La primera Cabalgata de Reyes de Sevilla comenzaba a las 8 de la tarde del sábado 5 de enero de 1918. Según la crónica publicada por “El Noticiero Sevillano”, las calles estaban repletas de sevillanos. La cabalgata iba compuesta de la siguiente manera:
Lo encabezaba un cabo y cuatro guardias municipales a caballo, seguido de la banda de trompetas y tambores del Hospicio Provincial. Les seguían dos trompeteros heraldos con banderas y hachones seguidos de dos pajes a caballo. A continuación, venía el cortejo real que iba compuesto por:
El Rey Melchor (D. Jesús Bravo Ferrer, vicepresidente 2º del Ateneo), a lomos de un caballo blanco.
El Rey Gaspar (D. José María Izquierdo, vicepresidente 1º del Ateneo) sobre un camello,
Y el Rey Baltasar (de nombre Antonio de Santo Domingo (a la sazón, botones del Teatro Lloréns) a lomos de otro camello.
El articulista del diario sevillano, con un racismo despreciable, (solo hacía unas décadas que se había abolido la esclavitud en las colonias) describía así a los tres Reyes:
Los Reyes, admirablemente caracterizados por dos distinguidos jóvenes de esta capital y, por el negrito botones del Señor Lloréns.
Al parecer la presencia del dominicano Antonio como Rey Mago, fue una casualidad. La persona blanca y de postín que debía encarnar (con blackface incluido) al Rey Baltasar no se atrevía a subir al camello.
Después de ellos, distintas carretas portaban los dulces y juguetes donadas por socios y benefactores del Ateneo sevillano y que después serían entregados a los niños más desfavorecidos en diversas instituciones benéficas. Por último, cerraba la comitiva la Banda Municipal.
Hoy hemos avanzado en muchas cosas. Ningún medio de comunicación se atrevería a hablar así de una persona negra. Tampoco están permitidos los camellos en este tipo de espectáculos, así que ya no los veremos en Sevilla.
En la fotografía que inmortalizó esa primera cabalgata vemos al dominicano Antonio, en el centro, rodeado por aquellas gentes, que eran sus vecinos. Algunos poderosos, otros simple mano de obra. Ninguno pintó su cara.
Al año siguiente, el 1919, ya hubo un Baltasar pintado que comenzó la racista tradición sevillana, con una de la cabalgatas más ofensivas del país.
Da que pensar, del pasado, el presente y la evolución de este país.