Mirar a quién se muestra y a quién se borra en conversaciones significativas, desde la educación, la política o los medios de comunicación hasta las entidades no gubernamentales y la ciencia, muestra una imagen clara del racismo sistémico generalizado en los estados occidentales. Y cuando se normaliza el borrado, reforzando una imagen distorsionada de la sociedad, esa tergiversación se interioriza. Comprender la naturaleza intencional del borrado es fundamental; no sucede por accidente, ni es simplemente un error. A menudo se toman decisiones, a múltiples niveles, que perpetúan el sesgo, lo que tiene consecuencias muy importantes.
Hay una relación directa entre aspiración y consecuencia. Cuando se desea cambiar la sociedad en un tema tan importante como el racismo sistémico, prácticamente todas las acciones, e inacciones, tienen consecuencias.
La ausencia de la negritud nos cuenta una historia. Y la historia que cuenta es aún más sangrante cuando te das cuenta que esa ausencia es artificial. Y aunque sea incómodo decirlo esta invisibilidad importa.
Y lo cierto es que es incómodo porque nos interpela a todos a tener un mayor grado de sensibilidad. Esta verdad es incómoda porque nos dice que los estereotipos y mitos raciales persisten solo con nuestro consentimiento activo, que otorgamos continuamente en la forma de las historias que contamos, enseñamos, informamos y retratamos. También en las que no.
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Pensad en la juventud negra y racializada que en las escuelas y comunidades no ven representaciones y modelos a seguir, ni tampoco sus propias posibilidades. No ven esas capacidades que podrían tener influencia en todas las esferas donde se deciden y construyen los temas que marcarán el futuro. En los espacios intelectuales, científicos y de liderazgo los negros han sido invisibilizados. Pero la cuestión es qué podemos hacer en nuestro día a día cada uno de nosotros para enfrentarnos a esa realidad en cada una de nuestras nuestras decisiones.
Debemos trabajar viendo más allá y no ceñirnos a las conquistas personales. En demasiadas ocasiones hay quien confunde su escalada y visibilidad personal con el bien para la negritud. Los reconoceréis por el lugar que ocupaban cuando empezaron y el que ocupan después. También en que pronto olvidarán sus prioridades sirviendo de token en eventos vacíos y sin consecuencias. Son una coartada sofisticada.
Hay que garantizar la inclusión en todos los ámbitos. El poder que significa la visibilidad no debe circunscribirse a dos decenas de caras conocidas, útiles para eventos, partidos y empresas. Los que nadie ve están esperando que no les fallemos. Hay demasiado en juego en este momento. La elección es nuestra para hacer, colectivamente y, probablemente lo más importante, individualmente.
Debemos hacer del mundo un lugar mejor en el que las oportunidades, las nuestras, no se desperdicien debido a los prejuicios y el racismo.
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