En primer lugar, y aunque el término esté tan difundido que ya nos creemos que es lo mismo (yo la primera, hasta que un amigo abogado vino a sacarme del error) lo que sufre Cuba no es un bloqueo sino un EMBARGO.
Consultando el Diccionario Panhispánico del Español Jurídico, encontramos que el término “Bloqueo” se refiere en su tercera acepción a una “Medida propia de la guerra marítima por la cual un beligerante prohíbe toda comunicación entre la altamar y el litoral del Estado enemigo, bajo sanción de detener y capturar a los barcos que contravengan dicha prohibición. Tras la prohibición del uso de la fuerza, la medida de bloqueo solo puede ser impuesta por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas como una sanción internacional vinculada al mantenimiento de la paz y seguridad internacionales; también se aplica a la navegación aérea.”
Es decir, para que sea un bloqueo, lo primero que necesitamos es estar en guerra. Lo segundo, que Estados Unidos impida el acceso de TODA COMUNICACIÓN con Cuba. Afortunadamente, no es el caso. Lo que tenemos es un embargo (mismo diccionario, cuarta acepción): “Medida que consiste en la interrupción de las exportaciones y/o las importaciones con relación a un determinado Estado y que suele adoptarse como respuesta a un previo hecho ilícito internacional, ya sea como contramedida adoptada por un Estado o un grupo de Estados, ya sea como sanción internacional decidida por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas”.
Teniendo esto claro, el único bloqueo de Estados Unidos a Cuba en los últimos sesenta y dos años fue el bloqueo naval durante la crisis de los misiles. Desde entonces lo que tenemos es el embargo, que prohíbe a empresas estadounidenses o con sede en Estados Unidos comerciar con Cuba y surge como una medida de presión al gobierno revolucionario para que indemnizara a toda la ciudadanía estadounidense a la que le habían expropiado sus inversiones. Y sí, había mafiosos y explotadores, y también gente honrada, normal y corriente, que invirtió su dinero en un sitio donde era rentable y LEGAL. Como mismo ahora hay gente y empresas de España invirtiendo en otros muchos países del mundo (incluyendo la propia Cuba), y quiero pensar que no siempre con intenciones injerencistas y planes de dominación. Y a la inversa: migrantes invirtiendo tiempo y esfuerzo allá donde hayan decidido instalarse. De hecho, pienso en mi amigo marroquí con su restaurante, en mi amiga colombiana con su catering, o en mi amigo cubano con su despacho de abogados, y en la cara que se les quedaría si alguien les dice que el gobierno de España les expropia sus bienes y sus negocios porque son unas sanguijuelas capitalistas. La misma cara que se le habrá quedado a mi tío abuelo cuando su tienda de alimentación dejó de ser suya, pero tuvo que seguir detrás del mostrador con una mierda de salario.
Pero vaya, admitamos que la nacionalización de las industrias fue tan necesaria como la expropiación de las pequeñas tiendas de alimentación, y que lo más justo era no pagar ni un céntimo en ninguno de los casos. Estados Unidos se tomó la libertad de poner al pueblo cubano (que no al gobierno) contra las cuerdas por intereses económicos, y el gobierno decidió ponernos contra las cuerdas por patriotismo. ¿La verdad? Ambos nos han tratado como si fuéramos desechables. En el bando norteamericano, porque no le ponen cara ni nombre a la gente que pasa las de Caín por sus medidas. En el nuestro, porque no somos personas, sino ideas, carne sacrificable al servicio de una causa mayor, como cuando el Che fantaseaba con detonar los misiles:
“Es el ejemplo escalofriante de un pueblo que está dispuesto a inmolarse atómicamente para que sus cenizas sirvan de cimiento a sociedades nuevas y que cuando se hace, sin consultarlo, un pacto por el cual se retiran los cohetes atómicos, no suspira de alivio, no da gracias por la tregua; salta a la palestra para dar su voz propia y única, su posición combatiente, propia y única, y más lejos, su decisión de lucha aunque fuera solo.”
Y en uno de sus famosos brotes de homofobia (el “hombre nuevo”, desde luego, no podía ser homoxesual) el gobierno popularizó aquello de “Nikita mariquita”.
