La cantante francófona más escuchada del mundo, con siete mil millones de streams, la franco-maliense Aya Nakamura, actuó este viernes en la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de París, algo que a la extrema derecha enfadó en primavera. Vestida de oro y acompañada por la Guardia Republicana, cantó un popurrí de dos de sus éxitos, «Pookie» y «Djadja», y un estándar de Charles Aznavour, «For me Formidable», cuyo centenario se celebra este año.
El rumor de su participación en la ceremonia, mencionado en el semanario francés L’Express, provocó la reacción de la extrema derecha. En marzo, un pequeño grupo colgó en las redes sociales una foto de una pancarta extendida a orillas del Sena, proclamando: «Esto es París, no el mercado de Bamako». En sus propias redes, la artista acusó a sus detractores de “racistas”. «Me estoy convirtiendo en el tema número 1 del Estado» y eso es “lo que os duele”. Alain Veille, director de Warner Music France, salió en su defensa en las redes: «Los grandes artistas desafían los códigos, perturban y dan forma a la cultura. El odio y el racismo no nos detendrán«.
Líderes ultras como Marine Le Pen o Éric Zemmour se escandalizaban de que Nakamura, una mujer negra que canta en francés, aunque intercale el inglés en algunas de sus composiciones, pudiese actuar ante los ojos de millones de telespectadores, otros salieron a su defensa.
Comenzando por el presidente francés, Emmanuel Macron, quien se reconoció «chocado por las reacciones racistas» contra la artista nacida en 1995 en Bamako y que, a pesar de criarse en Francia desde pequeña, obtuvo la nacionalidad tarde, entrada la veintena, por ser hija de extranjeros. «Es hoy una de las grandes figuras francesas y tiene el visto bueno del mundo entero», sostuvo Macron.
La cantante francesa más escuchada
Con su provocativo estilo afropop, Nakamura es la cantante francesa más escuchada en el mundo desde hace cinco años y actualmente acumula 7.000 millones de reproducciones de sus músicas.
Orgullosa de haberse criado en el Aulnay-sous-Bois, en el empobrecido departamento de Seine-Saint-Denis -el mismo que acogerá emblemáticas pruebas de los Juegos Olímpicos inaugurados ayer-, Nakamura dice que no le queda otra que restringir el número de mensajes que recibe por cuestiones de salud mental. «Si no, se me habría ido la cabeza, yo no he insultado a mucha gente, pero lo hubiese hecho sin parar», contó en una entrevista la cantante, de 29 años.
Ella explica que por venir de una barriada de Aulnay-sous-Bois su carácter se endureció, al igual que su actitud, que puede resultar arrogante. «Lo puedo parecer por estar muy segura de mí, pero lo asumo, no me interesa agradar a todo el mundo». AGENCIAS