De racismo desinhibido calificó Wesley Fofana los cánticos de la Selección Argentina en el cierre de lo que ha sido una polémica Copa América.
El fútbol, es uno de los dispositivos culturales más fuertes de la dominación patriarcal, colonial y capitalista, siguiendo a Patricia Hill Collins. La hipermasculinización de los jugadores, la agresividad en el juego y el muy subestimado sentido ético para la competencia, hacen de la llamada “pasión futbolera” toda una oda a la masculinidad hegemónica.
Desde la infancia, dentro de las familias, los barrios, colegios y otros espacios de socialización, se insiste en que el fútbol es “cosa de hombres” y la “debilidad” asociada con lo femenino es algo que no tiene cabida.
Esto también puede explicar la gran lucha que han tenido que librar las mujeres y disidencias sexuales para tener un lugar respetable en la industria, además del cuestionable asombro y/o ridiculización que produce ver llorar a los jugadores cuando no se cumple con el desempeño esperado.
De ahí que entonces lo esperado, en el futbol como reflejo de la sociedad, sea usar lo que culturalmente se entiende asociado las personas negras, diversas, femeninas, diferentes al canon blanco-heterosexual, como instrumento de ofensa, burla y violencia en el campo de juego, en las tribunas y camerinos.
¿Los momentos y las palabras no reflejan las creencias y el carácter?
Ha dado la vuelta al mundo el cántico de la selección argentina que, luego de coronarse campeona de la Copa América, dedicó abiertamente la selección francesa y, más directamente a Mbappé, con palabras claramente racistas y transfóbicas. La barra era dirigida por el jugador de 23 de años del Chelsea, Enzo Fernández.
En el vídeo, subido en el Instagram de Enzo, se logra apreciar cómo toda la selección argentina se ríe, aplaude y continúa en su ritual de cantar en celebración de su triunfo. De inmediato, la reacciones no se hicieron esperar y el jugador se vio obligado a pedir públicamente disculpas afirmando: “Ese video, ese momento, esas palabras, no reflejan mis creencias ni mi carácter»
El comunicado, lejos de mostrar una verdadera sensibilidad frente la violencia y discriminación racial, se termina convirtiendo en una profundización del acto racista cometido. Explicamos:
El jugador afirma que se dejó llevar de la euforia y que él no es racista, que él está en contra de toda discriminación. La autora Robin Di Angelo afirma que esta es una de las típicas reacciones cuando la fragilidad blanca es interpelada por posturas antirracistas, pues dada la mediatización de esta clase de figuras, es casi que un absurdo reconocerse como lo que es: un racista transfóbico. En el discurso público, afirma la autora, nadie quiere reconocerse como el malo, pues se piensa que los racistas son aquellos que ponen las rodillas en el cuello de gente negra o que electrocuta jóvenes afroamericanos. Pero el racismo no siempre necesita de la fuerza física para ser violento.
Creemos que en efecto el jugador se dejó llevar por la euforia, pero esta no es la causa de la violencia. El momento, la complicidad, el saberse vencedor, baja la guardia frente a las medidas que se pueden haber ido confeccionando a lo largo de la vida y que se perfeccionan mientras más fama se adquiere, para agenciar patrones racistas. En el vídeo se ve cómodo y, en especial, siente que todo el equipo es su cómplice. La euforia lo muestra como es, más no puede ser la causa. Y esta complicidad frente a las palabras y los gestos de toda la selección argentina, la hace también partícipe de un exhibicionismo de superioridad blanca, tan común en el fútbol.
Pero si entonces la euforia no es la causa ¿cuál es? El abogado Alí Bantú Ashanti señala que el cántico de Enzo es muestra del racismo que le inculcaron en casa y en la sociedad en la que ha sido criado. Este planteamiento resuena con el de la investigadora Di Angelo, quien afirma que desde edades tempranas en la sociedad estadounidense -por ejemplo- se socializa a los niños y niñas blancos para sentirse superiores racialmente y se les enseña a odiar a la gente afroamericana, a la que se les asignan, como lo demuestra una viral campaña en México contra el racismo, valores peyorativos.
