España ha sido el país que más representantes gitanos ha enviado a Eurovisión. Tras la actuación de Peret en 1974, año en que ABBA triunfó con “Waterloo”, una jovencísima y desconocida Remedios Amaya fue seleccionada por RTVE en 1983.
Elegida por su origen étnico, la herencia gitana de Amaya pretendía conmemorar el Samudaripen (Holocausto romaní) en el año en que la ciudad de Múnich hospedó Eurovisión. Fue precisamente en esta ciudad alemana donde, en 1899, la policía bávara abrió una Oficina Central de Asuntos Gitanos que sentaría las bases de las discriminaciones y persecuciones que desembocaron en el genocidio nazi unas décadas más tarde.
La canción interpretada por Amaya, «¿Quién maneja mi barca?», buscaba transmitir un mensaje de modernización, juventud y libertad artística al comienzo de la primera legislatura socialista. Compuesta por los hermanos Isidro Muñoz y José Miguel Évora, se inscribía dentro del Nuevo Flamenco, que bebía de la más reconocible de todas las tradiciones musicales españolas, pero mezclada con el rock y otros estilos. De hecho, la versión original incluía instrumentos electrónicos como cajas de ritmos y sintetizadores de voz, aunque estos no llegaron a escucharse para cumplir con las normas del Festival.
Spain, 0 points
Pese a las buenas intenciones, el resultado de «¿Quién maneja mi barca?» se recuerda como la participación española más humillante en Eurovisión. La mayoría de los titulares que aparecieron en la prensa nacional en los días posteriores al concurso calificaban lo sucedido de «ridículo» y «derrota» y hacían juegos de palabras sobre el «hundimiento» de la barca.
El diario El País recibió incluso llamadas de telespectadores airados que afirmaban que “con Franco no pasaba esto”. Sin embargo, la de 1983 no fue la primera vez en la que un concursante español obtuvo un resultado tan exiguo en Eurovisión. En 1962, Víctor Balaguer tampoco consiguió ningún punto con «Llámame» y, dos años después, Los TNT solo lograron uno.
En el imaginario popular, sin embargo, la participación de España en el certamen de Múnich sigue siendo objeto de mofa, a pesar de fracasos eurovisivos más recientes. Esta hostil recepción que siguió a los cero puntos demuestra el antigitanismo de la sociedad que, además, contribuyó a perpetuar diversos prejuicios acerca de la mujer gitana.
Hipersexualización y exotización
La investigadora Lidia Merás, que dirige el proyecto DocRoma sobre la representación de los gitanos en el audiovisual en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), ha analizado las reseñas de prensa del programa musical más popular de Europa.
Su trabajo pone de relieve los prejuicios de los periodistas no gitanos. En dichas reseñas queda de manifiesto la hipersexualización y exotización de Remedios Amaya. Se achacaba que la cantante revivía la imagen de la gitana como símbolo de una España explotada por el cine de folklóricas y la industria turística durante el franquismo. En consecuencia, los medios —en particular, los de izquierdas— culparon a través de Amaya a los gitanos de alentar la asociación de España con la reciente dictadura.
Paradójicamente, los medios de comunicación, que antes del Festival habían encumbrado a Amaya como una nueva y prometedora artista con el mensaje progresista de representar al pueblo gitano en un escenario alemán, acabaron consolidando estereotipos étnicos y de género, asociando sus orígenes romaníes con nociones de exotismo y subdesarrollo.
“El rechazo hacia Amaya una vez sabido el resultado ilustra las complejas relaciones entre los gitanos y los payos en España. Una historia que sigue siendo de opresión y que, sin embargo, se presenta al resto del mundo como benigna”, destaca Lidia Merás.
El caso de Amaya fue un ejemplo sintomático de esta hipocresía. Enviada a Eurovisión como representante española para conmemorar la cultura gitana y denunciar el holocausto romaní en Alemania, su participación se produjo sin ninguna reflexión sobre el intento de genocidio del pueblo gitano durante La Gran Redada emprendida por el Marqués de la Ensenada (1749). Por no mencionar las injusticias coetáneas hacia los gitanos en materia de vivienda, educación y acceso a la sanidad, por las que aún luchan las actuales asociaciones gitanas.
“La repercusión de los 0 puntos de Amaya nos recuerda que el estereotipo de la mujer gitana, clave en la construcción de la identidad nacional española, sirve tanto para valorar como para denigrar las aportaciones culturales de los gitanos, dependiendo de los intereses de la sociedad mayoritaria”, concluye Merás.
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Referencia bibliográfica:
Lidia Merás (2024): A Romani woman in Eurovision: ethnic and gender stereotypes in the reception of Remedios Amaya (1983), Journal of Spanish Cultural Studies. doi: 10.1080/14636204.2024.2347313
*Texto publicado originamente en UAM.es