Antes de pisar tierra borinqueña me había propuesto no dejar la isla sin mirarle a los ojos. Necesitaba su energía, aquella que emanan las mujeres negras no importa dónde hayan nacido.
La había conocido años antes en eso que llaman Facebook y que mucha gente considera que no es la vida real. Siempre me sentí enchufada con sus buenas vibras. Cuando descubrí a qué se estaba dedicando me propuse que pasaríamos de la virtualidad. Yo visitaría Borinquén y la buscaría.
Atravesé la ciudad de San Juan bajo pleno aguacero para llegar hasta su sillón. He de decir que todas las tardes del mayo que estuve en la isla llovió mucho. De donde provengo la lluvia se agradece, se piensa que limpia; el agua, mientras corre por las calles, se lleva lo indeseado, el “osorbo” dirían en mi tierra. Me sentí entonces dichosa, por eso el pronóstico del tiempo no me paralizó.
Llegué, como era de esperar, pasada por agua. El chofer del Uber tuvo a bien estacionar justo al lado de una tapa de alcantarillado que se desbordaba, no me quedó más remedio que saltar entre borbotón y borbotón. Comenzaba a vivir soñando.
En un segundo piso al final, a la izquierda, está el salón donde renta un espacio para hacer maravillas o más bien para hacer desaparecer los miedos de quienes eligen sus servicios.
Casi en la puerta volví a preguntar por Illution Salon y una chica de sonrisa amplia y ojos achinados me señaló la entrada al local —luego supe que era su colega. Tuve la impresión de que transcurrieron horas entre que pregunté por ella y que pudiera saludarla. Estaba ansiosa.
Nos abrazamos, la miré intensamente sintiendo que ya había vencido la primera parte de aquella aventura: Estaba frente a Luz Odette, la boricua que se ha hecho famosa por devolver los rizos al cabellos de cientos de compatriotas, como quien quien quita del medio la piedra que le impedía al manantial correr a su antojo. Además de famosa se ha vuelto muy querida y respetada.
Se sentó a mi lado con una actitud de quien me conoce de toda la vida. Quise saber de inmediato si realizaría algún gran corte en esa jornada, o sea, eliminar todo el cabello desrizado hasta que el encrespado sea visible. Según sus palabras no llegaría ninguna clienta para eso, hoy es un día suave, me explicó.
Lamenté entredientes haber llegado en el momento equivocado; sin embargo, continúe interrogándola. Su celular no paraba de sonar. Con voz profunda y quebrada, por la emoción que le produce hablar de ello, me explicó cómo dejó la enfermería para dedicarse a la cosmetología. Creo entender que su interés por el cabello afro y liderar el grupo Afrolatin@s, donde la conocí, fueron los motivos fundamentales de su actual desempeño profesional.
Estudió y se graduó de cosmetóloga, al tiempo que realizaba su labor con personas de la tercera edad.
La vida le cambió, me dijo, cuando luego de haber estudiado, conoció a su mentor el reconocido estilista afroboricua Eric Paulino. Estuvo por tres años cobijada por ese árbol, hasta que él se muda a Estados Unidos, a raíz del huracán María y los destrozos que dejó en la isla.
María también pasó por su vida. Luz perdió su trabajo. Las personas ancianas con que quienes trabajaba algunas fallecieron, otros fueron ubicadas en asilos o se fueron a Estados Unidos con sus familiares. Ella se quedó en Borinquén.
Un post en Facebook le permitió ir a casa de las clientas para aplicarle la mascarilla que nombró como el grupo: Afrolatin@s. Así conoció la complejidad de la vida de las afroboricuas, algunas de las cuales habían olvidado ya cómo era su cabello natural; otras encontraron en Luz la empatía necesaria para hablar del bullying que habían sufrido por su identidad racial. Entonces supo que su trabajo no iba sólo de cabellos, sino también de emociones, vivencias, dolores; su labor principal era orientar a estas mujeres, quienes sabían lo que deseaban pero que no encontraban paz y ni seguridad para ello.
Solo le bastó un mes para decidir lanzarse profesionalmente sola, buscar un sitio donde atender con profesionalidad e intimidad a las afroboricuas. Hoy ya hace un año de ello. Luz ha desarrollado una labor hermosa que implica fundamentalmente la aplicación de la mascarilla que confecciona con sus propias manos pero que no termina ahí. Su trabajo tiene consecuencias indudables en la autopercepción y la autoestima de las afroboricuas que ponen su cabeza en sus manos.
