Resulta cuanto menos curioso que Estados Unidos, tras la persecución a las personas que vendían y consumían marihuana, esté dando un giro tan radical en cuanto a su visión sobre ella.
Como si nos encontráramos dentro del libro 1984 de George Orwell, Estados Unidos realiza un lavado de memoria a través de la publicidad sensacionalista, la misma que utilizó para criminalizar en su momento a la marihuana, pero a la inversa.
Un rasgo común en todos los sistemas políticos es la necesidad de renovarse y adaptarse al momento histórico de la época para sobrevivir.
Por ello, las formas de represión han tenido que buscar nuevos argumentos para atacar a un mismo objetivo: los negros.
Una vez abolida la esclavitud, los blancos necesitaron nuevas formas de proclamar su supremacía frente a los negros.
No fueron pocas las técnicas que utilizaron como, por ejemplo, proclamar a todos los hombres negros como potenciales violadores y permitir su persecución y linchamiento público.
Sin embargo, a Estados Unidos se le presentó una oportunidad única para afianzar su represión: el uso de la marihuana.
La marihuana empezó a darse a conocer por los músicos negros de jazz y, al ser relacionada con este colectivo, comenzó su persecución.
La televisión empezó su propaganda contra esta substancia aludiendo a todo tipo de sintomatologías negativas que ésta producía.
Un informe científico de La Guardia desmintió todas las afirmaciones de los prohibicionistas, pero poco importaba, ya que las razones para su criminalización poco tenían que ver con la salud pública y mucho con el racismo institucionalizado del país.
La guerra contra las drogas se hizo cada vez más represiva, consiguiendo destrozar la vida de miles de personas de recursos bajos, mayoritariamente negros e hispanos.
La simple posesión de cantidades mínimas de marihuana podía acarrear consecuencias fatales, donde la entrada en prisión no era el fin del castigo sino solo el comienzo.
Una vez cumplida la pena, las personas que salían de prisión tendrían una mancha en su currículum de por vida.
Para acceder a un empleo, los aspirantes tenían que mostrar sus antecedentes penales y de tenerlos, quedaban automáticamente excluidos, favoreciendo la vuelta al narcotráfico para poder subsistir.
Una frase muy concurrida de la época decía “tres strikes y estás fuera”, refiriéndose a que la tercera vez que entrases en prisión sería la última, pero el primer strike valía para condenarte de por vida.
No es de extrañar que la mayor parte de la población detenida por substancias ilegales fueran negras o hispanas, ya que eran el blanco de la persecución.
Sin embargo, otras substancias como la cocaína pasaban desapercibidas dado que es una substancia de mayor coste y, por tanto, relacionada con personas con mayores recursos económicos, mayoritariamente blancos.
Siendo ésta la situación, imaginaos la sorpresa cuando en 2016, contra todo pronóstico, Colorado legalizó el uso y distribución de marihuana medicinal. Solo cuatro años antes el FBI había publicado un informe donde declaraba que 658.000 personas, la mayoría hombres negros, habían sido detenidas por posesión de marihuana.
¿Qué ha cambiado?
La substancia sigue siendo la misma, pero entre otras cosas, la demanda se ha pluralizado.
La marihuana ya no es una substancia de minorías, lo que dificulta poner el foco de atención sobre los negros sin diversificar su atención.
Además, cada vez son más los países que planean ponerse a la cola de esta oportunidad económica, a la vez que Canadá se llena los bolsillos mientras los demás buscan soluciones para que el cambio de chaqueta no sea tan descarado.
Lejos de ser un triunfo para los negros, los blancos serán los que tendrán el monopolio de la distribución de marihuana. Ya son varias las empresas que invierten en la producción de marihuana, mientras las víctimas del prohibicionismo siguen cumpliendo condena hasta por fumar un cuarto de gramo en el parque.
Mi pregunta ya no es si llegará la legalización, la respuesta parece evidente.
Mi pregunta es, ¿qué pasará con las personas condenadas por posesión de marihuana? y lo más importante, ¿qué otra técnica de represión utilizará esta vez el magnate americano?
Mientras tanto, tomad asiento y coged las palomitas, que ésta obra solo acaba de empezar.
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Sheila Alvarez
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