A Adah le llevan desrizando el cabello desde tan temprana edad que no logra tan siquiera recordar cuando comenzaron a alterar el estado natural de su cabello. Tiene vagos recuerdos de cuando utilizaban el peine caliente para matar sus rizos sin entender con qué fin. Lo que recuerda eran los domingos que tocaba peinarse. Sin saber por qué, un día dejaron de alisar su cabello con el temido peine caliente y pasaron a utilizar un producto del que oía hablar maravillas: “Ya no hay que pasar horas sentada para tener bien el cabello, en menos de media hora está hecho”, decían. Lo que para Adah significó más tiempo para jugar y no estar obligada a permanecer sentada durante horas solo para peinarse.
Adah ya tiene edad suficiente para recordar que desde que era una niña, siempre le han desrizado el cabello. No existía la mínima posibilidad de tener el pelo en su estado natural: Afro.
Antes de trenzarse con extensiones, tocaba desrizar el cabello.
Antes de trenzarse con hilo, tocaba desrizar el cabello.
Antes de trenzarse, incluso con su propio pelo, tocaba desrizar el cabello.
Inconscientemente, Adah está asumiendo que su cabello natural es feo, difícil de manejar y un gran consumidor de tiempo. Se le está enseñando el rechazo propio para adorar otras bellezas naturalmente inalcanzables.
Desafortunadamente, experiencias similares a la de Adah son vividas por la mayoría de mujeres afrodescendientes. Muchas guardamos en nuestra memoria recuerdos de esas tardes en que el producto desrizante ya comenzaba a quemar nuestro cuero cabelludo y rogábamos: “Me está quemando la cabeza. Quiero quitarlo ya”. Y nos respondían con: “Solo un poco más, para estar guapa hay que sufrir” o “Si te lo quito ahora, no vas a estar guapa”; supongo que no encontraban respuestas más absurdas.
Estas situaciones vividas en la infancia nos hacen creer que esas imposiciones son algo normal, que es como debe ser. Lo normal para cualquier ser es actuar según su entorno. ¿Qué persona quiere sentirse fea? ¿Quién no quiere alcanzar los cánones de belleza erróneamente establecidos desde tan temprana edad? La no aceptación de nuestro cabello se nos es enseñado. Algo que contrasta radicalmente con la educación que generalmente recibimos en cuanto a la celebración de nuestra cultura, costumbres y tradiciones. Se nos enseña a amarnos y estar orgullosos de quienes somos pero sin incluir todas nuestras características raciales.
Llegada la adolescencia y adultez afortunadamente nuestras experiencias comienzan a variar, pero no deja de horrorizarme la realidad de que la mayoría de nosotras durante nuestra infancia experimentamos lo explicado anteriormente en los recuerdos de Adah.
En lo personal, durante mi adolescencia y como cualquier adolescente, durante ese tiempo mi pelo estaba muy insanamente unido a mi identidad. Ya comenzaba a llevar extensiones de cabello caucásico, y en consecuencia, pensaba que me veía mejor.
Tras más de 15 años de desrizados, un día mi cabello no pudo más, y durante el proceso de alisarlo con químicos perdí más del 70 % de mi cabello. No me atrevo a escribir las cosas que pasaron por mi mente, de las que ahora no puedo evitar soltar varias carcajadas. Fue una experiencia casi traumática, pero necesaria. Tras esa situación, decidí que no volvería a desrizar mi cabello y que comenzaría a llevarlo como naturalmente crece. Nunca tuve un problema con mi cabello natural, simplemente, nunca fui enseñada a cuidar de él tal y como sí fui enseñada a cuidar de mi cabello desrizado y de extensiones.
La tienda de Afroféminas
Para las mujeres negras, es una realidad que somos vistas y tratadas de maneras diferentes según el tipo de cabello que decidamos llevar. Aunque resulte irreal, nuestro cabello tiene el poder de causar aceptación o rechazo tanto en el terreno personal como laboral. Algo que todavía no sabía que estaba a punto de experimentar.
Comencé a desaprender y aprender muchas cosas. Cosas que nunca antes me hubiese planteado, comencé a conocer productos y a tratar el cabello afro. Tras meses dejando crecer mi cabello natural, decidí que ya lo tenía suficientemente largo como para poder cambiar de peinados, por lo que dejé de utilizar extensiones. Fue entonces cuando me estampé con el muro de odio propio que existe en las comunidades negras. Gente tan cercana, como para decir que compartimos sangre, repentinamente comenzaron a poner caras arrugadas al verme con mi cabello natural, algunos incluso me preguntaban: “Vas a salir a la calle así?”, “Así cómo?” preguntaba yo; “No te vas a peinar o ir a la peluquería?”. A lo que respondí: “Ya estoy peinada y sí voy a salir así”. Otras personas, también de raza negra, incluso tocaban mi pelo sorprendiéndose de su textura…
Ya llevaba varias semanas con el cabello afro, y las conversaciones de amigos y familiares negros preocupándose por el estado de mi salud mental comenzaron a tener lugar. “Eres una mujer negra guapa, allá por donde vas nos representas, no puedes ir así”, “Todas vamos a llevar cosido liso, por favor, no estropees las fotos del evento. No vengas con el pelo así”, “Cómo haces para tener el pelo así?”, “Antes eras más guapa” y un sinfín de estupideces.
