que la llevó a vagar por distintos países de África en busca de esa identidad que ya empezaba a entrever con el descubrimiento de la negritud.
Condé defendía así el papel que la «literatura francófona» tuvo para visibilizar a quienes durante años emplearon la lengua francesa sin haber nacido en Francia.
Pero, dice su traductora al español, ella no escribía en francés ni en criollo, lo hacía «en Maryse Condé», un estilo «inimitable, apasionante» (y también difícil de traducir, reconoce), lleno de ritmos y músicas de esta mujer nómada. Y, debido a los países en los que vivió, su literatura no tenía fronteras.
Además de los fantasmas de la esclavitud, la diáspora negra y el colonialismo, las mujeres luchadoras son protagonistas de sus novelas: «en todas hay mujeres fuertes, mujeres junco, aunque sufran huracanes o múltiples violencias nunca se quiebran y resisten», asegura la traductora.
En 1987 recibió su primer galardón literario, el Grand Prix Littéraire de la Femme, por su segunda novela: ‘Yo, Tituba, la bruja negra de Salem’ (1986), que sumaría a otros galardones esta escritora, cuyo nombre sonó en muchas ocasiones para el Nobel de Literatura.
Lo que sí recibió en 2018 fue el Premio Nobel Alternativo, un galardón que se concedió tras aplazarse a 2019 el de la Academia sueca debido a un escándalo sexual y que le fue otorgado por retratar en su obra «los estragos del colonialismo y el caos poscolonial con un lenguaje preciso y, al mismo tiempo, devastador».
Obtuvo además el Premio Nacional de Literatura sobre la Mujer por su novela «Moi, Tituba sorcière» (1986), el Premio Anaïs-Ségalas de la Academia Francesa y en 1993 fue la primera mujer que recibió el Premio Putterbaugh, otorgado en Estados Unidos a escritores francófonos. El presidente francés, Emmanuel Macron, le entregó en 2020 la Orden del Mérito de la República francesa.
En 2022 fue investida doctora honoris causa por la Universidad de Murcia (sureste de España), y en su discurso denunció los desprecios que su madre tuvo que sufrir a lo largo de su vida por ser negra y mujer.
La escritora sufría una enfermedad genética degenerativa que la obligaba a moverse en silla de ruedas y casi no tenía visión. Aún así, seguía escribiendo con la ayuda de su marido, quien transcribía todo lo que ella iba dictando y de ese modo nació su última novela, ‘El evangelio del nuevo mundo’, publicado en 2021. EFE