Afroféminas

Este racismo nuestro

Betsayda Machado, cantante afrovenezolana.

Como mujer negra no me escapo del análisis a lo interno y externo de nuestra posición en esta sociedad capitalista, patriarcal y racista, como es la venezolana. Intentaré explicar entonces, la sensación de ser negra y mujer en esta sociedad que niega ser racista y patriarcal, y que bajo la cara del racismo, endorracismo y misoginia no ha dudado en dejar claro mi lugar en ésta.

Entendiendo que el racismo es externo al grupo, mientras que el endoracismo es la internalización del racismo por el pueblo sometido, aceptando su autonegación; identificándose así, el colonizado con el colonizador.

Un racismo, frontal, y profundamente  hiriente lo experimenté a los 5 años, cuando otra niña, blanca, aclaró firmemente y sin tuteos que no jugaría conmigo por negra; eso me hizo tocar piso, y entender rápido que mi lugar como negra era distinto al de los blancos. Este no fue el primer episodio de racismo, ya en preescolar recuerdo, no tan traumáticamente, el que al jugar se me emparentaba casi inmediatamente con otro niño negro para hacer las veces de sirvientes, nunca los papás o los hijos.

Aclaro que mi lugar de crianza no fue en los Andes, o en el este del este de Caracas donde cuesta encontrar caras prietas, sino en el estado Vargas, costa litoralense, llena de negros, negras, morenos y un sin fin de mestizos.

Ya desde mi círculo familiar, a pesar de mostrar un marcado orgullo por la negritud de nuestra herencia, se mostraban rasgos endoracistas reservados a otros negros al que se les quisiera denigrar o «ubicar». Comentarios como, «negro y feo», «negrestín», «fondo ‘e paila», «pelo malo», y aclaratorias con respecto a la estética, donde lo negro es feo, ordinario y pobre, convivían a la vez con un discurso de orgullo y resistencia afro.

Por otra parte están los negros que se asumen claramente menos por su condición étnica-cultural, buscando siempre hacia esa herencia blanca remanente en el mestizaje. La nariz fina, los labios no tan gruesos, el cabello «bueno», la piel clara, como también el deslinde de sus tradiciones originarias.

La síntesis de esto, desde mi perspectiva es más abundante y agresiva; es el chiste que no termina de asumirse racista/endoracista, en cambio se ofende si se le enfrenta, quedando el ofendido como acomplejado. Y no se limita al negro, va también para el indígena, el pobre y para la mujer. Esta en apariencia no agrede al discriminado, sino que asume una posición implícita de menosprecio por la condición discriminada. Se dice tolerante, que no le importa el color de piel, cultura o género, pero no duda en desmeritar por estas condiciones.

Un ejemplo que para mí lo resume, me ocurrió con unos conductores andinos con los que viajé desde Caracas al estado Mérida. En este recorrido pasamos por un reductor de velocidad donde estaba una chica morena, claramente de origen humilde, vendiendo café, a lo que a manera de chiste el conductor comentó con otros pasajeros -Diga un número, y se la gana-. Esto parecerá no ser necesariamente racista, clasista y misógino, pero algo se sentía en el tono «chistoso», además del hecho de que yo, mujer negra, nunca deje de ser para el chofer al momento de dirigirse hacia mí, «negrita», a diferencia del resto de los pasajeros que siendo blancos nunca fueron llamados «blanquitos». El conglomerado en su conversación nunca tuvo una actitud frontalmente racista, pero entre risas y chistes (de mal gusto), mostraban el menosprecio de lo negro, indígena y femenino.

Y este para mi es el mayor problema, porque qué difícil es reclamar un derecho cuando no se ve violentado, y en cambio es ridiculizado.

Diariamente observo y vivo prejuicios que dejan en mal puesto la negritud, considerándola menos, intelectual, cultural, económica y estéticamente.

Consideraciones sin enfrentamiento donde una persona es fea por sus rasgos negros o indígenas, pero es considerada bella, por sus facciones blancas; presunciones de la condición delictiva de una persona por su color de piel y aspecto humilde; el asombro colectivo en la presencia de intelectualidades de etnia no blanca; las aseveraciones ciegas de flojera y suciedad, atribuidas a etnias indígenas y comunidades afrodescendientes; exotización de la cultura afro e indígena, haciéndola ajena y rara; reconocimiento por características negativas a comunidades afro e indígenas; preferencia por supuesta decisión personal, desligada del racismo, la socialización con personas blancas; divulgación a modo de chiste, clichés racistas, clasistas y misóginos.

Existen otras muchas formas de este racismo/endoracismo disfrazado, pero son en ocasiones tan sutiles, que el reclamo es más difícil que la complicidad. Debe haber una legitimación de la denuncia ante este tipo de hechos, que no por ser sutiles, son menos ofensivos.

Venezuela es un país pluricultural y multiétnico, lleno de culturas diversas, lo que detrás del título de mestizo ha sido utilizado para invisibilizarlas, quedando tácitamente resuelto la supremacía de lo blanco sobre lo negro e indígena, lo que ha quedando grabado en nuestra conciencia colectiva.


Jessica Cueto


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