La industria textil es una de las mayores multinacionales que más consumo producen en todo el mundo. Teniendo en cuenta que esta industria esta formada por mujeres en su mayoría, este tipo de corporaciones aprovecha la desigualdad social y la precariedad laboral para garantizar los peores puestos de trabajo a mujeres de países mal denominados del “tercer mundo”.
El 80% de las ”Garment workers” o empleadas del sector textil, son mujeres, y a penas un 2% obtiene un salario mínimo. Esto deriva en que el empleador obtenga más dinero que las empleadas ya que a estas se les paga por debajo del salario permitido. Un ejemplo en de ello fueron las camisetas de la Liga nacional de futbol Americano que tenían un precio de 25 dolores y a las trabajadoras se les pagaba 8 centavos por la prenda que habían confeccionado.
Esta desigualdad fue la que desató el 8 de marzo de 1857 una manifestación en Nueva York de “Garment workers” para protestar en contra de los bajos salarios, las largas horas de trabajo y las malas condiciones a las que eran sometidas. A pesar de las represalias de la policía, esa marcha fue el inicio del primer sindicato y del movimiento feminista. Gracias a eso tiempo después en 1908 15.000 mujeres salieron de nuevo a tomar la ciudad para combatir el derecho al voto, la explotación laboral infantil y mejores salarios. La iniciativa de esas mujeres consiguió crear en 1910 que el 8 de marzo se instaurase el día de la mujer trabajadora con la representación de más de 100 mujeres socialistas.
En la actualidad, vivimos en un mundo desechable dominado por el Fast Fashion que conlleva altas cantidades de consumo de ropa que mantenemos descontroladamente. Todo esto no solo nos perjudica a cada individuo, también es dañino para el planeta y para las mujeres que se dedican a fabrican nuestra ropa a cambio de una vida indigna. Mujeres en su mayoría proveniente de países del sur, donde predomina la pobreza que a causa de la celeridad de las cadenas de producción no pueden levantarse de su puesto de trabajo, no tienen tiempos de descanso para comer, beber o ir al baño, e incluso empiezan su trabajo antes de lo establecido para adelantar trabajo.
Esta situación que viven muchas mujeres no deja de ser una violencia contra ellas, donde también se integra el acoso sexual y la discriminación, provocando que los pilares sobre los que se sustenta la moda son mediante la opresión de las mujeres.
¿Cómo podemos ayudar?
Existen organizaciones haciendo lo posible para luchar contra la justicia financiera y las condiciones sanitarias, pero individualmente tomar consciencia de esta situación también ayuda a visibilizarlo.
Apostar por prendas sostenibles, compartir las historias de estas trabajadoras, pronunciarse ante las marcas de ropa que criminalizan a sus trabajadoras o donar a organizaciones que ayuden a mujeres en situación de precariedad laboral de industrias textiles, son pasos que pueden ayudar. No obstante, apoyar a las organizaciones de moda éticas y sobre todo ser conscientes de donde proviene nuestra ropa también hace el cambio.
No hay que olvidar que la responsabilidad esta muy por encima de nosotros. El sistema perpetúa la pobreza y la desigualdad que obliga a mujeres en situación de vulnerabilidad a aceptar este tipo de trabajos en un mundo dominado por el capitalismo. Donde también existe ese contexto patriarcal que continua generando violencia hacia las mujeres, y las mujeres negras/racializadas son las que se encuentran en más desventaja.
Cynthia García
Graduada en periodismo por la Universidad Complutense de Madrid