Afrolatin@s es la primera mascarilla boricua desarrollada en el país dedicada exclusivamente al pelo rizo, afrima. Luz sabe muy bien cómo la sociedad ha influído en que las mujeres se estiren el cabello; por ello ha introducido —a partir de la receta básica que le diera su abuela—, algunos otros ingredientes y la ha completado con compresión, generosidad y talento.
Como explica, su mascarilla devuelve al cabello rizado su hidratación y vitalidad, por lo cual no es aplicable en pelos desrizados. Es por ello que cuando acuden clientas con la cabellera químicamente tratada —entiéndase queratina, crema des-rizadora, etc,—solo hay una solución que devolverá el crespo: hacerse el gran corte.
Contrario a lo que pensé, parece que estoy de suerte; la chica que acaba de llegar, traída por su colega y amiga, quiere recuperar sus rizos. Quizás sea el gran corte su única posibilidad de lograrlo.
El primer paso no es untar la crema, sino es conectarse espiritual y emocionalmente con la muchacha que Luz tiene ante sí. La mira a los ojos, queriendo atrapar todo la vida de esta afroboricua quien quizás ha invertido mucho tiempo, como a mí, llegar hasta su sillón. Y además convencimiento. También autodeterminación. Parece sencillo pero no lo es, no en el marco de una sociedad que discrimina por identidad racial.
Entonces averigua su historia, en qué trabaja, si tiene pareja, desde cuando se desriza, por qué ha venido verla, cómo ha llegado hasta ella. No obstante las preguntas, la observación es su mejor manera de indagar. Esos ojos oscuros transparentan lo que miran.
Ofreciendo siempre varias opciones, Luz respeta la integridad de su clienta, la historia de cada una con su cabello, la decisión de cortar o dejarlo tal cual. No hay reproches ni tampoco paternalismo; en su lugar abre los brazos para acoger a quien ha decidido confiar en su profesionalidad y experticia.
Me da a ver la mascarilla, me propone adivinar sus ingredientes a partir de su olor y textura. No acierto.
Continúa con la chica a quien le informa que está siendo entrevistada, pregunta entonces si puedo tomarle fotos: solo de espalda, nos advierte.
Observa el largo del pelo, su textura, su cantidad. Sus dedos entran en la cabellera como médico que ausculta a una paciente. Busca la raíz. La encuentra. Diagnóstica su estado y procede a explicarle a la chica que su solución sería el gran corte. La joven asiente con seguridad. Se le observa serena y confiada. Creo que se siente en buenas manos.
Los mechones de cabello laceado comienzan a caer al piso. Luego vendría el lavado del cabello, la aplicación de la crema, la espera del tiempo para que esta entre en cada fibra capilar. Aquí no se usan ni peines, cepillos ni peinetas. El valor de la experiencia está precisamente en las manos de Luz.
Luego de aplicado el secador con difusor, para que no se vaya con el cabello mojado, tendrá lugar la sesión de fotos que quedará como recuerdo del momento en que se regresa a si misma, a partir de un acto tan ordinario como comenzar a lucir con orgullo el rizo que nos ha sido dado.
Para ese entonces ya me habré ido con la emoción de haber constatado que Luz, la estilista afroboricua, está revolucionado no solo la estética en la isla, sino también el amor por nuestras raíces. He venido desde Alemania para verlo.
Sandra Abd´Allah-Álvarez Ramírez
Licenciada en Psicología por la Universidad de La Habana, 1996; Máster en Estudios de Género, 2008; y diplomada en Género y Comunicación por el Instituto Internacional de Periodismo José Martí. Diez años de experiencia laboral como editora y periodista del sitio web Cubaliteraria. Gestiona la bitácora Negra cubana tenía que ser (negracubanateniaqueser.com) desde junio del 2006. En la actualidad desarrolla el Directorio de Afrocubanas (directoriodeafrocubanas.com). Colaboradora de Afroféminas, Pikara Magazine, Global Voices, Hablemos de sexo y amor y Cuba Posible
Nació en La Habana y reside desde 2013 en Hannover, Alemania.