El tiempo no es una varita mágica, la mera sucesión de segundos no garantiza transformaciones ni avances. Los cambios se luchan y se trabajan, requieren bajar al barro. Bintou Jarju Rubí lo tuvo claro desde niña, cuando iba junto a su madre y su padre a manifestaciones a favor de los derechos de las personas migrantes y soñaba con convertirse en jurista para contribuir a la construcción de una sociedad más justa. Y está en ello, solo que cambió el medio, jamás el fin. En la actualidad es maestra y psicopedagoga y trabaja como asesora educativa en materia de lengua, interculturalidad y cohesión social, con el objetivo de que la Cataluña del presente y del futuro sea un lugar mejor para las personas que la habitan. Para todas.
¿Cómo fue tu infancia?
Nací rozando la década de los 80 y soy la única hija de un padre negro y musulmán y una madre blanca y católica, vinculadxs por procesos migratorios transgeneracionales: ambxs abuelxs ya se trasladaron. Papá vino siendo un chaval a buscar formación y trabajo hace más de 50 años y mamá llegó en el tren burriquero que provenía del sur de España siendo un bebé.
Crecí con valores humanos muy arraigados como el compartir, ayudar, sumar y crear un mundo más justo. Tuve la gran oportunidad de conocer gente muy diversa en un sentido amplio y, de manifestación en manifestación o de reunión en reunión, se fue forjando mi educación de la infancia a la adolescencia. En casa se acogía en mayúsculas a familiares y a compatriotas por parte de mi padre.
Mis padres consideraron la formación escolar y en el tiempo libre uno de los ejes principales de mi educación así que… llegué a la universidad, fui de las primeras de la familia materna y paterna. Para mí ha sido un regalo que siempre he tomado, un gran objetivo cumplido, un honor y también una carga que ya he aprendido a mirar con abundancia.
Anécdotas tengo para parar un tren. Día a día rompiendo barreras, limando prejuicios y, desde hace unos años, también, como madre. Vivo un nuevo escenario que me conecta en ocasiones con la niñez y me interpela: ¿cómo puede ser que a mis hijos les miren con asombro por hablar bien catalán, del mismo modo que me pasaba a mí hace 35 años?.
En el ámbito profesional, todavía extraña que una mujer, mestiza, con estudios superiores y funcionaria que ejerce como asesora educativa en materia de lengua, interculturalidad y cohesión social pueda ocupar ese lugar.
¿Qué cosas han cambiado radicalmente desde que eras pequeña y qué aspectos siguen exactamente igual y deberían cambiar?
Mis hijos tienen una tribu más amplia que la que yo tuve y eso se nota. Con todo, nos toca seguir haciendo clases de pedagogía informal.
Hasta que todo mejore, ¿cuál sería el mejor acompañamiento para la infancia no blanca?
Apoyo emocional para familias y profesionales. Así es más probable responder con coherencia a la infancia y la juventud. ¡¡Y la ley de extranjería tiene mucho que ver en algunos casos!! La legislación también marca y divide a la ciudadanía en primera o segunda clase, crea desigualdad y contradicción identitaria. ¿Cómo se come que un persona nazca aquí y tenga NIE (Número Identificación de Extranjero) , con todo lo que eso implica?, ¿qué sentido tiene que para homologar títulos se tenga que hacer un largo periplo?
¿Qué te llevó a estudiar magisterio y psicopedagogía?
Yo quería ser abogada, promesa que me hice a los nueve años cuando llegué a casa después de una manifestación contra el racismo y a favor de los derechos de las personas migrantes. Sin embargo, cuando llegó el momento de decidir carrera, vi que entre leyes, despachos y juicios iba a resultar un poco duro defender una sociedad justa, así que, como ya impartía clases, trabajaba de canguro y estaba vinculada al mundo de los esplais (tipo scouts), pensé que la educación podría ser una forma más agradecida y directa de contribuir a ello. Además, todo lo relacionado con el campo educativo y psicológico siempre me había interesado también.
La psicopedagogía la vi como un complemento al magisterio en todos los sentidos, crecer en conocimiento y abrir posibilidades laborales, como así ha sido.
Aprender es una de mis grandes pasiones, de manera que estudié también un posgrado de educación para la ciudadanía, uno sobre cooperación y lo último fue el máster en pedagogía sistémica donde conecté internamente con una de mis vocaciones. La mundología, los viajes, las amistades, la solitud y el silencio son espacios también muy nutritivos para mí.
¿Cómo te imaginabas que sería este mundo y qué has encontrado?
Si hablo de aquí me imaginaba que el proceso de aceptación y normalidad ante la inmigración y el mestizaje por parte de la cultura dominante iba a ser más “rápido”.
Me he encontrado que queda mucho camino por recorrer todavía y que, por otro lado, hay mucha más tribu de manera formal e informal, sin duda, la clave para progresar.
¿Cuánto de transformador puede llegar a ser para el alumnado tener una docente no blanca? ¿Y para las madres y los padres? ¿Y qué hay del propio profesorado que también debe llevar su carga de prejuicios?
¡¡¡Buf!!! Gran tema. Cuando estaba en el aula viví de todo, siempre con “respeto”. La comunicación no verbal y los silencios también dicen mucho, a veces eliminan o contradicen las palabras. Con todo, tuve la gran fortuna de trabajar en contextos socioculturales muy diversos.
