Conociendo la polisemia del término afroamericana, este artículo busca referirse a las mujeres negras con ascendencia africana que nos asentamos en el continente americano.
Quisiera desde la vivencia personal y la poesía, abrir mis pensamientos a los enredos que ha hecho el pasado sobre nuestro cabello, nuestra piel, nuestra identidad y toda nuestra historia. Esto va dedicado a las mujeres negras que están en proceso de deconstrucción y construcción, a las niñas, a las adolescentes pero en especial a las esmeraldeñas que han olvidado todo un pasado por creer conocer el futuro perfecto.
El cabello de las mujeres negras tiene tanta luz y refleja tanto que el racismo se ha encargado de que permanezca oculto, y no solo el racismo hacia fuera sino el racismo hacia adentro. Ese racismo que llega como cáncer al alma y que poco a poco va entrando por nuestro cuerpo a tal punto de renunciar asimismo. El canalete en los pueblos del Pacífico colombo-ecuatoriano nos ha enseñado a remar y remar hasta llegar a la orilla, pero la corriente del río ha sido tan fuerte como las piedras que en el se han puesto, a tal punto que aun seguimos remando y arrimando a puertos que nos han separado mucho del horizonte esperado.
Tenía 14 años cuando entre a una academia de modelaje y para mi primera salida en pasarela tenían que alisarme el cabello, las niñas de nueve años ya eran lisas, planchaban su cabello y disminuían el tamaño de sus labios con el maquillaje. Me cayó la primera alisada y me sentí aceptada por la sociedad, desde ese entonces cada mes me alisaba y cuando asomaban los rizos tenía que alisarme rápidamente para que no se vea “la raza”.
Desde niñas tener un pelo liso es la forma “más fácil” de peinarse, las madres buscan facilidades tras la estética, sin embargo las relaciones que se tejen entre madres, hermas y tías en el peinado son únicas. Cuando nuestro cabello se enreda, o cuando los peinados requieren mayor esfuerzo, es entre mujeres que vamos tejiendo relaciones que nos permiten acercarnos a los sentimientos y pensamientos de cada una. Pero también es fuerte la posesión sobre los cuerpos que el mercado y la búsqueda de una sociedad homogénea desde el otro, ha creado un conjunto de paquetes para que caminemos como sombras.
Hace seis meses decidí no alisarme más, las respuestas desde la familia ha sido fuerte, el cabello de las mujeres negras sin lisura se percibe hippie, de mujeres sin cuidado de si mismas, defensoras de una cultura ya casi perdida o de ¡rebeldes! Sin embargo este proceso ha despertado el interés en un par de pequeñas, mis sobrinas de siete años. “¿Tía por qué ya no te alisas?, yo quiero ser una afroamericana como tu, mira mi afrito, mañana péiname como afroamericana”.
Es tan importante desde el hogar hacerles conocer a las pequeñas lo importante y lo hermoso que es su cabello, de tal forma que sepan protegerse del bullying y todo proceso de discriminación. Soltar su cabello y dejar sus rizos al viento puede ser percibido como “brujas” despeinadas, sin embargo enseñarles nuestra estética puede ser reconfortante, además puede despertar el interés de cuidado por su cabello natural desde la infancia.
Nuestros rizos no son rebeldía, son parte de esa naturaleza tan diversa llenas de formas y colores. Nuestros rizos no son hippies, buscan formar tejidos que mantengan la historia sin alterar los sentidos. Nuestros rizos no son el abandono de si mismas, son las curvaturas que nos permiten ser elásticas ante los momentos de tensión en la sociedad. Nuestros rizos somos nosotras, las mujeres negras que nos asentamos en este continente tras una historia de despojo y exterminio a través de nuestras trenzas que fueron los surcos de liberación y que siguen marcando los caminos de construcción desde la identidad.
Es hora de meter a la catanga nuestros sueños, de remar y remar hacia el pasado para reconocer el origen, de buscar la canoa ideal y adentrarnos hacia el ríos de nuestros sueños, apartar las piedras y seguir en el camino. ¡Somos mujeres, parimos vida, parimos historia, parimos libertad!