Es temprano de media semana. Una amiga queridísima me llama y me dice que no esté nerviosa porque todo el tiempo ellos han tenido el pódium y que, como nosotras apenas estamos arrebatando espacios, cada error, cada gagueo, cada idea inconclusa están bien. Sí, está bien porque luego, cada una de las siguientes veces ya no estamos siendo silenciadas como mujeres negras en un país como este. Y así lo creo. Una va creciendo, una va aprendiendo y aprehendiendo el exteriorizar las cosas, el masticarlas –o tal vez no- para que otras se animen, para que todas vayamos empatizando y viendo cómo es necesario deshacernos para rehacernos a nosotras mismas.
En el marco de la conmemoración a la mujer afrolatina, afrocaribeña y de la diáspora se están realizando conversatorios en línea y aunque literalmente somos sólo mujeres afrodominicanas conectándonos en vivo para conversar sobre vivencias de lo que es ser mujer negra en Rep. Dominicana, ¿por qué debe una “prepararse” para hablar de cómo se siente que una corriente constante de machismo y racismo te esté golpeando en lo más profundo de tu ser desde que tienes memoria? Ha de ser por el micrófono que se siente ajeno, por la institucionalización, la academización, –si es que esta palabra existe-, de nuestros procesos, cosas que perpetúan que ciertas cuerpas sigan con un dedo sobre los labios. Por si todavía no quedó claro, entonces ¿si no soy candidata a doctora en estudios de discriminación racial y de género no puedo hablar apropiadamente de lo que ha sido mi vida, pero un hombre sí?
La dominicanidad suda racismo y antihaitianismo, y está encharcada en un machismo eterno con lgbt+fobia, apoyada por un estado silente cómplice. La afrodominicanidad representa resiliencia frente a la marginalización y segregación, es construir día a día el hacha que le golpea noche a noche. Es coger un picapollo para que luego el privilegiado que lo ofrece haga mofas con carteles y videítos desde una torre de marfíl que construyó justamente aquella persona a la que mira por encima del hombro.
La dominicanidad ha generado una retórica ilusoria de “invasión” y la negación de una afrodominicanidad pretendiendo marcar su espacio, como un muro, literalmente una línea, para no ser confundida con la otra república negra hermana de Haití. Este discurso de odio alimentado por diversos autores a lo largo de la historia -sobre todo después del trujillato- ha dado, entre otros resultados, la desnacionalización en 2013 de miles de dominicanes de ascendencia haitiana.
Es necesario que el país se acepte como afrodescendiente y admita la discriminación racial que hay en él, derribe y sustituya las representaciones simbólicas de figuras racistas y genocidas, y una serie de actos de reivindicación de la anulación/invisibilización estadística, sistemática, institucional y física que han recibido por años las cuerpas prietas dominicanas.
Isis Yael Amador Campusano
Afrodominicana, feminista, garabatera wannabe, lunática. Militante por lo que implique el derecho a ser lo que a unx le dé la gana.