Pasados unos meses y después de mucho informarme, supe que mi cabello necesitaba un corte de puntas. Por lo que fui a mi peluquería habitual, a la que solía ir a ponerme extensiones, me presenté con un High Puff y dije que quería cortarme las puntas. Para mi sorpresa, repentinamente pareció que acababa de decir la mayor tontería del mundo. La peluquera intentaba esconder su sonrisa mientras decía: “Con el pelo así no se puede”. Mientras veía a la demás clientas que esperaban su turno soltar pequeñas risas de incredulidad. “Por qué no se puede? Tengo pelo y quiero cortarlo” pregunté. A lo que me volvió a responder con una sonrisa: “Con el pelo así no se puede”. Una vez más, me volví a estampar con una realidad que no conocía. Resulta que soy negra y tengo el cabello afro, voy a una peluquería para mujeres negras y no solo no saben tratar mi cabello, sino que tampoco venden productos para su cuidado. Todo esto me llevo a aprender a ser mi propia peluquera, con la ayuda de YouTube y blogs online.
Referente al ámbito laboral, un estudio llevado a cabo por Duke University’s Fuqua School of Business demostró que las mujeres negras con cabello natural o trenzado tienen mayor probabilidad de ser rechazadas en una entrevista de trabajo que mujeres negras con cabello liso. Los impuestos estándares de belleza europeos consideran que el cabello afro y los peinados típicos de su textura son poco profesionales, lo que implica una discriminación racial en el terreno laboral.
A todo esto hay que añadir la infinidad de mitos y dilemas referentes al cabello afro, como la asociación de éste a la economía. Todavía hoy, muchas personas, por suerte cada vez menos, consideran que llevar el cabello en su estado natural puede ser debido a problemas económicos. En varias ocasiones se me regaló extensiones para que dejase de llevar mi cabello natural, las personas que lo hicieron me lo regalaron sin ningún tipo de malicia, simplemente ignorancia. Su objetivo era ayudarme ya que pensaban que yo no tenía dinero para ir a la peluquería a “ponerme guapa”, pero no se daban cuenta de que no necesitaba ninguna ayuda; tan solo estaba llevando mi cabello como naturalmente crece. Sólo eso. En el siglo XXI un peinado o tipo de cabello no se debería asociar a la economía de una persona.
Lo que para mí fue únicamente un cambio en mi cabello debido a la caída de él tras el excesivo uso de productos desrizantes, supuso un despertar sobre tantos conceptos negativos que existen en lo referente a las mujeres negras y su cabello. No pretendo convencer a nadie a llevar el cabello en su estado natural, yo misma varío bastante de peinados, ya sean trenzas, extensiones de cabello lacio, tintes, etc. No considero que haya ningún problema en llevar extensiones o peinados con una textura diferente a la de nuestro cabello, pero es importante preguntarse por qué lo llevamos. ¿Es una cuestión de aceptación social u odio propio? Esos sí serían problemas. Belleza y aceptación son conceptos diferentes, yo pretendo invitar a la búsqueda del amor propio. Aceptarse y quererse a uno mismo nunca debería ser considerado como un acto narcisista o valiente; el amor propio te hace definir tus propios estándares, si careces de éste, permites que otros los definan por ti.
No existe norma social que no pueda ser cambiada. Las niñas, en su mayoría, son forzadas a heredar la no aceptación propia, las mujeres debemos liberarnos de esa herencia y romper el ciclo de negatividad que corre generación tras generación en nuestras comunidades negras. Vergüenza, no aceptación, incluso odio propio son enseñados sólo debemos estar dispuestos a desaprender.
No tenemos porqué adorar lo diferente, existe una imagen propia tan negativa que no pensamos que a los ojos de personas de otras razas nosotros somos lo diferente y también podemos ser adorados
por nuestros atributos raciales. La representación debe comenzar en el hogar, en el entorno más cercano. Debemos saber que la imagen que se proyecta generalmente de las personas negras es negativa. Como manera de autoprotección es comprensible querer huir de la asociación a esa imagen, pero podemos ser mejores y no permitir que nadie nos defina. Nuestras mentes siguen tan colonizadas que no logramos ver belleza en nosotros si no es con características externas, se pretende ser negro pero lo más similar a otras razas. No debemos permitir que nadie fije nuestros estándares ni moldee nuestra forma de pensar.
Todos deberíamos ser críticos con nosotros mismos y con nuestro entorno, algo que muy poca gente practica. Un buen comienzo sería sencillamente preguntarnos a nosotros mismos ‘¿Por qué?’, hacernos esta pregunta ante nuestras costumbres, tradiciones, preferencias, etc. Muchos hemos vivido siguiendo patrones establecidos; cuestionarnos podría ser el fin de todo lo impuesto y comienzo (con conocimiento) de lo elegido. Consiste en retar a nuestra propia mente, y para su efectividad las respuestas deben ser extremadamente honestas. Es necesario cuestionar cómo pensamos y cómo vivimos. Es momento de desaprender, informarnos y volver a aprender.
Nachaary Buika
Nacida en Gran Canaria (España).
Escritora, activista y feminista.
Estudiante de Marketing.
Instagram: @nachaary_