Te diría que para lxs niñxs pequeñxs, yo he estado muchos años en la franja 3-6, es una realidad más de las que van integrando si el contexto familiar y social lo permite. En algunas ocasiones, niños y niñas de temprana edad me han llegado a decir frases como: “Yo quiero jugar con Fatoumata, pero mi madre no me deja porque es negra o me han dicho que hay problemas para encontrar trabajo porque viene mucha gente de otros países”.
Por lo tanto, en todo esto estamos toda la ciudadanía implicada.
En cuanto a colegas y familias, hay de todo, como en botica. Me gustaría destacar que yo no solo soy mestiza, soy persona, mujer, madre, maestra, hija, amiga, profesional y autoridad. Todas estas pertenencias forman parte de mí, de mi sabiduría y si soy capaz de ponerla al servicio de la educación como profesional, se da la posibilidad de aproximarse, confiar.
Con el alumnado de más edad, me consta que el impacto es diferente. El día que un niño negro, nacido en Cataluña, le dijo a su tutora “creo que hay una profesora nueva en el cole, pero no puede ser porque es negra” (quiero aclarar que me definan como negra no me molesta a pesar que yo me considero mestiza), sentí que estaba en mi lugar en el mundo profesional.
Tiempo después, descubrí que su padre me conocía desde pequeña y se lo hice saber al niño. Ese día su rostro se iluminó y el mío también.
Más allá de lo meramente melanítico , que también es importante, el hecho de beber de varias culturas, habrá marcado tu manera de ser y… ¿también de enseñar?
Educar es comprender quién soy, amarme y amar al resto. Si lo que me enseñan se aleja de mi realidad o no tiene sentido ni significado, ¿cómo voy a ser crítica o una ciudadana implicada? ¿Qué pasa cuando se muestran los orígenes en el aula?, ¿se reconocen las lenguas maternas?, ¿se da lugar a las diversas estructuras familiares? En definitiva, se legitima quiénes somos, dónde estamos y se refuerza la pertenencia. Cuando el clima es el adecuado, se aprende mejor y la vida toma un sentido u otro… Y eso es currículum.
¿Qué impacto crees que puede tener el currículum oculto en la educación?
El currículum oculto tiene un impacto brutal en todos los sentidos. Una mirada, un gesto, el tono de voz, lo que no se valora o lo que se prioriza va calando en el consciente e inconsciente del alumnado como sucedía con la tortura de la gota. En ese sentido, es clave, a mi entender, el trabajo personal y de equipo de lxs profesionales. Mirar con buenos ojos todas las realidades que se muestran en un centro educativo es una tarea difícil que requiere una dosis importante de autointrospección. Saber, como equipo, los dones personales y profesionales del claustro une, empodera y ayuda a sostenerse. También saber cuál es mi lugar, ¿qué aporto yo en una determinada escuela?
Por suerte, se están dando una serie de iniciativas bien interesantes que pueden ser usados como recursos en la escuela. Pienso en “El viaje de Ilombé”, “Mujeres negras en la ciencia”, “La Historia de Awa”, “Los cuentos de la Abuela Chioma” o “La Magia de Sisi”. Todos esos libros están enriqueciendo muchísimo la literatura infantil en castellano… ¿qué te está pareciendo este movimiento?
Me parece precioso, una gran contribución. Así crecemos todxs (famílias, alumnos y profesionales), ampliamos miradas para abrir al corazón y hacemos más grande el aprendizaje.
¿Qué opinión te merecen las Semanas Culturales? A veces se usan para abordar asuntos o lugares excluidos del temario , pero… ¿se hace de forma correcta?
De entrada soy partidaria de incluirlo, de manera transversal, en el día a día y no como algo aparte. Se puede estudiar la tipología textual con cuentos de cualquier parte del mundo o el grafismo a través de la henna. A todo no se puede llegar a la vez, está claro, pero quiero recordar que tenemos un país donde la escolarización es obligatoria durante 10 años, ¡que no son pocos!
Al margen de tu labor como docente, he leído algún artículo y visto alguna charla en la que hablas de tu experiencia personal de construcción identitaria. Me gusta que te contemplas desde la “y” (soy esto Y esto) y no desde la “o” (¿soy esto O esto?), ¿te importaría explicarnos por qué cuando hablamos de identidad los nexos importan?
La identidad es sagrada y un tesoro que debe ser tratado como tal. Es un diálogo interno entre quién soy, a qué lugar pertenezco, cómo me ven y dónde me dejan pertenecer. Cuando eres capaz de conjugar todo esto, la riqueza y las alas para volar están desplegadas, los comentarios racistas, irónicos o fuera de lugar no te afectan, eres capaz de observarlos aprendiendo a callar muchas bocas con tan solo una mirada. Sabes que el problema es del otro cuando cuestiona quién eres. Si tienes una educación de base sólida y espacios sanos para compartir será un proceso más llevadero que nunca se acaba.
Quien pierde los orígenes, pierde identidad. Cuando sitúas una “y” ganas, creces, abres posibilidades. Si pones una “o” excluyes, rechazas, niegas… Creas una guerra interna. El secreto está en mirarte con amor y respeto. Si estás a expensas de cómo te mira el otro ya te has perdido.
Lucía Mbomío
Periodista