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¿Por qué necesitamos de los Feminismos Negros?

Marcha de mujeres en Washington 2017

“Las dos maneras de perderse son: por segregación,  siendo encuadrado en la particularidad, o por dilución,  en el universal”.

Aimé Cesaire

Una vez alguien me dijo que no estaba de acuerdo con las corrientes que insistían en dividir el feminismo como si se tratase de un pan moldado. Esta persona insistía en que se atentaba contra la unidad del movimiento feminista. En su momento yo simplemente no supe cómo responderle justamente, se asomaron a mi cabeza tantas explicaciones a la vez que no supe cómo ni por dónde empezar a articular mis argumentos. 

Al decir de Avtar Brah “lo que se evoca como ‘lo común’ tan sólo puede volverse significativo en articulación con un discurso de la diferencia” (2004, p. 133) y esta es precisamente la clave para entender a los Feminismos negros como una oportunidad, un arma de lucha de la que se han provisto grupos sociales históricamente oprimidos por el sistema heteronormativo, patriarcal, sexista y racista predominante.

La necesidad de reconocimiento de la comunidad negra, de un discurso de autodefinición sostenida de la mano de sus protagonistas, y la reivindicación de sus derechos han sido sus principales cimientos. Todo esto se articula dentro del movimiento como una propuesta contrahegemónica a los discursos dominantes sobre qué significa ser mujer negra. Destacan las contribuciones de Angela Davis, June JordanToni Morrison, Alice Walker, Hill Collins, Bell Hooks, entre otras.

Las tensiones entre el abolicionismo y el sufragismo de mitad del siglo XIX en Estados Unidos, constituyen las raíces del Movimiento feminista negro. El feminismo heredero de la Ilustración, es impulsado por un grupo de mujeres blancas, de clase media que veían en el género la principal matriz de desigualdad y desventaja social. Mientras que los feminismos negros van más allá porque se ven motivados por otras opresiones invisibilizadas, resignificando la categoría mujer. 

“El  sujeto  político del feminismo negro desestabiliza al sujeto unitario masculinista  del discurso eurocéntrico, tanto como las narrativas masculinistas de  «lo negro» como color político, mientras cortocircuita seriamente cualquier  interpretación de «la mujer» como una categoría unitaria”

Brah, 2004, p. 119

Si tuviese que declarar lo que considero la principal fortaleza de este movimiento, sería la coalición, la conexión de sus principales demandas con las de otros grupos sociales también oprimidos. 

Muchas han sido las lideresas negras que han destacado el valor del movimiento, reivindicando la igualdad y visibilizando sus experiencias de vida. Fue el discurso de Sojourner Truth, el que marcó una pauta significativa en la razón de ser del Feminismo Negro. Sus palabras quedaron selladas para siempre en la Convención de Derechos de la Mujer en Akrón en 1852: 

“Ese hombre de allí dice que las mujeres necesitamos ser ayudadas con carruajes, ser levantadas al pasar las zanjas, y que, en cualquier parte, debemos tener el mejor lugar. Nadie me ayuda nunca con los carruajes, ni me levantan al pasar las zanjas, o los charcos de barro, ¡ni me ceden el mejor lugar! ¿Acaso no soy yo una mujer? ¡Mírame! ¡Mira mi brazo! He arado, plantado y recogido en los graneros, ¡y ningún hombre encabezó mi tarea! ¿Acaso no soy yo una mujer? Podía trabajar y comer tanto como un hombre (si es que tenía), ¡y llevar el látigo también! Acaso no soy yo una mujer? He parido trece hijos y he visto cómo la mayoría de ellos eran vendidos como esclavos; y cuando lloré con la pena profunda propia de una madre, ¡nadie excepto Jesús me escuchó! ¿Acaso no soy yo una mujer?”.

