Una amiga me llamó hace unos días para contarme que iba a tomar una pausa de su rol en la organización a la cual ambas pertenecemos. En parte, su anuncio me tomó por sorpresa. Ella suele demostrar energía y empuje en su trabajo como activista. Esto la ha convertido en pieza central de la organización, al punto que sin ella es difícil imaginar el funcionamiento de esta. No me sorprendió, por otro lado, su razón para tomar una pausa. Ella confesó estar cansada. Y cómo no estarlo con toda la inversión emocional, mental y física que el activismo demanda. Al menos así lo interpreté yo desde mi propio contexto: yo también estoy cansada.
Nuestra conversación y nuestros cansancios me recordaron el inicio del ensayo de Yásnaya Aguilar sobre la resistencia, donde debate la paradoja entre sentirse orgullosa por quinientos años de resistencia de los pueblos indígenas, y sentirse cansada de resistir. Además de reafirmar la historia común de resistencia a la dominación colonial entre indígenas y afrodescendientes, la reflexión de Yásnaya resulta liberadora. Pocas veces tenemos espacios para expresar nuestro agotamiento frente a un sistema que insiste en marginarnos de maneras al mismo tiempo flagrantes y sutiles.
Con la cuarentena y el “tiempo libre” que de pronto algunas personas tienen, ha habido también una explosión de activismo en redes sociales. Esta explosión es acompañada por una sobre exposición a contenido que pretende sensibilizar a aquellos y aquellas que se encuentran en los márgenes de las luchas sociales. Manuales de cómo contribuir con el antirracismo, aparecen junto a más videos, antiguos y nuevos, de brutalidad policial. Para las que ya luchamos, ese mismo contenido es extenuante porque nos recuerda que tenemos aún tanto por hacer. Por mucho que nos esforcemos, la flagrancia del racismo, el sexismo, la violencia, la transfobia, el genocidio, la homofobia, y las desigualdades dan la impresión de que no avanzamos.
Afortunadamente, las redes sociales también me ofrecieron una respuesta a la intuición que nuestro agotamiento (el de mi amiga y el mío) no era un fenómeno aislado. Luego de sentirme abrumada en una semana en la que el mundo parecía venirse abajo (finalmente), encontré una infografía en Instagram sobre cómo prevenir el agotamiento activista para mantener el movimiento vivo. El primer paso, decía, es reconocer que los movimientos sociales y políticos están compuestos por personas con la capacidad de agotarse física, emocional y mentalmente. En otras palabras, la resistencia cansa. Sobre todo, en el caso de las mujeres negras que llevamos en nuestros cuerpos la memoria emocional de siglos haciendo lo que hoy conocemos como activismo. Nuestra lucha por sobrevivir no ha conocido descanso desde el secuestro y traslado de nuestras ancestras a este lado del mundo.
A través de esa infografía aprendí que el agotamiento activista es un tema de investigación. Como tal, uno de los descubrimientos al respecto es que los activistas alcanzan puntos de agotamiento que terminan por apartarles definitivamente de los movimientos. El peso de los estándares irreales, el sentido de responsabilidad, la empatía y la culpa entre activistas son las fuentes de esa sensación de cansancio. Esto resonó con mi propia experiencia, la cual añade a la lista las expectativas sobre las mujeres negras como fuertes y resistentes, además de los escasos recursos con los que contamos para nuestras acciones organizadas.
Una clave para evitar este desgaste es el descanso. Lo primero en lo que pensé al leer eso fue en las situaciones en que nuestro activismo es de vida o muerte. ¿Podemos permitirnos descansar cuando luchamos por supervivencia? Es un reto, definitivamente. Eso no quiere decir que el descanso mismo y el autocuidado no puedan ser formas de resistencia. Audre Lorde, negra, lesbiana, madre, guerrera y activista, dijo “cuidar de mí misma no es autocomplacencia, es autoconservación, y eso es un acto de guerra política”. Necesitamos cuidar de nosotras mismas para seguir luchando. En una sociedad en la que nuestras vidas son postergadas, el autocuidado es un acto radical.
Angela Davis comenzó a hacer Yoga y meditación mientras estaba en prisión producto de su liderazgo en el movimiento de las Panteras Negras en Estados Unidos. Así se dio cuenta de cuán esencial es cuidar de la salud mental para continuar en el activismo. La infografía que encontré en Instagram esboza otras recomendaciones que me gustaron porque no son costosas. Primero, identificar sentimientos como la ansiedad, el aislamiento, irritabilidad, ira, tristeza, pesimismo, fatiga, decepción, entumecimiento, insomnio, falta de motivación y dolor físico. Estas y otras sensaciones son síntomas de agotamiento a los que debemos prestar atención. La segunda recomendación es hablar con alguien en quien confiemos y expresar qué pensamos y sentimos. Una conversación con quien nos entiende puede aliviar estrés o proveernos con otras perspectivas. Poder decir que nos sentimos agotadas, tal como hizo mi amiga conmigo, ayuda a sentirnos acompañadas y aliviar el estrés.
Hacer una lista de actividades que nos ayudan a sentirnos mejor, la tercera recomendación, es otra forma de cuidarnos. Personalmente, hago pausas de las redes sociales, medito, salgo a caminar y, si tengo energía, hago deporte. Mi lista incluye leer novelas y ver películas y series ligeras o con mundos ficcionales. Así puedo desconectarme por un tiempo de la agenda pendiente de mi activismo. Finalmente, y la cuarta recomendación del post que inspiró estas líneas, es clave entender que por muy valiosas que sean nuestras voces y acciones, hay otras personas dispuestas a llevar adelante el trabajo que hacemos, hasta que estemos listas para volver a activar.
Lo que he encontrado un poco más difícil es reconectar con el activismo luego de parar por un tiempo. Es algo que el post no discutía, y me parece importante abordar. Intuitivamente, creo que leer las biografías y reflexiones de otras activistas negras resulta inspirador. Mantenerme en contacto con mis compañeras activistas también es esencial para reactivar mi trabajo en comunidad.
La fuerza inagotable de las mujeres negras suele ser destacada como una de sus “cualidades”. En realidad, se trata de un estereotipo sobre nuestro comportamiento frente a un contexto que nos demanda resistencia continua. Podríamos discutir largamente los orígenes de este estereotipo y las múltiples consecuencias tangibles del mismo. Esta vez, he destacado la pertinencia de cuidar de nosotras mismas en el ámbito del activismo, una de las formas contemporáneas de resistencia de las mujeres negras. El reto continúa siendo reconocer la importancia de tal autocuidado y expandirlo del plano individual al colectivo.
Por @vahinishori, aquí el link https://www.instagram.com/p/CA-6v-3DmSL/.
Sharún Gonzales Matute
Mujer negra peruana, activista. Licenciada en Periodismo, magíster en Estudios Latinoamericanos y en Ciencia Política y Estudios de la Diáspora Africana.