Con los años, las normas en torno al embargo han ido variando según el presidente de turno. Y claro, de la flexibilidad relativa de Obama a la intolerancia de Trump hay un mundo de diferencia. Por supuesto que se nota a pie de calle, porque interfiere con el turismo, el envío de remesas, y los acuerdos comerciales con infinidad de compañías. Y si el embargo no ha mejorado la situación, ni ha hecho cambiar de opinión al gobierno, me parece absurdo que se mantenga porque está más que probado su ineficacia. Sólo ha servido para aumentar la pobreza y la desesperación. En esta prueba de fuerza, este tira y afloja cargado de testosterona donde llevamos más de medio siglo intentando demostrar quién la tiene más grande, sólo ha perdido el pueblo.
Hay una frase que llevo años escuchando en Cuba, y es el deseo de que el embargo se levante aunque sea sólo un día, para ver qué excusas pone el gobierno a la situación. Para eso ha servido realmente: para exculpar a los dirigentes de todas sus responsabilidades. Ante cada plan fracasado, cada represión, cada crisis existencial, teníamos un culpable al que señalar. Escoria. Gentuza. Gusanera.
¿Sabes qué? La “democracia” cubana no es culpa del bloqueo. Funciona así: sólo hay un partido, y todos los demás están absolutamente prohibidos. No hay libertad de prensa, pensamiento, reunión o asociación. El feminismo es el de la FMC (ja, ja, ja), el movimiento LGTBI+ el del CENESEX (después de que el padre y el tío de Mariela Castro animaran al pueblo a denunciar y a corregir a los “desviados”), y para socializar tienes las asambleas de los CDR. De hecho, la palabra “bloqueo” remite inconscientemente a la situación bélica a la que hace referencia, justificando indirectamente ciertos crímenes y falta de libertades (como las anteriormente mencionadas) por tratarse de una situación “excepcional”. Ríete tú de Orwell, porque se quedó corto. Llegamos al Artículo 4 de la Constitución y encontramos que:
“La defensa de la patria socialista es el más grande honor y el deber supremo de cada cubano.
La traición a la patria es el más grave de los crímenes, y quien la comete está sujeta a las más severas sanciones. (La pena de muerte es legal en Cuba, por si te quedan dudas sobre hasta dónde podrían llegar esas “severas sanciones”. Y sí, has leído bien: es más grave la “traición a la patria”, aplicable sin duda a todas las personas que hoy mismo se están manifestando, que ser un asesino en serie).
El sistema socialista que refrenda esta constitución, es irrevocable.
Los ciudadanos tienen el derecho de combatir por todos los medios, incluyendo la lucha armada, cuando no fuera posible otro recurso, contra cualquiera que intente derribar el orden político, social y económico establecido por esta constitución.” (Y cuando además del derecho tienes la orden presidencial de salir a repartir palos, para qué queremos más…)
Si todo esto te representa, perfecto. ¿Y si no, qué?
Escoria, gentuza, gusanera.
¿Más cositas? El bloqueo nunca impuso que los hoteles fueran sólo para turistas. Quien decidió tratarnos como si fuéramos mierda, como si nuestra presencia ensuciara las paradisíacas vistas y restara glamour a las instalaciones, fue el gobierno revolucionario hasta hace dos días.
El bloqueo no obligaba al estado a limitar nuestro equipaje a 30 kg ridículos, aunque la compañía aérea nos permitiera 300. Estoy cansada de fingir en el aeropuerto que no conozco a mi pareja para que pueda pasar, con su DNI español, sus dos maletas llenas de cosas para mi familia. Estoy cansada de que mis amistades no puedan quedarse en mi casa, con la misma alegría con la que acojo en España a quienes vienen a visitarme, porque una noche y un chivatazo bastan para que mi madre sea acusada de ofrecer alojamiento ilegal a turistas.
El bloqueo no es el que utiliza las palabras “comunismo” y “socialismo” como si fueran sinónimos. Partido Comunista en el gobierno, patria socialista en la constitución, y al final ya no sabemos ni de dónde venimos ni hacia dónde vamos.
