El otro día acudí a unos grandes almacenes con mi hijo a echar la carta a los reyes magos. Nos soy una persona tradicional, pero mantengo estas costumbres navideñas porque a mi hijo, que solo tiene 5 añitos, le hacen una ilusión que no tiene precio.
Cuando llegamos había una cola considerable y ya puede ver al «paje de Baltasar» pintado como un cromo en un black face de lo más repugnante. No quise sacar a mi hijo de la cola ya que pensé que el disgusto hubiera sido considerable. Pero al final fue peor.
Cuando llegamos me fijé en la cara de mi hijo, negro, mirando con extrañeza al paje pintarrajeado. Tiene ya una edad que comienza a hacerse preguntas, a cuestionarse el mundo que le rodea. Además los niños no son estúpidos y saben distinguir perfectamente una persona pintada de un negro real.
Noté a mi hijo inquieto toda la tarde. Después de haber cumplido el trámite de darle la carta al paje de Baltasar, fuimos a tomar un chocolate y entonces se decidió a preguntarme: «Mama, por qué el paje de Baltasar se ha pìntado la cara de negro»
La tienda de Afroféminas
Llevo dos años en Afroféminas, y la lucha contra el Black face no me pilla de nuevas. Normalmente he huido de situaciones donde mi hijo pudiera verlo, pero en este país resulta casi imposible no encontrarse uno en fechas navideñas. Se tiene tan asumido que en un país con cientos de miles de negros es normal pintarse de negro que es muy difícil escapar. Además nadie (los blancos básicamente, y algunos negros que no quieren destacarse) lo considera negativo.
¿Que debía decirle entonces a mi hijo?
Quizás debía decirle que la mayoría de la gente de este país le importan un pimiento sus sentimientos. Que normalmente no cuentan con los niños negros cuando preparan estas festividades, o si cuentan con ellos, piensan poco en la confusión que mi hijo pueda sentir.
Quizás debería decirle que para la mayoría de la gente de este país somos poco más que caricaturas, ya que así nos representan ,y que saben tan poco de las personas negras con las que conviven que creen que con pintarse la cara de betún pueden representarnos.
Tal vez debería decirle que para la inmensa mayoría de las personas de este curioso país él es poco más que un estereotipo, de piel negra y labios rojos exagerados. Un conguito, un muñeco, un paje de Alcoy del imaginario esclavista, un porteador de regalos para los niños blancos.
Tiene cinco años, y me da rabia decirle que cuando sea mayor le pedirán cientos de veces la documentación. Porque ya desde niños se les enseña a los otros niños blancos que los negros no son algo real, no son algo de aquí.
Pero yo soy una mujer negra orgullosa y decente, y no me da la gana de incubar la misma ignorancia que muchos padres, centros comerciales y cabalgatas de Reyes hacen crecer en sus hijos hacia el diferente.
Yo decidí mentirle a mi hijo y decirle que el paje real no había podido venir, que un empleado del centro comercial le había sustituido.
La respuesta de mi hijo no pudo ser más certera: «Ya, ¿pero por qué se tiene que pintar de negro?»
De todas maneras me confieso una madre perdida, que lucha sin descanso para enseñar a mi hijo a quererse a si mismo en un mundo donde se le ridiculiza y fetichiza, convirtiendo lo que es en una burda imitación.
¡¡¡Que paciencia hermanas!!!
Marián Cortes Owusu
Educadora. En mis ratos libres redactora en Afroféminas