No hablar de algo no hace que desaparezca. Rara vez se aborda el tema de los matrimonios forzados y las uniones infantiles en España, a pesar de que es una realidad que no puede ser ignorada y que a menudo se normaliza al punto de pasar desapercibida en la sociedad. Este es el enfoque principal del documental «No, no quiero», el cual relata, a través de la historia de cuatro mujeres españolas, las dificultades que enfrentan las jóvenes al rebelarse contra esta imposición, lo que implica romper relaciones con sus familias y comenzar una nueva vida por su cuenta.
«La mayoría de las personas ni siquiera imaginamos que esto sucede en nuestros barrios y en todo el país», afirma Belén Santos, escritora y directora del documental, quien subraya que desde el principio supo que la historia debía contarse desde la voz de las protagonistas.
Entre 2015 y 2022, los distintos cuerpos policiales en España detectaron 27 matrimonios forzados en todo el país. Sin embargo, Santos señala que al recopilar información para el documental, encontró escasez de datos disponibles, lo que la llevó a realizar un trabajo de campo más exhaustivo para comprender mejor esta realidad.
«Conocí a algunas chicas que me pusieron en contacto con otras y así fuimos armando todo poco a poco. Algunas quisieron salir en cámara y otras no, pero les agradezco a todas porque las que no quisieron salir colaboraron de otra manera», relata en declaraciones a EFE.
El documental cuenta las historias de Aya, Luna, Amy y María, mujeres que actualmente se encuentran entre los veinte y treinta años. Tres de ellas nacieron en España y la cuarta, María, llegó cuando apenas tenía unos meses. Sus familias provienen de países como Senegal, Marruecos o Bangladesh.
«Fue muy importante ofrecer una diversidad de orígenes, porque no queríamos centrarnos en culturas o en un país o en un continente, ya que los matrimonios forzados son algo que, desafortunadamente, ha existido a lo largo de la historia de la humanidad», destaca Santos.
Santos cree que aunque en algunos lugares se ha avanzado en la conquista de derechos, en otros no se progresa al mismo ritmo. «Por eso es muy importante no estigmatizar países ni culturas, esto no es una cuestión cultural, es una tradición machista, como tantas otras a lo largo de la historia», enfatiza.
Las protagonistas del documental crecieron en España y absorbieron las tradiciones y valores de la sociedad española, como la libertad de elección en el matrimonio. Por lo tanto, algunas de las tradiciones heredadas de sus padres o abuelos, que aún se mantienen en su comunidad, les resultan chocantes.
«Muchos de estos padres lo hacen porque creen que es lo mejor para ellas, porque es lo único que conocen, así se han casado ellos y perpetúan esta tradición», dice Santos. Aunque en otras ocasiones estas personas «venden» a sus hijas por dinero, como en el reciente caso de una menor de 12 años en Ciudad Real, cuya madre y padrastro recibieron 3.000 euros de una familia para que se casara con un joven.
La invisibilización de esta realidad también dificulta que estas familias tomen conciencia y hace que sea más difícil para las víctimas negarse y comenzar una nueva vida, especialmente si aún son menores de edad cuando se les informa que deberán casarse mediante un acuerdo familiar.
«Cuando les sucedió a ellas, pensaban que eran las únicas personas a las que les pasaba, no tenían referentes. Algunas me dijeron que les hubiera gustado saber que existían más mujeres, que se puede salir y enfrentar la situación con la ayuda de asociaciones, pues muchas se sintieron solas y carecieron de información sobre qué hacer en ese momento de sus vidas», menciona.
Según datos de la organización Girls Not Brides, cada año hay 12 millones de uniones de niñas y adolescentes en todo el mundo, lo que significa 23 uniones por minuto.
La asociación Valentes i Acompanyades de Salt de Girona, que participa en el documental, tenía en el momento del rodaje 67 casos sobre la mesa. Sin embargo, la directora señala que la responsabilidad de prevenir y erradicar esta práctica no debe recaer únicamente en las asociaciones, sino en los gobiernos. Aunque destaca que algunos gobiernos están empezando a elaborar protocolos, considera que el trabajo sigue siendo insuficiente. «Los gobiernos son los que deben proporcionar no solo legislación, sino también recursos para llevar esto a cabo».
Santos espera que el documental llegue a las personas adecuadas y que se den cuenta de que esta no es una tradición vinculada a ninguna religión ni que evitar los matrimonios forzados vaya en contra de la cultura. «Son situaciones que vulneran los derechos humanos, por lo que no podemos permitir que se perpetúen en el tiempo».
De hecho, una de las madres de las jóvenes decide hablar en el audiovisual y se sincera al explicar que ella no quería que su hija pasara por esa situación, pero que recibió una fuerte presión por parte de su esposo y de la familia de él.
«Cuando se dieron cuenta de que esta práctica no debía llevarse a cabo, comenzaron a rechazarla y eso significó enfrentarse a su propia comunidad», concluye Santos, quien destaca a otras mujeres de esa misma generación que empezaron a romper estos círculos de violencia. EFE