Hace más de cinco décadas una bala movida por el odio terminó con la vida de Martin Luther King, no obstante, este acto de crueldad no puso fin a “su sueño”. La imagen congelada en el tiempo de un luchador pacífico quedó grabada en la conciencia de millones de personas. A día de hoy, sus proclamas resuenan en un país profundamente dividido en cuestiones de raza y clase, y dejan huella en una población que se sigue enfrentando a los mismo desafíos por los que él se manifestaba. En el 53 aniversario de su muerte recordamos que su legado continúa y que la lucha por la armonía racial sigue viva.
El pacifista, conocido en ese entonces como Michael King, nació el 15 de enero de 1929 en el seno de una familia estadounidense tradicional. Su padre, con el que compartía nombre y profesión, era un pastor protestante muy comprometido con las ideas y pensamientos crsitianos. Tanto es así que, en honor al teólogo alemán y reformador de la Iglesia Martin Lutero, padre e hijo decidieron cambiarse el nombre constituyéndose como Martin Luther King, Sr y Jr.
Desde muy joven destacó por su gran implicación social y por sus ideas revolucionarias. Estaba convencido de que la sociedad debía reinventarse por completo para poder avanzar de forma justa y consecuente. “Era mucho más visionario que quienes lo rodeaban”, recuerda Clayborne Carson, profesor de historia en la Universidad de Stanford y director del Instituto de Investigación y Educación Martin Luther King, Jr.
Este se crió en un entorno segregacionista, en un país donde las leyes “JimCrow” marcaron la vida y la convivencia de una parte fundamental de los Estados Unidos. Respaldados por el principio “separados pero iguales” la igualdad en las escuelas, empleos, espacios y transporte público brillaba por su ausencia. En EEUU reinaba un concepto perverso de segregación racial, donde las leyes y acciones racistas negaban a los afroamericanos sus derechos civiles y los definían como subordinados e inferiores. Con tan solo seis años King fue consciente de esta realidad cuando dos de sus amigos blancos le comunicaron que no estaban autorizados a jugar con él por cuestiones de raza.
Respecto a su educación, este emprendió sus primeros años de formación académica en la Booker T. Washington High School de Atlanta. Posteriormente, asistió al colegio universitario Morehouse College, donde descubrió la religión como un potencial catalizador para el cambio social. Cabe destacar que sus convicciones religiosas fueron un gran motor y fuente de inspiración en el desarrollo de su campaña pacífica por los derechos civiles. Finalmente y antes de regresar al sur para desempeñar su labor como pastor, se doctoró en Teología de la Universidad de Boston.
“Sigo teniendo un sueño”
En representación de la Conferencia Sur de Liderazgo Cristiano, King encabezó la marcha por el Trabajo y la Libertad contra la discrimincación racial y el segregacionismo. El objetivo fundamental de esta manifestación era exponer la situación de precariedad y desesperación que soportaban los afroamericanos de los Estados del sur y denunciar la ineptitud del gobierno federal para asegurar sus derechos y su seguridad.La marcha culminó con un discurso donde pronunció sus famosas palabras “I have a dream”.
“Sueño con que mis cuatro hijos pequeños vivirán algún día en una nación donde no se les juzgará por el color de su piel sino por las cualidades de su carácter”. El 28 de agosto de 1963 más de 250 mil personas presenciaron lo que hoy en día se conoce como uno de los discursos más memorables de la historia de EEUU. En ese entonces Martin Luther King ya se había consagrado como uno de líderes en la lucha pacífica por la igualdad racial.
Otra de las acciones por las que se le reconoce fue su participación en el Montgomery Bus Boycott, un movimiento que duró más de 300 días y que culminó con el fin de la segregación en el transporte público de Alabama. King ayudó a organizar esta campaña que surgió a raíz de la orden de arresto de Rosa Parks, una costurera negra que se negó a ceder su asiento en un autobús a un pasajero blanco. Tras la abolición de la ley de segregación de autobuses en Alabama en 1956, King cofundó la Conferencia de Liderazgo Cristiano del Sur y alentó acciones no violentas para luchar por los derechos civiles.
El mundo tras Luther King
Vivimos en una era donde el racismo es explícito y la limpieza étnica se presenta como una eufemismo para encubrir asesinatos en masa. Una era en la que el acoso no solo se da en los colegios, sino que se consolida en los puestos de poder y se propaga como una plaga por la calles. El odio sopla como una brisa de aire fresco mientras el mundo se descompone. «Todos los problemas que [King] planteó hacia el final de su vida son tan contemporáneos ahora como lo eran entonces», evidenció el historiador ganador del Premio Pulitzer, Taylor Branch.
No obstante, la huella de Martin Luther King y de su labor se pueden distinguir en muchos aspectos de la actual vida en convivencia. Movimientos como Black Lives Matter o Me too y el empoderamiento de la lucha de las mujeres son evidencias claras de la progresiva concienciación social. Con motivo del 53 aniversario de su muerte vale la pena recordar su mensaje, pero también es necesario señalar que los desafíos a los que plantó cara en ese balcón en el Lorraine Motel en Memphis en 1968 siguen muy presentes. Problemas cotidianos y estructurales que permanecen con nosotros a día de hoy.