“Solo quiero vivir, Dios protégeme Soy un joven negro Haciendo todo lo que puedo. Estar de pie, pero cuando miro a mi alrededor
Y veo lo que se está haciendo todos los días. Estoy siendo cazado como presa. Mi gente no quiere problemas. Hemos tenido suficiente lucha Solo quiero vivir. Dios protégeme ¿Voy a vivir? ¿O terminaré muerto?
Es una secuela desigual. No importa donde este, no hay lugar seguro para mí. No estoy pidiendo demasiado Entonces Señor, por favor, ayuda Solo quiero vivir”
Solo quiero vivir. Keedron Bryant
Hace dos meses y medio el mundo se conmocionó con el asesinato de George Floyd en Estados Unidos. Justo en ese momento muchas personas empezaron a hablar del tema racismo, se volvieron NEGRÓLOGOS. Hoy, después de diez semanas no es noticia, hablar de él no conmociona tanto o como diría una canción –es fuerte pero es la verdad- “el racismo es periódico de ayer” . Llevado a un contexto actualizado “ese tal racismo no existe”.
Es pertinente aclarar que este fenómeno racismo es un pacto social de más quinientos años y literalmente la re-existencia de la comunidad negra ha consagrado desde académic@s, polític@s y militantes que estudian la premisa de la existencia del racismo. Hablar desde la instantaneidad, la efervescencia y desconocimiento anula el proceso de un movimiento humano, este proceso no es coyuntural.
Anteriormente al caso de George, el 20 de mayo murió Anderson Arboleda. Anderson vivía en Colombia, George murió cinco días después del joven arboleda y si bien en el caso de Floyd hubo un video que circuló por el mundo, el asesinato del joven colombiano no fue noticia en su propio país. ¿Por qué nadie habló de ello? ¿Por qué su historia es la de un fantasma?
Anderson Arboleda, era un joven de Puerto Tejada, Cauca, tenía 19 años y murió a causa de unos batazos que le propició un policía. Estaba frente a su casa y el argumento para agredirlo fue la violación de la cuarentena. A pesar de que los sucesos han sido claros los medios no reportaron el caso, el país no se revolucionó y la noticia no tuvo eco ¿Por qué? ¿Por qué lo acontecido les importó a pocas personas? Han trascurrido casi tres meses, pasa el tiempo, pasa la noticia, pasa la conmoción de los otr@s, lo que no pasa es el dolor de una madre que pierde a su hijo en la puerta de su vivienda a manos de la autoridad que en teoría debería “cuidarlos”. Lo que no pasa es la piel, sigue siendo exactamente la misma piel que causa repudio en el otro, en otro ser humano respaldado por una institución que le otorga poder y que por su falta de conciencia ejerce el uso “legítimo de la fuerza”.
Anderson no solo lo mató el policía, lo mató la premisa “tienen un amigo negrito” y eso no me hace racista, creer que el RACISMO es un tema de los negros y lo deben de resolver los negros, el ser intolerantes y usar un lenguaje despectivo frente a la piel que habita una comunidad. Al joven Arboleda lo mató un odio por un color de piel que produce miedo y este les genera alertas que terminan siendo violentas, la indolencia, la desidia, el pretender que no cometer actos racistas no lo hace, o la hace racista como ser humano, el racismo está en la estructura social, en el ADN colectivo y se enraíza en la individualidad. Es una programación y debe trabajar en cambiarla. Anderson Arboleda, George Floyd, Travon Martín y cada una de las víctimas hombres y mujeres negras los mata el acuerdo colectivo, el pacto social llamado racismo, una estratagema que ha logrado mantenernos divididos como humanidad donde unos acusan y otros se defienden donde unos violentan y otros son violentados. Ese ha sido el ciclo y es necesario cortarlo porque el arquetipo de trickster continuará haciendo estragos si no sucede, si no se observa y se sale de él.
La tienda de Afroféminas
Dicen que las letras son infinitas al igual que el papel, lo que no sabemos si son infinitas son las vidas de los hombres y mujeres negras, escribir sus nombres una y otra vez que son asesinados. Vamos de nuevo. Cristian Caicedo y Maicol Ibarra, de 12 y 17 años, eran los nombres de los menores que fueron asesinados el 10 de agosto en el departamento del Cauca. Estudiaban en Nariño e iban camino al colegio a dejar su tarea por la dificultad de conectividad en esa zona, pero no llegaron fueron asesinados antes de llegar al plantel educativo. Al día siguiente masacraron en un cañaduzal de Santiago de Cali, departamento del Valle del Cauca a Juan Manuel Montaño (15 años), Jair Andrés Cortez (14 años), Jean Paul Perlaza (15 años), Leyder Cárdenas (15 años) y Álvaro José Caicedo (14 años). Solo eran unos pequeños y a pesar de eso hay comentarios en redes de individuos que les llaman “manada de carbón para quemar” “Gas lacrimógeno y esterilizante para que no se reproduzcan” y demás comentarios que dejan ver su racismo exacerbado.
Keedron Bryant es un adolecente norteamericano de 12 años, que enamoró al mundo interpretando la canción ”Yo solo quiero vivir… Dios protégeme”. Nadie sabrá que pasaba por la cabeza de estos siete adolecentes minutos previos a lo ocurrido, pero quizás invocarían una plegaria. Dios protégeme ¿Voy a vivir? ¿O terminaré muerto?
Es evidente que Colombia presenta altas cifras de asesinatos desde el desarrollo del modelo económico neoliberal. Para explotar las riquezas de los territorios los poderes económicos necesitan de estos, lo que tiene como consecuencia la muerte de los habitantes de los mismos y el desplazamiento forzado y expulsión de quienes han pertenecido en estas tierras, habitadas por población negra. Las masacres en los últimos treinta años son innumerables y se puede mencionar desde la de Bojayá, Choco en el 2002, masacre de Punta del Este en Buenaventura, Valle 2005, masacre en Buenavista Barbacoas, Nariño 2009. Un conflicto armado interno del país que desangra día a día.
No obstante a esto, en las masacres anteriormente nombradas no se evidencia la particularidad de la más reciente. Llano Verde, va directa a una población vulnerable, violentada y empobrecida. El objetivo los renacientes. A los frágiles. A los inocentes, a la esperanza de esa comunidad se les está eliminando. El mensaje es claro: gran parte de la población de esta ciudadela han sido desplazados del Pacífico Sur, aquí se puede vislumbrar una revictimización, alrededor de veinte años atrás quienes ahora habitan esta comunidad abandonaron el Pacífico por situaciones de violencia, otras masacres y desplazamiento de sus tierras.
Cierro estas líneas especificando que mensaje está siendo obvio. Y me permito citar a Piero: ¿Cuántas voces se callaron A machete y a balazos? ¿Cuántas voces se callaron país a machete y a balazos? Ay país, país, país Las cosas se cuentan solas, Sólo hay que saber mirar. Las cosas se cuentan solas país, Sólo hay que saber mirar.
Si tan solo pudiese darles más que estas letras, les diría que mi miedo más profundo no es parir y que mi hijo sea racializado, es parir y que mi hijo sea asesinado consecuencia de ser racializado.
Diana Nairoby Ruiz
La que escribe