Cuando hablamos del cambio climático, habitualmente, lo hacemos en términos impersonales. Nos referimos a sus consecuencias, como el aumento de las temperaturas y el del nivel del mar, y lo difícil que será la vida en el planeta. Pero sus efectos ya están aquí y afectan de manera desproporcionada a los más vulnerables.
La verdad es que ya tenemos muchas víctimas del cambio climático y suelen ser en abrumadora mayoría las comunidades racializadas. A nivel de estados, son los más vulnerables y empobrecidos, los que van a soportar los efectos más duros.
En muchos países, la vulnerabilidad económica, ambiental y de salud también está ligada a la cuestión racial. Los grupos étnicos que tienen menos acceso a los recursos tienden a ser explotados.
La consecuencia es que las comunidades racializadas están experimentando de manera desproporcionada los impactos del cambio climático: escasez de agua, aumento alarmante de las temperaturas, desaparición de territorios debido al aumento del nivel del mar, devastación forestal con la consecuencia de la desaparición de culturas milenarias, etc.
Estas diferencias basadas en la razas derivan de la desigualdad que existe en nuestro planeta. Las personas con más posibilidades económicas y por lo tanto, con acceso a suficientes recursos, pueden adaptarse más facilmente al cambio climático, mientras que las personas pobres tienen menos capacidad para hacerlo. Todo esto es consecuencia del colonialismo basado en la supremacía blanca que ha dado a esta desigualdad una dimensión racial.
El cambio climático como consecuencia del racismo histórico y del colonialismo
Para entender gran parte del origen del cambio climático hay que comprender la historia de la era colonial y la esclavitud. El sistema económico capitalista y la deshumanización de ciertas poblaciones, ha llevado al mundo al borde del desastre ecológico, y con el tiempo de la extinción.
La forma sobrealimentada de capitalismo que creó el colonialismo, en la que cualquier cosa podía ser mercantilizada, es la base de la relación transaccional de la era moderna con la naturaleza que ha llevado a la destrucción de bosques, humedales y hábitats marinos con fines comerciales .
Como cuenta la activista antirracista y climática Elizabeth Yeampierre “con la llegada de la esclavitud viene una reutilización de la tierra, la tala de árboles, la interrupción de los sistemas de agua y otros sistemas ecológicos que viene con el apoyo al esfuerzo por construir una sociedad capitalista y proporcionar recursos a los privilegiados, utilizando los cuerpos de los negros, indígenas y personas colonizadas para facilitarlo”.
Yeampierre explica que “hubo una toma de tierras, no solo para la expansión, sino para buscar oro, para derribar montañas y extraer combustibles fósiles de las montañas. Todo eso está conectado”.
La activista recuerda que el movimiento ecologista, históricamente se ha olvidado de las personas más vulnerables: “Hay una larga historia de racismo en esos movimientos”.
Solo unas pocas decenas de países, principalmente los que se han beneficiado del colonialismo, son los responsables de la magnitud de la crisis climática , al haber emitido la gran mayoría de los gases de efecto invernadero que están calentando el planeta. Al mismo tiempo, las personas en los países que han emitido menos emisiones son las que más sufrirán las consecuencias.
Aplicar la Interseccionalidad a la lucha por el clima
Henia Belalia, de origen franco-argelina, es defensora de la justicia climática y de los derechos de los migrantes y ha teorizado sobre la aplicación de la Interseccionalidad a la lucha por la justicia climática. Según Belalia “… un análisis de la interseccionalidad ayuda a explicar por qué no podemos simplemente luchar por una versión más ecológica y limpia de este sistema actual reduciendo las emisiones, deteniendo la deforestación y cambiando a energías renovables como la eólica y la solar. El colapso de nuestros ecosistemas y desastres como huracanes y derrames de petróleo siempre han impactado a ciertas personas más que a otras”. Estas comunidades, como Belalia afirma, son las que tienen poco o ningún acceso a los recursos, y por lo tanto menos posibilidades de sobrevivir a lo que viene.
La activista afirma que la interseccionalidad no es sólo estructural, sino también personal, y que la mayoría de nosotros llevamos dentro capas superpuestas de privilegio y opresión: “Pasar por alto estas distinciones muy reales termina permitiendo que las opresiones históricas continúen sin cuestionarse, minimizando, silenciando y borrando ciertas voces”
Más allá de lo personal, la idea de Belalia es que se necesita dar recursos o acceso a ellos a aquellos que no los tienen. Así, las organizaciones ambientalistas tienen que dejar de hablar tanto de “empoderar” a las personas en los márgenes, y dejar que ejerzan ese poder: “Se trata de quitarse de en medio para que otros ocupen espacio mientras se valora el hecho de que el poder ya existe en las comunidades marginadas. También se trata de comprender nuestras propias identidades, dónde nos beneficiamos del sistema y dónde no, y asumir la responsabilidad de nuestros niveles de privilegio en la forma en que nos movemos por el mundo.Se trata de que las organizaciones establecidas estén atentas a las desigualdades que perpetúan, especialmente en términos de acceso a los recursos y al mercado laboral dentro del complejo sin fines de lucro. A través de todo esto, tenemos que comprometernos a trabajar lentamente a pesar de la urgencia de nuestras crisis, y a responsabilizarnos cuando surjan dinámicas destructivas”.
Fuentes
Unequal Impact: The Deep Links Between Racism and Climate Change. Yale Environment 360. Entrevista de Beth Garbeth a Elizabeth Yeampierre
Facing climate change through justice and intersectionality. 350.org. Majandra Rodriguez
Elvira Swartch Lorenzo
Colaboradora.