Los feminismos negros son movimientos políticos, desarticuladores de los discursos feministas hegemónicos que han reproducido la estereotipia en torno a las mujeres negras, legitimando su marginalización y su exclusión a través de las imágenes de mammies, jezzabel, matriarcas o cuidadoras. Los discursos feministas hegemónicos, lejos de proponer una lucha igualitaria, se contraponen con la realidad, pues sigue pesando sobre ellos el legado del racismo devenido de la esclavitud.


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Tampoco podemos hablar de la homogeneidad en las luchas feministas, aunque sin duda tienen elementos comunes que las transversalizan, las circunstancias que les dan lugar no son las mismas. Un ejemplo se puede ver en las luchas sociales relacionadas con el aborto y las acciones discriminatorias que dirigen mensajes específicos a mujeres negras, solapando el abierto propósito de exclusión con una supuesta intención de apoyo a los derechos de reproducción que le pertenecen per sé. 

Un caso concreto nos lleva a trasladarnos a 2018, cuando The Afiya Center, una organización con sede en Dallas, Texas (Estados Unidos), generó polémica social en torno a la promoción del aborto, dirigiendo su mensaje concretamente a las mujeres negras. La valla sostiene que “las mujeres negras cuidan a sus familias al cuidarse a sí mismas. El aborto significa autocuidado”.

En EEUU existe la tendencia cada vez más restrictiva de limitar los derechos al aborto. Aunque a día de hoy se han aprobado un número de propuestas dirigidas en el camino de restringir los derechos del aborto, lo que va en detrimento sobre el derecho de todas las mujeres a decidir sobre sus propios cuerpos, todavía pesa sobre las políticas pro-abortos el sello supremacista encaminado a promover estas acciones, con especial énfasis en las minorías. 

La denuncia sobre el genocidio de la población negra buscado a través del aborto no es nueva. Margaret Sanger, fundadora de la ‘International Planned Parenthood Foundation’, puso en marcha en los años 30 del siglo XX el llamado ‘Proyecto Negro’ que buscaba la exterminación racial a través del aborto. La ideología eugenésica y supremacista de Sanger conectaba con otros intelectuales anglosajones de finales del siglo XIX y comienzos de siglo XX, que querían exterminar a las minorías- en sus palabras, ‘raza de degenerados’-  y fomentar una raza pura basada esencialmente en la blanquitud. 

Encontrar respuesta a por qué necesitamos los feminismos negros, nos lleva necesariamente a entender la especificidad de la lucha de las poblaciones de mujeres negras, la importancia del común propósito de los feminismos desde las diferencias y particularidades de cada grupo, desde la articulación de voces propias. La universalización de la categoría mujer sólo legitima la exclusión de aquellas que no se ven representadas en el sujeto universal, un producto que no casualmente está hecho a imagen y semejanza de un modelo social hegemónico.  

No, no somos “La Mujer”, no se puede hablar de “El Feminismo” o de una sola opresión porque somos mujeres múltiples y diversas, porque necesitamos vernos representadas desde nuestras experiencias especificas situadas y porque solo así será posible el reconocimiento y la deconstrucción de la intersección de opresiones que afectan nuestras vidas. Incluso desde dentro, no se puede hablar de “el Feminismo Negro”, son muchas las historias que reclaman ser escuchadas.  


Referencias bibliográficas

Citado en Hazel Carby (1982). ¡White Women listen! Black Feminism and theBoundaries of Sisterhood, en Centre for Contemporary Cultural Studies, The Empire Strikes Back: Race and Racism in 70’s Britain, Londres, Hutchinson, 1982, p. 214.

hooks b., Brah A.; Sandoval, C.; Anzaldúa, G. (2004) Otras inapropiables, Feminismos desde las fornteras. Madrid, Traficantes de sueños. Accesible en http://www.nodo50.org/ts/editorial/otrasinapropiables.pdf 


Regla Ismaray Cabreja Piedra

Cubana, graduada en Comunicación y apasionada de las letras. Investigadora a tiempo completo y bloguera

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