Y es que amigxs míxs, estos ojos han visto lo que esto oídos nunca hubieran imaginado escuchar. Aun siendo joven y preparada, tenía unas creencias arraigadas en mí, que ni yo misma podía creer. Algo tan básico como conducir un coche, en España sentía que era imposible, pues entendía que no tenía la capacidad suficiente, que me pararían, me pedirían los documentos o que me metería en la cárcel por cualquier cosa. También tenía interiorizada la creencia de que si en España no había trabajo para los españoles, para mí que soy inmigrante, habría aún menos.
Con el tiempo logré ambas cosas, conducir sin miedo y conseguir trabajo. Sí, un trabajo, aunque con un salario que se acercaba bastante al sueldo mínimo español… Me arriesgué, decidí apostar por trabajar en un lugar en cual podía hacer carrera. Cuál fue mi asombro al ver que, con mi primer jefe las cosas iban sobre ruedas, valoraba mi esfuerzo, motivaba mi aprendizaje y era mi guía cuando le necesitaba.
Todo cambió al llegar el nuevo Director, ese hombre provenía de la industria turística, había sido director de grandes cadenas hoteleras y como bien sabéis en esos ámbitos hay bastante rotación de personal, por lo que el trato no suele ser el mejor. Según él mismo me había explicado estaba acostumbrando a despedir a la gente y ha hacer el trabajo sucio (o la tarea de reprender a alguien de mala manera para que cumpla con sus obligaciones). A los pocos días de su llegada, hubo un choque frontal entre nosotros, me chilló delante de todos los compañeros, así, en plena oficina de esas de concepto abierto, porque yo no había sido capaz de obtener unos datos que él esperaba. Lo que él olvidaba es que el sistema arcaico de la empresa no estaba preparado. El resumen de ese día fue que después de sus chillidos acabé marchando escaleras abajo y llorando desconsolada.
Cada día al volver a casa me repetía constantemente: Voy a renunciar, voy a renunciar, voy a renunciar…
Llegué a refugiarme en la comida, los dulces, para lidiar con el estrés y en ocasiones contaba con un humor de mil demonios que no eran más que el reflejo de cómo me sentía por dentro. No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista, poco a poco aprendí a callar más, a opinar menos, a permanecer más tiempo sentada, ha hacerme prácticamente invisible.
Algo más fuerte que yo me hacía permanecer. ¿Qué era esa fuerza? ¿Cuáles eran los motivos que me mantenían allí?:
· El alto índice de paro en España
· Las pocas oportunidades
· La independencia económica
· El horario
– Insistir, persistir y nunca desistir. Aunque aquel trabajo no me gustaba en absoluto, lo había mantenido por algo, simple: aprender un oficio en el área empresarial que me permitiera vivir o sobrevivir hasta que me sintiera completamente preparada para emprender mi propio vuelo y/o encontrar algo mejor.
Estéticamente se me considera una persona atractiva por ser lo que ellos llaman: exótica, mi color pálido contrasta con mi pelo crespo, por lo que, aunque no quiera, llama la atención. Es por eso que, como os decía: mantengo mi Poker Face siempre vigilante.
He vivido en carne propia situaciones como por ejemplo, que un compañero de proyecto, te mire más de la cuenta o te hable de temas morbosos… “Porque vosotras las latinas…Ya sabes” He tenido que escuchar que las latinas de tal país son más putas que las españolas, o que se me repita constantemente algo, porque no están seguros de que lo entienda… o el ver la desconfianza que tiene un/a nueva/o en la calidad de mí trabajo. Sin olvidar el gran comentario de un colaborador que afirmaba que está bien que las mujeres ganemos menos porque cuando tenemos hijos estamos meses sin trabajar. También el Director llegó a comentarme que no me ve estresada, aún y los números mostraran que era la que mejores resultados a nivel de equipo obtenía: Los números hablan solos. Realmente hay que mostrar cara de disgusto para que entiendan que vamos estresadxs?. En ese momento en vez de pocker face tenía que haber utilizado la “me pesa la vida face”. Pues sí, sí, parece qué si no estás amargadx y quejándote por todo el trabajo o por lo dura que es la vida, no estás trabajando lo suficiente. También escuché de boca de una compañera decirme que la gente se pensaba que era tonta porque era guapa.
Entonces haciendo un resumen soy: joven, mujer, inmigrante, exótica y guapa. ¿No lo veis? Mi lugar es estar en un vídeo de reguetton o buscándome un sugar daddy. ¿Qué hago trabajando? Ese es el mensaje que te transmite la sociedad con sus continuos desaires. Al ser joven tienes que demostrar que trabajas más que cualquier veterano, al ser “guapa” tienes que demostrar que no eres idiota. Tienes que respirar y aceptar constantemente que se te invalide, que te paguen menos, que asciendan a otrx, y cuando eso pasa amigos míos, es momento de alzar el vuelo.
Sobre los estereotipos comentados anteriormente, no se tuvo en cuenta que soy: joven, mujer, preparada, políglota, cualificada, etc. Etc. Etc . No! Nos centramos en lo primero, lo visible a los ojos, en vez de sentarnos un momento y descubrir a la persona que hay detrás de todas esas etiquetas.
–Insistir, persistir y nunca desistir: Este lema me mantenía allí, aunque en constante búsqueda de nuevas oportunidades. Después de prácticamente un año de búsqueda, sí un año, (con la “crisis” que vive España encontrar un buen trabajo resulta misión imposible). Un buen día me contacta una empresa internacional, estaban encantados con mi CV; Cual fue mi sorpresa al ver que el entrevistador y actual jefe de la empresa ¡era negro! La entrevista evolucionó de manera amena, hablando de mis capacidades, mi experiencia, y de dónde se podía comer unos buenos plátanos fritos en mi ciudad J Hice con éxito todo el proceso de selección y finalmente me contrataron. No sin antes, ofrecerme hasta un poco más del sueldo que había solicitado y hacer hincapié en la voluntad de ser una empresa inclusiva, diversa y confiable.
¡Lo conseguí! El trabajo duro finalmente tiene recompensa, atrás quedan los comentarios que tenía que escuchar y mostrar la cara aquella de “si, si, lo que tú digas…”, atrás queda la lucha constante por demostrar que valgo.
Mi mensaje para todxs vosotrxs es:
¡Continuad! ¡Continuad! ¡Continuad!
¡Seguid! ¡Seguid! ¡Seguid!
Sí, se puede, con hermandad, fraternidad y apoyándonos unos a otros podemos conseguirlo. Podemos ser leídos, escuchados, comprendidos, no aplastados, podemos ser respetados, entendidos. Voltaire decía “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo.” Hay que dejar atrás la idea de que nos den la razón en todo, pero sí aceptar la idea de que tenemos derecho a expresarnos. Cuando dejamos nuestros sentimientos volar, sin juzgar, es ahí donde vemos nacer lo mejor de nosotros. Si te sientes de una forma dilo, dilo suave, dilo dulce, dilo amable, dilo serix, pero dilo.
Anónimo