Disney, una vez más, parece haber despertado sobre la importancia que tiene la diversidad y la inclusión en las pantallas. Su intención ahora, es quizás poner fin a ver como generaciones de niños y niñas van creciendo sin referentes a los que parecerse cuando miran una película, una serie o la televisión, porque cada vez los héroes, las princesas o las sirenas están más cerca de asemejarse a ellos.
La noticia de que la actriz Yara Shahidi, protagonista de la serie Black-ish y Grown-ish, es la elegida para el papel de Campanilla en la próxima película “Peter Pan & Wendy” live-action, se ha visto envuelta en polémica al igual que ya sucedió cuando Disney anunció que la película live action de la “Sirenita» sería protagonizada por la actriz Halle Bailey. La reacción ante esta noticia ha molestado porque ambas actrices son negras, ignorando completamente que sus cualidades fuesen las idóneas para realizar ese papel y evidenciando lo acostumbrados que estamos a percibir que algo es de una manera porque así siempre lo ha mostrado la sociedad, lo que termina convirtiéndose en un imaginario colectivo del que es difícil desprenderse.
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¿De qué color son las hadas o las sirenas? ¿Los príncipes negros y las heroínas racializadas existen? Parece que la opinión pública dice que si eres un hada no puedes ser negra porque las hadas tienen la tez blanca (ya que siempre ha sido mostrado así), entonces todo aquello que no se parezca a esa imagen no podrá ser considerado como tal. Hasta que Disney no dio vida a una princesa de distinta etnia a la blanca estas parecían no existir en el imaginario y se ignoraba lo necesario de su representatividad, pero claro es una locura pensar que una actriz negra pueda protagonizar a un hada ficticia porque su tono de piel no se asemeja al dibujo animado que en realidad nunca fue detallado así en la historia original del libro, más bien ese hada fue descrita como un haz de luz brillante.
Los “haters” se justifican diciendo que sería una atrocidad que en el live-action de Pocahontas la actriz fuese blanca, pero no se dan cuenta de que están confundiendo peras con manzanas ya que la etnia en esa historia es un componente determinante que narra una historia acerca de una cultura y un contexto histórico, lo que por el contrario no ocurre cuando se trata de un personaje de ficción que ha sido construido en la imaginación y que se puede seguir reconstruyendo, como ya sucedió en el remake de “Aladdin” donde se ve a un actor negro, Will Smith, haciendo el papel del genio de la lámpara que en la película de dibujos era de color azul.
Es escalofriante la cantidad de actores blancos que han protagonizado historias sobre una persona real con la que no se corresponde su identidad étnica, pero nadie parece haberse pronunciado o indignado ante ello, sin resultar tan relevante cuando es claramente un blanqueamiento de la industria del cine por la falta de actores racializados a los que no se quiere contratar y a los que su color de piel supone un gran límite para conseguir un papel ya sea protagonista o secundario. Es importante por estos motivos apostar por una mayor presencia de actores racializados en el cine que cuenten realmente sus historias y no sean otros los que hablen por ellos, pero también es necesario que abran una nueva puerta a la imaginación con la que se pueda crear nuevas narrativas. Porque ya lo dijo Viola Davis, no se puede ganar un Emmy para papeles que no existen.
La solución ante este debate, debería ser la de apostar por una mayor diversidad cultural en las pantallas donde no exista hueco para encasillar y la palabra inclusión sea lo más íntegra posible, entonces nadie se podrá llevar las manos a la cabeza cuando vea que las hadas o los héroes también pueden ser racializados. La inclusividad recaerá entonces en la ampliación de personajes de diferentes etnias y en crear una pluralidad para que no se pueda designar cómo debe ser algo o alguien, si no entender que existen millones de maneras y formas de ser.
Cynthia García
Graduada en periodismo por la Universidad Complutense de Madrid