Cuando se juntan el racismo y la homo/transfobia
El cántico racista contra la selección francesa no ha sido el único polémico. En el camerino, el combinado argentino cantó: “Mirá, mirá, mirá. Sácale una foto, se van para Colombia con el culo roto”.
Este coro fue también cantando a vivo pulmón por toda la selección argentina denota varias cosas: se tiene asumido que 1) el vencedor, el más fuerte, el más macho, para poderse afirmar sobre el vencido puede 2) romperle el culo, es decir, casi que cometer una violación. Esto nos lleva a pensar que entonces, quien se deja “romper el culo” es inferior, sujeto de burlas y de ridiculización. Claramente, están cantando una oda al macho penetrador, entendiendo la penetración no como un acto sexual o de deseo, sino como un acto violento, de sometimiento y de dolor.
De esta clase de cantos homófobos, está lleno el futbol. Incluso Alejandro (co-autor de esta columna) los ha llegado a cantar. Recordamos una vez que la barra de un equipo local de la ciudad de Cali llegó a animar a la gente de Puerto Resistencia en el marco del Estallido Social del 2021 y cantando: “poropopó, poropopó, el que no salte es uribista y maricón”, como si defender ideologías de derechas pudiera compararse con tener gustos homosexuales. Aquella vez, Mauri interpeló a Alejandro diciendo que precisamente por esta clase de cantos y actos violentos es que gran parte de la población LGTBQI+ no puede sentirse segura en los espacios de protesta social y, menos aún, en espacios futboleros.
Pero a diferencia de Enzo o de la selección argentina, Alejandro no salió a decir que ese cántico no le representaba porque no es así. El reconocerse homófobo, racista, machista y otras expresiones que tiene la discriminación y la violencia, es un primer paso para poder transitar hacia sociedades donde se respete -realmente- la diferencia. En este caso y como pasa muchas veces, dichas expresiones son producto de la ignorancia y ésta sólo se combate con educación, reflexión y apertura sincera. Negarse que estaba siendo un homófobo, era negarse la oportunidad de entender que alrededor del futbol, un deporte que le encanta ver y vivir, hay demasiada violencia y que es necesario cuestionarla para poder hacer de este deporte un espacio de dignificación.
Entonces ¿todos somos culpables?
Ser racista o machista o homofóbo, está mal. Está mal en tanto que los discursos que sostienen y reproducen las violencias raciales y sexuales, pueden tener consecuencias mortales en las personas que las padecen. Esta clase de expresiones, como las de Enzo o las de Alejandro, dejan en el aire la letal idea de que los y las diferentes al canon de la blanquitud-heterosexual son despreciables y prescindibles.
Pero, en principio, hemos sido socializados en estos patrones de violencia y, por tanto, podríamos no ser culpables de lo que somos. Sin embargo, sí somos responsables de lo que hacemos cuando nos damos cuenta o nos señalan los momentos en los que reproducimos prácticas discriminatorias ya sea porque las ejercemos, las aplaudimos o hasta enseñamos a nuestros hijos/as o sobrinos/as. Somos responsables de cambiar y no hacerlo, negarnos a hacerlo, tal y como lo ha hecho Enzo y la selección argentina, conduce a dejar todo como estaba.
No podemos ni fanáticos del fútbol ni futbolistas, ni la sociedad en general, permitirnos tolerar el racismo en las canchas o fuera de ellas. Tampoco deberíamos permitir el negacionismo, el cual solo conduce a la inmovilidad de los patrones culturales.
Hay que insistir y perseverar en que cada uno asuma la responsabilidad de transformarse y de aprender a relacionarse de otras maneras. Llevar una vida sin ejercer el estigma no se resuelve con un escueto comunicado, sino que es producto de la educación, un largo camino de aprendizaje que incluso, puede llegar a desestabilizar la idea que teníamos de nosotros mismos.
Mauri Balanta
Investigadora, activista y realizadora audiovisual negra-queer-popular
Alejandro Sánchez Guevara
Docente e investigador universitario