Sobre el corredor humanitario (no confundir con intervención humanitaria) que tanto rechazo provocaba en el gobierno, resulta que a partir del día 19 de julio se levantaron las restricciones de peso anteriormente mencionadas para productos de aseo, alimentación y medicamentos. Y ni ese pequeño gesto tendríamos si la gente no hubiera salido a manifestarse. Un gobierno del pueblo y para el pueblo pudo haber llegado a esa conclusión él solito, y haber levantado las restricciones desde el inicio de la pandemia (o no haberlas puesto nunca) en vez de guardárselo para quedar como el bueno de la película cuando las cosas se pusieran feas.
“Si eres feminista, TIENES que estar en contra del bloqueo”.
Si tuviéramos bloqueo, estaría en contra, como mismo estoy en contra del embargo. Y porque soy feminista, estoy a favor de la IGUALDAD. Y la igualdad no es un gobierno que se niega a admitir que la lacra del machismo también nos afecta. Intentan convencernos de que con su varita mágica todos los problemas de Cuba se acabaron en el ‘59, mientras observatorios independientes como la plataforma Yo sí te creo en Cuba llevan la cuenta de los feminicidios como pueden. Estoy en contra de un gobierno que nos felicita el 8 de marzo. Estoy en contra de que el uniforme de las niñas sea obligatoriamente una falda. Estoy en contra de la violencia obstétrica que impide al personal sanitario aplicar su propio criterio para decidir cuándo hay que hacer cesárea. Estoy en contra de que no haya una Ley de Violencia de Género ni refugios para las víctimas. Estoy en contra de los mítines de repudio, la persecusión a artistas, intelectuales y periodistas independientes. Estoy en contra de la censura, y la campaña constante de descrédito y desprestigio de la oposición. Y si tu feminismo convive pacíficamente con todo esto sólo porque te tragas el cuento de todo lo malo que pasa en Cuba es directa o indirectamente culpa del “bloqueo”, mi primer artículo en Afroféminas era para ti, que legitimas allá lo que no quieres aquí, sólo porque quien lo aplica está en tu bando.
Deja de recordarnos que no podemos quejarnos porque en otros países están peor. Piensa en cuando te quejas de que la oposición en España habla todo el rato del socialismo bolivariano y no del sueco. Estás haciendo exactamente lo mismo. También podemos aspirar a más. Podemos mantener todo lo bueno, y quitar el gobierno único y la falta de libertades. Deja de comprar el discurso de que toda la oposición es injerencia extranjera y financiación de la CIA. Tenemos criterio propio.
¿Cómo te sientes cuando te dicen que machismo es el de Irán y no el de aquí? Pues nos aplicas el mismo argumento de señoro que tanto detestas si cambiamos el sujeto “mujer” por “pueblo de Cuba”. No se trata de silenciar la situación en Haití o de Colombia para acaparar titulares, sino de dar espacio a todas las luchas.
Deja de generalizar. Se puede estar en contra del gobierno cubano y la gran mayoría de sus actos sin pasarse al lado “correcto” de la historia. No toda la oposición cubana se dedica a votar a la derecha y a volverse radicales pro-intervención, clamando por una venganza absurda que no va a traer nada bueno. También hay gente con sentido común.
Por favor, entiende que las cosas no tienen por qué ser como las pintan unos u otros. Las cosas pueden ser como queramos que sean. Que se puede ser progresista y abogar por la igualdad y la justicia social sin repetir consignas como un papagayo. Que no tenemos por qué renunciar a lo bueno para cambiar las cosas. Que hay muchísima gente feminista, ecologista y abierta al diálogo deseando tener una oportunidad para transformar EN POSITIVO. Cuba no tiene por qué volver a la represión “revolucionaria” ni por qué caer en esas garras demoníacas con las que nos llevan asustando sesenta años. ¿Cometeremos errores? Seguramente. Y con suerte serán menos graves que los cometidos hasta ahora.
Que levanten el embargo no está en nuestra mano. Nunca lo estuvo, por más marchas obligatorias Malecón arriba, Malecón abajo que nos comimos gritando “Abajo el bloqueo” para no perder el trabajo. Que se acabe la DICTADURA, sí. Y si no vas a apoyar, por lo menos no te pongas de parte un presidente que invita a una parte de su pueblo a apalear impunemente al otro.
El Ché no tenía razón: no queremos inmolarnos. Queremos oportunidades. Queremos derechos. Queremos libertad. Queremos patria y vida.
Sara Tiyá