Estamos acostumbrados desde pequeños a disculparnos y a perdonar a los demás, a superar los malos momentos vividos con una persona y a reconciliarnos, pero… ¿Cuándo te has pedido perdón a ti mismo? ¿Cuándo fue la última vez que hiciste las paces con tu interior por lo mal que te trataste? Por haber dudado de ti y de tus capacidades por lo que decían los demás o por haberte encasillado en algo que no te representa.
Todos hemos cometido errores y no siempre nos hemos tratado bien a nosotros mismos, fuese por ideas erróneas que nos habían inculcado o por la presión de la sociedad actual que nos empuja a buscar la perfección, a sabiendas de que todos somos imperfectos.
¿Cuántas veces has hecho alguna cosa que no querías porque buscabas encajar? ¿Cuántas veces te has mirado al espejo y no te ha gustado lo que has visto? Si contamos… Seguro que confirmamos que nos hemos rechazado a nosotros mismos más de lo que lo han hecho las personas de nuestro alrededor.
Y como mujer negra que ha aprendido a quererse, pido perdón a la niña que hay en mi interior, porque no merecía que permitiese que dudara de ella.
Me pido perdón por haber pensado que no era hermosa por ser diferente a las personas que me rodeaban.
Te pido perdón por las noches en las que te ibas a dormir con lágrimas en los ojos, rezando para que al despertar tu cabello fuese liso. Te pido perdón porque no sabía cómo peinarte y alisaba tu cabello para que fuese bonito, y eso no solo lo dañó, también te dañó. Si supieses que tu identidad se encontraba en el cabello nunca habrías pensado en quitarte la corona y te hubieses dado cuenta de que, a pesar de no tener el cabello largo y liso como Rapunzel, seguías siendo esa princesa de Disney que tanto querías que te representase.
Te pido perdón por haber preferido los ojos verdes a los tuyos. Si supieses que ahora te encanta el café hasta dudarías de que te digo la verdad.
Te pido perdón por haber borrado la curva que hacían tus labios cada vez que sonreías, por haber callado tu voz y roto en silencio, creía que una señorita debía tener la voz aguda y los labios finos. Pero si te vieras ahora; cómo sonríes cuando ves que todo lo vivido te ha servido para ser la mujer que en un pasado soñabas. Y si te escucharas, si tan solo oyeses como ríes con tu gente y como cantas sin pensar en qué dirán, si supieses la fuerza que tiene tu voz y lo que has conseguido al no quedarte callada, nunca hubieses dudado de que no eras femenina, de que no eras valiosa.
Te pido perdón por haber controlado tus emociones, siempre decían que “la gente como tú” era muy ruidosa, escandalosa. Perdona por haber frenado tu euforia en momentos donde ahora saltas sin importar qué vayas a caer, porque la vida es como una montaña rusa y nunca debí mitigar tus gritos de alegría al estar en la cima ni ocultar el llanto cuando aterrizabas. Pero ahora dices lo que piensas y te expresas, y a la gente le encanta, aunque ya no buscas la aprobación de una sociedad que trataba de representar y educarte bajo unos estándares que no tenían que ver contigo.
Te pido perdón por no haberte dejado bailar más, la gente decía que no estabas quieta porque eras negra y era obvio que lo llevabas en la sangre. Ahora no paras, has bailado y actuado sin pensar en que era algo que llevabas en la sangre y si es así, ahora lo disfrutas.
Te pido perdón si en algún momento negué tus raíces, si te hacía actuar diferente porque querías hacer amigos, si querías ser en algún momento ese “para ser negra no eres tan mala”. Nunca fuiste mala y siempre fuiste negra. Y aunque todos somos el malo en la historia de alguien, créeme, nunca fue por tu color de piel.
Te pido perdón por no haberte escuchado más, por no haber hablado contigo y haberte dado un abrazo cuando lo has necesitado. No eras la única, pero era difícil hablar con personas que no podían ver más allá de su privilegio.
Te pido perdón por creer que nadie se enamoraría de ti por tu color de piel, por pensar que tu apariencia no era atractiva porque no entrabas en el canon de belleza, por no haber visto tu valor, que se ocultaba tras esos ojos café que se encontraron vidriosos más veces de las que has sentido la lluvia mojando tu cabello. Porque sí, has aprendido a establecer tus límites y ninguna mano ignorante toca tu corona, porque no eres algo exótico, solo eres una mujer negra que igual que la mayoría de las mujeres afro, tiene una niña pequeña en su interior que vivió una etapa muy confusa al no saber qué la representaba o a donde pertenecía.
Te pido perdón por ocultar tu ascendencia afro, por obviar tus raíces latinas cuando la situación lo convenía. Si tan solo vieras la hermosa herencia que hay en ti, dudarías si eres real.
Te pido perdón por todo lo que has tenido que soportar, muchas veces por el exterior, otras por mí. Te pido perdón y te agradezco que hayas resistido… No llevas ni la mitad del camino, pero si tan solo supieras que inspiras a los demás y formas parte de una hermosa comunidad afrolatina, no dejarías de sonreír.
Hemos sanado y ahora ayudas a sanar.
Y tú… ¿Te has perdonado?
Yovanna Blasco López
Nacida en La República Dominicana. Escritora, activista y luchadora por los derechos humanos. Estudiante de Traducción y Mediación Interlinguisitica.
Instagram: @_melaninwoman_
Email: yovibl@outlook.es Interesada en la igualdad de los derechos humanos y comprometida con la concienciación sobre las personas negras, el racismo y la cultura afro.